2 de diciembre de 2006. Al llegar a casa el fin de semana, por fin puedo recoger las lentillas. Me pruebo el juego nuevo. Y nada cambia, veo igual de mal. No entiendo nada. Me asusto muchísimo. No puedo hacer nada de momento. Es fin de semana; no puedo revisarme todavía. Pruebo a poner una lentilla de mi ojo derecho en el izquierdo, que tienen 1 dioptría de diferencia. Ajá, ahora por el izquierdo veo nítidamente. Vale, es un problema de dioptrías, parece evidente. Pero no me consuela. Me entra una congoja extrañísima, casi irracional. Otra vez me ha vuelto a aumentar la miopía… Mi padre me ve todo abatido; se lo explico y me regaña. Dice que no pasa nada, que se cambian las lentillas y ya está. Pero yo soy escéptico. No me importaría aumentar la graduación de las lentillas hasta el infinito, si esa fuese toda la historia. Pero estoy lo suficientemente informado para saber que la miopía propende a otros deterioros visuales. Y esta vez el aumento ha sido galopante, y a mi edad. El lunes voy a una óptica, por lo menos para solucionarme la papeleta hasta la cita con el médico.
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