El vuelo de las moscas cojoneras

Las miodesopsias o 'moscas volantes' son opacidades que se forman a veces en el vítreo del ojo y tienen carácter permanente. Para quienes las tienen, se perciben como sombras que pululan por el campo visual, a menudo comparadas con puntos, hilos o telarañas. La oftalmología las considera por sí solas un problema menor. Hoy en día, no las trata porque no dispone de un remedio eficaz; no obstante, sostiene que se dejan de percibir con la costumbre. Cuestionada esta afirmación por muchas personas, este blog nace para comprobar su veracidad sobre mi caso particular. Pero no persigue una experiencia científica, sino expresiva.
[Aviso: ÉSTE NO ES UN BLOG DE MEDICINA. Para leer una descripción médica de las miodesopsias, visita este enlace.]

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21/12/08

Dos años de moscas volantes


Más de un mes he tardado en volver a escribir en el blog, el mayor lapso de tiempo desde que lo creé.
La cuestión es que las ideas se me acaban y el furor se va estabilizando. Las ideas, porque este no es un blog para la divulgación del conocimiento, sino para trazar la geografía de un estado emocional individual del que, a estas alturas, ya no queda mucho que añadir. El furor, porque he encontrado un poco de paz tras tanto tiempo de tormenta, y tengo la sospecha de que se avecina un cambio de ciclo.

En estas circunstacias, y tras todo este tiempo queriendo pasar por una especie de portavoz de quienes sufren con las miodesopsias, siento una responsabilidad con los que me habéis leído, apoyado y compartido conmigo vuestra angustia. En este punto, quienes insinuaron que este blog constituía una una decisión fácil e inmadura no pueden haberse equivocado más. Nada que yo haya dicho aquí tiene que ver con un supérfluo berrinche; al contrario,
he buscado la razón y el equilibrio dentro de los sentimientos, con el sencillo objetivo de describirlos. Justo por eso, y por la dignidad de esta causa, creo que es honesto no prolongar la tristeza más allá de la tristeza misma.

Debe entenderse que
El vuelo de las moscas cojoneras es como un cuadro: se termina cuando lo que había que pintar ya se ha pintado. Ante todo, lo que este cuadro representa es una situación concreta en una persona concreta. En segundo lugar, está la lectura pública, la razón por la que este blog está en Internet y no en una libreta. Se trata de que yo, como individuo, tengo la sospecha de poder representar a alguien más que a mí mismo. Este blog es una opinión más en Internet, cuya importancia, ahora y en el futuro, depende de que el público se vea representado por ella. Esto sólo lo direis vosotros con el tiempo.

La últimas pinceladas que reciba esta pintura deben apuntar hacia un aspecto que no debería menospreciarse. La estación término de todo este discurso no puede escatimar un mensaje fundamental para el nuevo visitante que llegue aquí desolado. Y es que
las cosas, en general, suelen ir a mejor. En mi caso, si tuviese que trazar una gráfica desde hace dos años, ésta sería, a pesar de todo, ascendente. Si es cierto que puedo representar a alguien en cierta medida, quiero decirle que yo he podido volver a flote y encontrarme bien, por mucho que haya tardado. No obstante, una cosa ha de quedar clara: lo he hecho sólo. Mi médico no ha hecho absolutamente nada, salvo negarlo todo desde el principio. Pero los hechos son elocuentes: este blog es prueba fehaciente de que sí que ha pasado algo.

Una tarde como la de hoy, soleada y fría, justo hace dos años, descubrí el tormento de las moscas volantes y, a partir de entonces, no por el capricho de la eterna juventud, sino
por sentir interferida de manera constante mi visión, me enterré durante largo tiempo en la tristeza y el terror. Hoy he vuelto a recorrer los mismos lugares con los mismos ojos y con las mismas moscas; sin embargo, el mundo ahí fuera ha recuperado algo de su vieja solidez, las torres de la catedral y las montañas lejanas han recuperado su capacidad de impresionarme, de llamar mi atención más allá de la reja. El cambio, producido en algún punto de mi cerebro y no en las montañas lejanas, en vez de desacreditar a este blog lo ha llenado de razón.

11/11/08

Por qué


No cabe duda de que
tienen que existir causas y cúmulos de causas para las moscas volantes. Tampoco cabe duda de que, con el tiempo, la ciencia conocerá más la mecánica de su aparición y, quizá, reconsidere la conmoción que pueden llegar a producir. Entretanto, nosotros hacemos un pequeño sondeo profano, y ponemos en común nuestras intuiciones, porque es normal que las tengamos.

