El vuelo de las moscas cojoneras

Las miodesopsias o 'moscas volantes' son opacidades que se forman a veces en el vítreo del ojo y tienen carácter permanente. Para quienes las tienen, se perciben como sombras que pululan por el campo visual, a menudo comparadas con puntos, hilos o telarañas. La oftalmología las considera por sí solas un problema menor. Hoy en día, no las trata porque no dispone de un remedio eficaz; no obstante, sostiene que se dejan de percibir con la costumbre. Cuestionada esta afirmación por muchas personas, este blog nace para comprobar su veracidad sobre mi caso particular. Pero no persigue una experiencia científica, sino expresiva.
[Aviso: ÉSTE NO ES UN BLOG DE MEDICINA. Para leer una descripción médica de las miodesopsias, visita este enlace.]

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21/6/08

La desencantada imagen del mundo


En mi caso, las moscas volantes han sido un evento psicológicamente devastador o, cuando menos, revolucionario. Seguro que habrá a quien le parezcan unas palabras fortísimas. Pero yo mentiría si dijese otra cosa, bien que existan males muchos peores para devastarme. Si no fuese así, nunca abriría este blog, no hubiese hablado tanto. Obviamente, esto ya dura demasiado para ser una obra de teatro. Ahora, el lector puede tomar dos caminos: el de creerme o el de atribuirme algún tipo de deficiencia mental.


Entre las diversas consecuencias que han tenido en mí las moscas volantes, hay una que puede sonar a sutileza, pero que ha afectado de forma general a mi idea de la vida. Se trata del desengaño. El desengaño que, como decía, cada persona experimenta por una causa distinta en forma y gravedad. Mi desengaño consiste en la pérdida de la ilusión por lo que está fuera, por la imagen que obtenemos del mundo dentro de nuestros ojos.

De pequeño era ingenuo. Pensaba que lo que veía no era un reflejo de las cosas, sino que eran las cosas en sí. Creía que el cielo que veía era el cielo propiamente dicho, y que la hierba, las flores, estaban realmente ahí donde las veía, exactamente igual que las veía. Por eso me sentía perplejo y escéptico cuando me decían que mi piel estaba hecha de células diminutas, y éstas a su vez de átomos diminutos; que la luna era redonda, pese a estar en cuarto creciente, y que estaba infinitamente lejos; que la lejía no era agua, y no sabía a agua; y que las personas de la tele no estaban dentro de la tele.

Sobreviví a mis creencias aceptando que había cosas para la vista y cosas para el intelecto. De tal forma que acepté que la parte visible era una vertiente autónoma de las cosas, que la imagen de un pájaro era el pájaro en sí visualmente hablando, aunque no se le oyese cantar, ni se le examinasen las vísceras al microscopio. Es decir, creí que el mundo era visualmente objetivo y uno. Y quizá sea fácil pensar así para quienes tienen unos ojos funcionando a pleno rendimiento.

El problema es que, llegadas las mantas volantes a mi mundo visual, este mundo se convirtió en una cosa etérea y escasamente fiable. Una imagen gaseosa, vaporosa y azarosa que destruyó el mundo como forma sólida y objetiva, como cosa real fuera de mí. El mundo dejó de estar ahí para estar aquí dentro, sometido a las fracturas de mi espejo. La vista del cielo dejó de ser la que está ahí para ser la que llega aquí, es decir, la que consigue arribar tras abrise paso a través de las imperfecciones del sistema. En consecuencia, la vista del cielo es la vista del artilugio con que se observa. Con razón dicen que la tecnología que mejor funciona es la que menos se nota.

Sentí que algo que amaba me había abandonado. Amaba salir por la ventana, mirando a un lado y a otro, hasta el punto de pensar que yo no estaba, que sólo estaba el mundo, los tejados, las nubes, y los pájaros columpiándose en las alturas. Ahora puedo mirar, pero es imposible dejar de estar presente.

8/6/08

Ampliación de la encuesta


Acabo de darme cuenta de que Blogger ya permite ampliar el tiempo de las encuestaciones, aunque éstas hayan sido iniciadas o incluso concluidas. Aprovechando esta posibilidad, he reactivado tres meses más la encuesta de la izquierda
('¿Cómo valoras la atención médica recibida en relación con las miodesopsias?'), después de haber permanecido un tiempo bloqueada. Hacerlo no va a provocar ninguna distorsión especial en el resultado final; al contrario, permitirá conocer la opinión de un número mayor de votantes, que hasta ahora no han sido muchos. Así pues, os invito a votar a quienes no lo hayáis hecho. Un saludo.

1/6/08

Relativizando la relativización


[Este artículo correspondía originalmente al primero de dos que hablarían sobre una especie de desamor con la experiencia visual al recibir en ella el impacto de las miodesopsias. Dada la autosuficiencia y la oportunidad del texto, he decidido cambiarle el título, a riesgo de ser tomado por un perfeccionista (es decir, un maniático que tiene todos los boletos para sentirse molesto por las moscas). En unos días, continuaré con 'La imagen del mundo' como artículo independiente. *Nota del 8-VI-2008]


Las moscas volantes son sólo una de las múltiples formas en que uno puede sufrir un desengaño. Los desengaños, como es sabido, no tienen una causa definida y válida universalmente, sino que dependen de la sensibilidad individual de cada persona. No están determinados únicamente por el objeto, sino también por el sujeto, por sus circunstancias y por sus experiencias.

Así, se comprende el recurrido argumento de que
las moscas volantes no eran un problema para los visigodos, pero sí lo son en una sociedad que no se muere de hambre o por una gripe. No en vano, muchos asistimos con perplejidad al hecho de que sea un problema descubrirse una arruga en el espejo, o que algunos crean necesario llevar a su perro al peluquero.

Por desgracia, por muy inteligentes y considerados que seamos,
es muy difícil sustraerse a las circunstancias propias y proceder a relativizar. Es muy difícil, cuando sólo nos han robado el coche, tener la lucidez de acordarnos de todas las pestes del siglo XIV y de todos los mutilados de la batalla de Poitiers. Bien que debamos aspirar a hacerlo, no es ni mucho menos cosa de dicho y hecho. A relativizar también hay que aprender. De hecho, si los médicos aceptan las moscas volantes como poca cosa, es por haber asistido a problemas mucho más gordos.

Si me remito a la Historia hoy, es porque he oído muchas veces que "la culpa la tiene la actual sociedad del bienestar" que a todos nos vuelve caprichosos. Pero es que hay otra forma de verlo:
que alguien diga "me duele" o "me molesta" no deja de ser cierto por el mero hecho de que tales impresiones sean un fenómeno relativo. El impacto cuantitativo entre la población de tales "males imaginarios" nos indicará la necesidad que tenemos de hallar una solución. Entretanto, que se nos invite a aguantarnos porque no hay otro remedio me parece muy adecuado. No me lo parece, en cambio, que se especule a la ligera con nuestra salud mental, o que se descalifique el problema por pequeño que sea.