Voy a comenzar una crónica sobre cómo llegué a donde ahora me encuentro. La etiquetaré como 'hoy hace un año'. Estos días de otoño me evocan intensamente aquellas impresiones, aquel viento helado, aquella sensación de asfixia. Y quiero rememorar. No para sepultarme, sino para poner bajo el sol radiante esta vieja tumba llena de oscuridad y miedo. Referencia tan siniestra puede parecer, pasado el tiempo, exageración para muchos. Pero al hablar de aquel momento, faltaría a la verdad si negase el miedo que pasé.
11 de noviembre de 2006. Sólo me queda un juego de lentillas. Pronto llamaré a mi oculista y pediré otro pack. La verdad, últimamente no veo muy bien de lejos. Pero en fin. Suele pasarme que tengo la impresión de perder agudeza visual, y luego veo bien los optotipos en la consulta. De todas formas, veo bien los powerpoint en clase. Seguro que es lo de siempre, un poco de cansancio o un día demasiado ventoso.
A veces, me echo un colirio sin conservantes que me dio el oculista. Básicamente lo uso para humedecer los ojos. Pero la verdad es que me sorprende lo mal que funciona. Cada vez que me lo echo, se me forma una pasta en la vista que no se me asienta hasta pasada media hora. En cambio, me da vergüenza reconocerlo, cuando mejor veo es en los días de resaca. Ironías de la cerveza. Apenas me pongo las lentillas y me da la impresión de que a mi alrededor todo tiene una nitided apabullante. Que no se puede ver mejor. Y me encanta.
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