Hoy, y
sin querer condicionar la votación de la encuesta, me gustaría decir cuál es mi postura. Se me ha ocurrido hacerlo a raíz de un suceso de esta mañana. Resulta que estaba viendo con mis compañeros unas fotos de una cena que hicimos hace cinco años. No lo había pensado hasta hoy pero, al ver aquellas fotos, me descubrí sorprendentemente más viejo, con los rasgos sutilmente modificados. Me pregunté entonces por qué.

Y seguramente haya alguna razón. Me miro al espejo y veo una arruga. Y digo: ¿por qué? Supongo que hay una causa concreta para esa arruga, para ese pequeño cambio de textura en la piel aquí y allí. Quizá un día me saltó una minúscula gotita de aceite, o quizá otro día me rasqué demasiado, o no bebí la suficiente agua durante 2006, o madrugaba mucho durante 2007 o, quizá, si no huebiese tenido moscas volantes no me hubiese preocupado tanto y no me hubiese salido esa arruga.

Las cuestiones de la vejez, del deterioro físico, las que no tienen que ver directamente con una enfermedad concreta, son así de sutiles.
Y analizarlas gramaticalmente, aislar cada una de sus partículas suele ser como cavar un hoyo para meter el mar dentro. Algo siempre se le puede arañar al misterio, concretando alguno de sus factores ("el tabaco"); pero esos factores, por sí solos, nunca son suficientes. Son muchos los elementos que están en relación. La vejez que nosotros obtenemos es el producto de infinidad de factores que se interrelacionan sutilmente, los cuales sólo controlamos en un porcentaje ínfimo.

Pues bien, para mí, y hasta donde he aprendido sobre miodesopsias,
la mecánica de la degeneración vítrea no dista mucho del decaimiento de la piel de nuestra frente, que se produce en distinto modo y momento en cada persona. Considerado así, yo personalmente desisto de señalar que mis moscas volantes me aparecieron porque un día me entró champú anticaspa en los ojos, o porque fumo diez pitillos al día.

¿Qué opináis vosotros?

29/10/08

Nueva encuesta


He activado la primera parte de la nueva encuesta, en la que pregunto a nivel general si la audiencia puede identificar una causa concreta para sus moscas volantes. El objetivo de esta pregunta no es tanto conocer una "causa real" como sondear el grado de satisfacción con la información accesible para el paciente, nombradamente la que le suministra el médico. El amplio número de personas que declaran sospechar o intuir una causa distinta de la que acepta su médico es un índice de insatisfacción o de desconfianza que podría ser interesante medir.

Posteriormente, y cuando haya recopilado un número suficiente de causas posibles (por ejemplo, a través de los comentarios del blog), elaboraré otra encuesta donde se concrete un elenco de causas intuidas. Como ya he dicho, no se trata de suplantar con ellas a las causas científicamente conocidas, sino tan sólo de tomarle el pulso a una corriente de opinión profana. Las conclusiones de esa corriente de opinión, aunque no sigan procedimientos rigurosos, no tienen por qué ser irracionales ni aleatorias y pueden arañar la capa más superficial de una verdad aún no desvelada por la ciencia. Se trata, en fin, no tanto de comprobar la validez de una especulación como de cartografiar el mapa de especulaciones, dado que éstas existen y, aún más, son inevitables.

12/10/08

Sobre las moscas 'cojoneras'


Después de tantos meses escribiendo sobre ciertas moscas calificadas de 'cojoneras', creo que ha llegado el momento de hacer una pequeña reflexión sobre el título que lleva este blog. Principalmente porque temo haber creado cierta confusión entre algunos de los visitantes del blog acerca de los diferentes nombres que reciben las opacidades del vítreo.

Como sabéis, las moscas volantes se llaman también miodesopsias. Ambos apelativos son los más habituales en español y hacen referencia al mismo símil con las moscas. El término técnico miodesopsia se ha fabricado a través de dos palabras del griego, "miodes" y "opsis" (que significan respectivamente "mosca" y "visión"). Idiomas como el italiano parecen usar con normalidad el término miodesopsia, mientras que en alemán, en francés, en portugués, o incluso en español parece reservarse como término técnico, y se opta por otras variantes. El concepto de moscas volantes es habitual y común a varios idiomas, principalmente latinos. Tenemos así las mouches volantes en francés, término que también se usa en alemán junto con
fliegende Mücken,
y las mosche volanti en italiano.

