El vuelo de las moscas cojoneras

Las miodesopsias o 'moscas volantes' son opacidades que se forman a veces en el vítreo del ojo y tienen carácter permanente. Para quienes las tienen, se perciben como sombras que pululan por el campo visual, a menudo comparadas con puntos, hilos o telarañas. La oftalmología las considera por sí solas un problema menor. Hoy en día, no las trata porque no dispone de un remedio eficaz; no obstante, sostiene que se dejan de percibir con la costumbre. Cuestionada esta afirmación por muchas personas, este blog nace para comprobar su veracidad sobre mi caso particular. Pero no persigue una experiencia científica, sino expresiva.
[Aviso: ÉSTE NO ES UN BLOG DE MEDICINA. Para leer una descripción médica de las miodesopsias, visita este enlace.]

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6/8/07

Más playa


Las moscas me han cambiado. Como tantas otras cosas, desde luego. Pero me han cambiado, y no para bien. Es importante hacer hincapié, ante todo, en que tener miodesopsias no es igual que no tenerlas. Es decir, la experiencia sensible entre alguien con el vítreo limpio y alguie
n con el vítreo muy deteriorado (aunque sea en términos benignos) es sustancialmente distinta. Ahora bien, ambos pueden estar contentos con su visión, que es al final lo que cuenta.

En mi caso, aún no estoy contento. No sé si es algo repro
chable, o incluso una gran desfachatez. Sea lo que sea, considero que este episodio no ha acabado, y que aún me quedan sombras sobre las que imponerme. ¿Que es un mal peregrino, que está abocado a digerirse con el tiempo si mayor trascendencia? Lo admito, no voy a cuestionar esta afirmación, sobre todo porque me conviene que sea cierta. Pero no es tolerable que alguien se atreva a juzgar la nostalgia o la tristeza.

Llevo nueve años yendo al mismo lugar de vacaciones. Cuatro días de camping, sólo playa y descanso. Ha sido un nuevo escenario para el cotejo objetivo del antes y el después. El resultado ha sido el siguiente: por primera vez en nueve años he pasado bastante tiempo más o menos deprimido, o furioso, o mareado, o angustiado, o triste. Hipótesis: las moscas han sido únicas responsables. Esto es un hecho, no una invención gratuita, no una pataleta.

¿Por qué? Bien, es una pregunta de difícil respuesta, sobre todo si volvemos a argumentar que ‘seguimos plenamente capacitados para ver y no saltarnos un semáforo en rojo’. Y es que el daño de las miodesopsias es muy sutil, y atañe no a la visión misma, sino a la atención, a la intelectualización de lo visible. Para mí no es una tontería: la atención es una actividad intelectual, no estrictamente visual, pero es condición indispensable para ver algo allá afuera.

¿Pero cómo medir la atención? ¿Cómo objetivar su pérdida?


En mi opinión, unas miodesopsias repentinas y a gran escala pueden fácilmente deturpar unos hábitos visuales formados durante años y años, y para su renuncia hacen falta más que seis meses. No se comprometen funciones vitales, aunque se implica una reformulación de toda actividad visual y por ende de todo disfrute estético. Y por ello no me parece exagerado deprimirse, en especial si uno tiene la suerte de no tener experiencia en problemas de salud.

Muchos lectores encontrarán difícil figurarse daño tan sutil. Yo sólo aspiro a que, aunque encuentren equivocado entristecerse por tener miodesopsias, acepten que no todos funcionamos igual, ni nos duelen las mismas cosas. Creo que es un grave error despachar este tema diciendo: ‘el setenta por ciento de la población tiene miodesopsias tarde o temprano’. Supongo que hay diferentes grados y diferentes personas, aunque tenerlo en cuenta resulte inabordable en este modelo sanitario.

Quiero decir con el texto de hoy que las miodesopsias pueden ser en sí mismas motivo suficiente para la tristeza. Y no, como circula perversamente por ahí, una burda coartada para una mente ya de por sí enferma y depresiva, en la que debería recaer el tratamiento. Yo lo tengo claro: si estoy enfermo de algo, es exclusivamente de miodesopsias.

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