Otra variante destacada es la que proviene del inglés, donde no se hace referencia a mosca alguna. En este idioma, las moscas volantes se denominan eye floaters, o simplemente floaters, motivo por el cual en español y en otros idiomas han aparecido términos como flotadores o cuerpos flotantes, cuya variante en francés es corps flottants. El manual Merck, que es una enciclopedia médica muy popular que también usan los estudiantes de Medicina, emplea el término floaters, y dice sobre ellos todo lo que ya conocemos en su vertiente más institucional: "chronic, stable floaters are no clinical significance, require no treatment, and eventually become less noticeable". Me resulta gracioso cómo se usa aquí ese gran palabro inglés: "eventually", que quiere decir "con el tiempo", denotando un momento futuro indeterminado. Eventualmente en castellano significa "incierta o casualmente", y sirve para acertar cualquier pronóstico, porque con él se viene a decir que "algún día algo pasará", que es no decir nada y decir todo. Eventualmente seré presidente de Polonia. Sin duda es verdad.

Pues bien, las moscas cojoneras son un invento mío para ponerle título a este blog. Lo digo porque alguna vez he tenido la impresión de haber confundido a alguien. Por favor, que nadie le diga a su médico que padece moscas cojoneras. Las llamo moscas cojoneras porque, aunque la RAE no diga nada, es un término coloquial para referirse a algo que es molesto, pesado e insistente. Y de paso, pues creo que es fácil de recordar. Por otra parte, he pensado que, a estas alturas, el título que le he puesto al blog es un chascarrillo tonto y ramplón. Pero en fin, ahora ya está hecho y así queda.

28/9/08

Nueva encuesta: propuestas


Una vez terminada la última encuesta sobre la atención recibida por parte de los oftalmólogos, en unos días propondré una nueva. Según hemos estado hablando últimamente,
la próxima encuesta podría preguntar por las causas por las que hemos desarrollado las moscas volantes. Es decir, lo que se preguntaría sería, ante todo, si creemos conocer cuál es la causa por la que nos han aparecido las miodesopsias o si, por el contrario, no tenemos la menor idea o no nos preocupa.

El interés en hacer esta pregunta se debe principalmente a que
muchos de los lectores de este blog creen poder identificar una causa concreta por sí mismos, ya sea ésta puntual (p. ej., "usé un líquido determinado") o sostenida en el tiempo (algunos comentarios han señalado como causa un tic ocular). El resultado de la encuesta, en mi opinión, no va a ser revelador en términos médicos, puesto que no se trata de una investigación al uso y, en todo caso, que haya muchas personas que crean algo no significa necesariamente que sea cierto. Sin embargo, puede tener cierto carácter sociológico, no sólo porque nos podría indicar nuestro grado de satisfacción con la opinión del médico, sino también porque nos sirve perfectamente para conocernos los que participamos en este blog.

Propongo que la pregunta de partida sea la siguiente: ¿Podrías identificar alguna causa concreta para tus moscas volantes? Y las respuestas posibles, las siguientes:
1. Sí, por intuición personal; sospecho de una causa al margen de la opinión de mi médico.
2. Sí, gracias a mi médico; me doy por satisfecho con su explicación.

3. No, mi idea de las causas es vaga e imprecisa.


Una segunda pregunta podría ir dirigida específicamente a los que marcasen la primera opción en la anterior.
En este caso, habría que proponer un elenco de posibilidades lo suficientemente generales como para que no se multipliquen demasiado. Un abanico demasiado amplio podría dar lugar a muchas respuestas con un sólo voto.


Pues ésta es mi propuesta. A continuación, en los comentarios de esta entrada, podéis hacer las observaciones que queráis y proponer alternativas.

18/9/08

Fotos*


«Recuerdo con enorme nitidez la última vez que visité mi escondite. Recuerdo el sol llameante, escurriéndose entre las ramas de los árboles, y la tierra vacía, en sepulcral silencio.


Mis mejores recuerdos no están en fotos. Hace pocos años que se ha generalizado el uso de máquinas registradoras de imágenes. Casi todo el mundo tiene una cámara de fotos o de vídeo digital, pequeña, fácil de llevar y con capacidad infinita. Por desgracia, sólo graban imágenes.

Creo que, si hubiese fotografiado aquella puesta de sol, me la habría perdido para siempre. Nada habría quedado de ella si se hubiese perdido en un disco duro con otras quinientas mil imágenes, todas ellas reliquias de un tiempo imposible de rememorar.

Y aún atinando con ella por casualidad en el abismo de archivos, no vería más que las briznas de hierba, una a una desplegadas sobre el campo; la infinitud de la materia, llena de imperfecciones, terriblemente prosaica. Y el sol diminuto, como un motivo anecdótico dentro del cuadro.

El que se baja del bus cámara de vídeo en mano no mira; delega su posibilidad de mirar en un aparato incapaz de rentabilizar las sensaciones al nivel de un ser humano, porque el aparato no siente; delega su capacidad de recordar en el material que ha registrado, porque espera hacerlo más cómodamente sentado en un sillón frente a una pantalla; aspira a meter toda su vida en unos cuantos cientos de discos.

Pero para visualizar todos esos discos haría falta, al menos, el mismo tiempo invertido en grabarlos y, en el mejor de los casos, sólo nos recordarán que mientras la vida discurría nosotros grabábamos.»

*[publiqué este texto originalmente aquí, hace dos años, pocos días antes de descubrir la primera mosca volante]

30/8/08

Respuesta de Ocularis


Ocularis, el oftalmólogo encargado de este blog,
ha publicado abundantes comentarios en respuesta a los que yo publiqué en las últimas semanas (uno, dos, tres y cuatro). Los comentarios constituyen las dos últimas entregas de la serie El Proyecto Ocularis en Internet, cuyo objetivo es reflexionar sobre la repercursión que dicho proyecto tiene en la Red y las distintas respuestas ofrecidas por su audiencia. Los artículos son los siguientes:
El Proyecto Ocularis en Internet (II): los objetivo y lo subjetivo.
El Proyecto Ocularis en Internet (III): salud y afectividad.

19/8/08

Los regímenes escópicos y las miodesopsias


Hay una teoría sobre la visión que me fascina, pero no tiene
nada que ver con la oftalmología. Se trata de una teoría construida desde la Historia del Arte, que, por el material con el que trabaja, necesita elaborar su propio paradigma acerca de la actividad visual. Me refiero a la teoría de los regímenes escópicos, que Martin Jay ofrece en su artículo Regímenes escópicos de la modernidad. Es sólo una propuesta, no una verdad certificada por el método experimental, así que no es ajena a la controversia; no olvidemos cómo se construye el discurso dentro de las humanidades.

Con todo, la teoría de Jay resulta valiosa
por cuanto nos permite comprender el paisajismo de la Edad Moderna desde una perspectiva psicológica, es decir, poniendo el interés en cómo las formas son vistas y asumidas por el espectador, considerando en ello su punto de vista particular y su estado de ánimo. Por ello, no la considero impertinente al objeto de comprender las miodesopsias y su influencia sobre nosotros.

La perspectiva lineal ha tenido un papel fundamental en nuestra cultura como sistema de ordenación de la realidad vista. Tanto es así que la pirámide visual, propuesta desde teóricos como Alberti en el Renacimiento, no quedó sólo como un sistema de representación del mundo, sino que ha llegado hasta hoy como la explicación básica del funcionamiento de nuestros ojos, y de la forma en que sus lentes hacen llegar la luz hasta la retina. Así, en los primeros estudios modernos sobre óptica, Kepler y Descartes (fig. 32, detalle tomado de L'homme...) proponen que el esquema piramidal se reproduce inversamente dentro del ojo.


Este sistema de estructuración de la realidad cartesiano-cientificista siempre se ha definido como el más importante de la modernidad. No obstante su precisión, ofrece una vertiente convencional, que se obstina en llenar el mundo de líneas fugadas en profundidad, cuando la mayoría de las veces no están ahí. En la definición de este sistema, influyó notablemente el conocimiento de la cámara oscura; no en vano, se sabe que cada nueva tecnología condiciona nuestra forma de ver y representar el mundo, como ha demostrado la aparición de la fotografía. Pese a la presencia general de la estructura cartesiana en nuestra cultura visual, no es la única posible para aproximarse a la realidad vista. Jay propone que en realidad conviven tres regímenes escópicos principales, o tres modos de entender la imagen del mundo: el cartesiano, el empírico y el barroco.

Índice: régimen cartesiano | régimen empírico | régimen barroco


1. El régimen cartesiano

El primero de los regímenes referidos por Jay es el demoninado cartesiano (por Descartes), también denominado clásico-albertiano (por Alberti). Lo que más destaca formalmente en las obras que siguen este régimen es el planteamiento en base a la pirámide visual de la perspectiva lineal, que da lugar a la composición del espacio a base de líneas de fuga muy marcadas y evidentes, para lo cual se suele usar la arquitectura. En este modo el espacio se considera rectilíneo, abstracto y uniforme; no interesan las infinitas variaciones de la realidad superficial. La imagen obtenida en él está petrificada y fría, reducida al número; tiene por tanto una dimensión mental, cerebral, antes que sensible. El espectador está en un punto de vista privilegiado, estático y solitario; no parpadea. Se ha calificado de ser la imagen más objetiva del mundo, una captación de la estructura subyacente de lo visible.

Cuando el oftalmólogo nos invita a amortizar las miodesopsias dentro de nuestro campo visual, en el fondo lo que hace es pedirnos que adoptemos este registro cartesiano. Lo que se nos pide, dicho de otro modo, es que renunciemos a consignar todas esas infinitas variaciones de la realidad superficial (el punto de vista casual, la luz, la textura de los objetos, la atmósfera, las interferencias de nuestro sistema perceptivo...). Todo eso no debe molestarnos al objeto de interactuar con el mundo; es decir, al objeto de cruzar la calle sin que nos atropellen, o al objeto de comprender que estamos en una gran avenida flanqueada por dos galerías de treinta columnas dóricas cada una, por poner un ejemplo. "El cerebro", se ha dicho, "se acostumbra"; esto quiere decir que se hace hincapié sobre lo que se sabe, no sobre lo que se ve, y se nos invita a quedarnos con la idea, con lo importante, no con las variaciones causales de un momento dado.



















Fig. 1a: Rafael Sanzio, Los desposorios de la Virgen | Fig. 1b: Masolino, La fundación de Santa María la Mayor

Fig. 1c: fotograma de Tron (1982)

Figuras 1x: ejemplos de la aplicación del régimen escópico cartesiano. Particularmente, el cuadro de Masolino (fig. 1b) revela el extremo al que se lleva la aplicación de la pirámide visual, de tal forma que las nubes aparecen como platillos volantes, disminuyendo su tamaño conforme se alejan del observador. Por otra parte, la considerada como la primera película que usa un entorno virtual generado por ordenador, Tron (fig. 1c), es también una de las pocas que en Hollywood echa mano del régimen albertiano-cartesiano.


2. El régimen empírico

Lo empírico hace referencia a lo que se funda en la experiencia. Frente a la ventana albertiana, en el régimen empírico el observador no usa un punto de vista privilegiado, sino que usa un punto de vista más, el suyo propio como sujeto. La imagen sensible del mundo tiene valor por sí misma, nos informa fielmente de él. Por tanto, hay una confianza en los estímulos que bombardean la retina; se valora positivamente la imagen retiniana, y el espectador quiere ser inocente, desprejuiciado. Mientras que la imagen del régimen cartesiano tenía un carácter abstracto y mental, la del régimen empírico tiene un carácter concreto y retiniano. Desde este punto de vista, el mundo rebasa la ventana albertiana, y tiene preexistencia al margen de que exista un observador. La mirada empírica renuncia a las retículas, y se concentra en la riqueza de las superficies, en sus detalles, en sus texturas. Se prima el describir sobre el explicar.

Es cierto que la vertiente empírica está a menudo animada por una voluntad científica-práctica; sus representaciones quieren dar testimonio fiel de una realidad visible, llámese esta "tipos de árboles caducifolios" o "la apariencia de la luz en los distintos momentos de día". No obstante, la actitud confiada hacia la realidad vista, hacia ese bombardeo de estímulos procedentes de la hierba peinada por el viento, de la bulliciosa superficie de un mar encrespado, revelan la presencia del régimen escópico empírico. Por eso, creo que todos partimos de esta disposición psicológica cuando somos niños y nos revolcamos por la hierba buscando saltamontes: los ojos trabajan tan bien, que hasta olvidamos que los tenemos. Hay un momento de la vida en que creemos que el mundo está ahí fuera, tal y como se presenta a nuestros ojos.















Fig. 2a: Claude Monet,
La catedral de Ruán (1890) | Fig. 2b: Anatomía de Gray, ilustración de la edición de 1918.


Fig. 2c: Jan van Vermeer, Vista de Delft (1659-60)

Fig 2d: Anton van der Wyngaerde (conocido en España como Antonio de las Viñas), Vista de Madrid (1562)

Fig. 2e: Vista del Coliseo, tomada de Gladiator, de Ridley Scott (2000)

Figuras 2x: ejemplos de miradas empíricas son la de los impresionistas (fig. 2a), la de los libros de anatomía (fig. 2b), la de la cartografía (fig. 2d), la de los pintores holandeses del XVII (cuyo modelo de paisaje estaba precisamente influído por la cartografía) (fig. 2c), y también la el cine que pretende reconstruir entornos históricos (fig. 2e). Sobre la pintura de paisaje, salta a la vista la dificultad de someter a un conjunto de prados y montañas a la perspectiva lineal; es por ello por lo que el régimen empírico, que se recrea en la descripción, en la textura y en el detalle, se le adapta mucho mejor.


3. El régimen barroco

En el régimen barroco el observador parte de un principio de desconfianza con los estímulos visuales. En él, la imagen del mundo se queda por el camino; no llega a alcanzar nuestra retina, y menos nuestra mente. Hay una tendencia a la obnubilación y a la confusión; Christine Buci-Glucksman habla de "la locura de ver"(*). Las miradas empírica y cartesiana creen en la posibilidad de conocer el mundo, ya sea por medio de la experiencia o de la razón; en cambio, la mirada barroca no cree en los estímulos, no cree en la legibilidad del mundo. Se renuncia a reducir el campo visual a una única esencia coherente; se opta por la distorsión, por la interferencia, por la sombra. En Jay, esta mirada se identifica con el arte de la Contrarreforma, que pretende asaltar y desbordar nuestros sentidos. No obstante, el concepto puede llevarse más allá para explicar algunos aspectos del romanticismo, y también se ha propuesto para hablar de gran parte del uso de las CGI (Computer Generated Images) en el cine reciente de Hollywood.

En mi caso, la aparición repentina de una gran cantidad de moscas volantes en mi visión me colocó en una tesitura similar a la que suele usarse para describir el régimen escópico barroco. La multiplicidad, la extrañeza, la distorsión, la oscuridad, pero también el exceso de luz y el obnubilamiento son aspectos que coinciden bien con mi disposición hacia la realidad vista en aquellos días tan tristes. El mundo alrededor se había convertido en un barullo de fatigosa lectura, donde se entrelazaba lo real y lo aparente, lo material y lo espectral. El paisaje alrededor había desaparecido de un día para otro como yo lo conocía; el que se abría ante mí era un lugar extraño donde me sentía desbordado y desorientado, con esa extraña sensación de extravío que representan las laberínticas mazmorras de los juegos de rol. La visión barroca nos inquieta y nos produce vértigo, porque no permite saber lo que hay realmente al otro lado. Los grandes precipicios del cine representan perfectamente este régimen: la visión del abismo bajo el puente de Khazad-Dûm, en La comunidad del anillo (2001), se resiste a toda comprensión, a nuestro instintivo impulso por hallarle fondo, y nos devora.














Fig. 3a: Piranesi, Cárceles imaginarias, plancha VII (ca. 1760) | Fig. 3b: J. W. Turner, Paz, entierro en el mar (1742)

Fig. 3c: Vista de la sala de los pilares, en Moria, tomada de La compañía del anillo (2001)

Fig. 3d: Las Phantom Plains de Final Fantasy: La fuerza interior (2001), en el desplegable de la banda sonora.

Figuras 3x: ejemplos de representaciones barrocas, donde el espectador se ve obnubilado, extasiado. Los límites del mundo son vagos, imprecisos; la vista no es capaz de acotar qué significa cada cosa, cuál es su forma real, qué está y qué no está... El grabado de Piranesi (fig. 3a) nos inquieta por su inverosímil arquitectura; por su parte, la sala de los pilares de Moria (fig. 3c) se aparece como una nave de iglesia, cuyos soportes se alinean al modo de las perspectivas cartesianas; no obstante, se sumen en un abismo de penumbra que no es irrelevante. El cuadro de Turner (3b) muestra otras preocupaciones, como son la captación de los efectos atmosféricos y fugaces que pueblan la realidad visual. Por último, la Llanura de los fantasmas (fig. 3d) hace referencia a un paisaje desértico e inhóspito, de formas retorcidas y marchitas, morado en su infinitud por un ejército de monstruos evanescentes.


Epílogo


Los tres regímenes escópicos que han sido aquí expuestos no son los únicos que existen; se ha hablado de algunos otros. Con todo, estos son los que parecen tener mayor presencia en nuestra cultura. Por otra parte, que se hayan definido de forma aislada no significa que no existan superpuestos en nuestra mirada y en las representaciones de las que somos espectadores. La presencia de un régimen o de otro es siempre una cuestión de grado, es variable en el tiempo, y su adopción no obedece a circunstancias unívocas, como la tenencia o no de moscas volantes. No creo que la disposición psicológica hacia el acto de ver esté condicionada por el grado de precisión a priori con que funcionen nuestros ojos; pero sí creo que un cambio repentino en esta precisión puede trastocar nuestro mundo, y eso puede resultar traumático. La referencia a los regímenes escópicos es una manera de explicar mi caso particular.


Bibliografía
● ALPERS, Svetlana, El arte de describir: el arte holandés en el siglo XVII. Madrid, Hermann Blume, 1987.
● CALABRESE, Omar, La era neobarroca. Madrid. Cátedra, 1994.
● JAY, Martin, "Regímenes escópicos de la modernidad", en Pablo Fanego (ed.), Trompe-la-memoire. Historia e visualidade, A Coruña, Fundación Luis Seoane, 2003, págs. 28-49 (1ª edición del artículo en Seattle, 1988).
● LÓPEZ SILVESTRE, Federico, El paisaje virtual: el cine de Hollywood y el neobarroco digital. Madrid, Biblioteca Nueva, 2004.

9/8/08

El blog de Ocularis (IV): recapitulación


En los tres últimos artículos he hablado del blog de Ocularis. Llevaba tiempo deseando hacerlo; en primer lugar, para reconocerle un valor algunas veces cuestionado en el presente blog; en segundo lugar, porque es una referencia institucional de las consideraciones que la Medicina hace de las moscas volantes. Por ello, el Proyecto Ocularis no puede evitar ser un referente para mí en un doble sentido: atractivo y retractivo.


Atractivo, porque tengo una alta consideración del blog de Ocularis y de su propio autor, quienes sirven a la causa de la divulgación científica, aportando en ello seriedad, objetividad y fiabilidad. Retractivo, porque se constituye como referente antagónico para mi blog, es decir, contribuye a la definición de mi postura, a la construcción de mi discurso (y de mi identidad) como reverso de la moneda. Así, las categorías valorativo, opinativo, subjetivo y particular se definen como consecuencia de las categorías informativo, científico, objetivo y universal.

Los tres comentarios que he dedicado al blog de Ocularis responden a esta visión referencial del mismo. Así, mientras el primer artículo ofrece una panorámica general y una valoración positiva del blog en tanto que espacio científico, el segundo y el tercero retoman el tema en litigio (las miodesopsias), y usan a Ocularis (en relación de oposición) como pie para hablar de El vuelo de las moscas cojoneras. El mensaje es claro: una reflexión sobre nuestro cuerpo no se agota en el punto de vista médico; por tanto, me interesa hablar de lo que no es medicina. En mi blog, lo subjetivo, lo particular, adquieren un sentido meliorativo.

En resumen, lo que he querido con estos artículos es afirmar mi creencia en que el blog de Ocularis no obsta a ninguna de nuestras convicciones, porque técnicamente no las cuestiona; ni siquiera se ajustan a su temática principal. Convertirlo en objetivo de nuestra ira es pagarla con un blanco fácil, con el primer oculista de habla hispana que, en un impulso altruista, ya ingenuo, ya plenamente consciente, se ha expuesto a la voracidad de Internet.

El blog de Ocularis sencillamente responde a una necesidad distinta a la que nosotros estamos formulando, eso es todo. Porque el blog de Ocularis no es un foro de opinión ni de expresión. La ciencia no tiene nada que ver con la democracia; los hechos no dependen de lo que opine o desee una mayoría. Y los hechos son que, a estas alturas, las moscas volantes no tienen arreglo efectivo en condiciones de seguridad. (En eso estamos de acuerdo todos los afectados de moscas en este blog, ¿no es así?)

El papel de El vuelo de las moscas cojoneras, por tanto, no consiste en poner en tela de juicio estos hechos; ni tampoco en ocultar que nuestra existencia conlleva una serie de lastres biológicos, como la decadencia, el dolor y la muerte. Sólo consiste en recordar que, tras la inapelable realidad médica presente, hay otras realidades (psicológicas o ideológicas, individuales o colectivas) que le influyen sutilmente con el tiempo. Sobre estas realidades se puede naturalmente hablar sin faltar a la verdad; no obstante sin necesidad de justificarse en el método experimental de la ciencia. Este territorio tiene su existencia probada por mi mera presencia aquí. Lo importante ahora es hacerle una defensa digna, comedida y convincente. Eso es lo que intenta mi blog.

Artículos relacionados:
El blog de Ocularis (III): objetos y sujetos
El blog de Ocularis (II) y algunos factores humanos
El blog de Ocularis (I)

31/7/08

El blog de Ocularis (III): objetos y sujetos


Decíamos que Ocularis construye su blog antes desde el consenso que desde la opinión particular. Es decir, lo que le interesa es el discurso institucional, en tanto éste aspira a la objetividad y la universalidad; no los juicios ajenos a la metodología científica, emitidos intuitiva e incluso desesperadamente y que, aislados y subjetivos, no sirven al conocimiento.

No obstante, esta distinción marcada por Ocularis aparece difuminada en algunos momentos puntuales, sin que él mismo parezca haberlo notado. En una pieza clásica de su blog, titulada “Relativizando las cosas”, se echa mano de una dramática historia con la intención de sacudir nuestra conciencia, a costa de ridiculizar la insensatez de un paciente con moscas. Este buen señor, que “no se tropieza con la silla al entrar”(*), sirve cómicamente al objeto de reforzar la incontestable evidencia de que siempre existe un mal peor que el nuestro. La tesis podrá ganarse o no nuestro corazón, pero sea como fuere, lo que es innegable es que no estamos ante un discurso científico, sino marcadamente moralizante.

Respecto a mi corazón: inmediatamente me veo compelido a suscribir la tesis de Ocularis, desbordado por la contundencia de la lógica empleada. Pero, al rato, descubro avergonzado que sigo sintiéndome lastrado por mi pequeño mal. Yo creo que el aplastante argumento de que siempre existe un mal mayor no sirve tanto a los aprendices como a los que tienen la maestría. Así, suele demostrarse incapaz de penetrar a la primera las murallas del dolor de cada uno, y sólo usado a modo de ariete, tras muchas embestidas, puede abrir alguna brecha. Porque las heridas del alma no son cosa de lógica, y no se curan con verdades puntuales, sino como consecuencia de un largo aprendizaje basado en la experiencia directa (cosa que los médicos conocen bien). La fuerza que nos suscita las ganas de vivir, como sabemos, está muy lejos de las verdades racionales; de otro modo, evidencias como la muerte, que siempre es inminente, sólo podrían persuadirnos de abandonarlo todo.


Imagen: ejemplo de discurso moralizante, es decir, que persigue la instrucción de las costumbres y, en definitiva, la inculcación de una actitud ante la vida. Corresponde a un libro de emblemas, muy habituales en el Barroco. Este emblema, titulado Advertid que somos polvo, pertenece al Theatro Moral de la Vida Humana (1669), de Otto Vaenius y Antonio Brum. El texto del epigrama dice: "Contempla en la obscuridad / essa sombra que te asombra: / pues la más rara beldad /que ahier se adoró Deidad / hoy es menos que su sombra".


Así pues, “Relativizando las cosas” es una regañina velada, es decir, una reflexión no acerca de lo que es, sino acerca de lo que debe ser. Es un sermón paternalista, más o menos explícito, sobre lo que está bien y lo que está mal. En consecuencia, es más una lección de filosofía para la vida que una estrictamente de medicina. Ello no quiere decir que carezca de razón o de lógica. Sin duda la posee, y muy fuerte; pero se trata de una razón intuitiva, una lógica a priori, de la que cualquier persona dispone sin necesidad de estudiar medicina. Por eso, desde el momento que Ocularis adopta este registro moral, se encuentra en tierra de nadie, y cualquier persona posee la autoridad de cuestionarlo.

Dejando a un lado a Ocularis, lo cierto es que la confusión entre discursos de conocimiento y discursos moralizantes (es decir, ideológicos) son a mi juicio frecuentes en la práctica profesional de algunos médicos. Me disgusta enormemente que, frente a quienes separan limpiamente los hechos de las opiniones, algunos gusten de solaparlos. Es decir, repruebo que algunos médicos, utilizando el nombre de la Medicina (y su tradicional autoridad moral sobre las gentes corrientes), rebasen su territorio para ejercer, por ejemplo, de curas. Lo considero una impertinencia similar a la del curandero que se anuncia como médico.

En ambos casos, en mi opinión, se secuestra el nombre de la Medicina para hacer otra cosa. No obstante, todos somos libres de hacer otra cosa. Por eso, acepto con total deportividad que un médico me regañe si se quita antes la placa y me habla “de paisano”, como una persona más que, desde la intuición, se dedica al libre ejercicio de opinar. No es que me parezca bien; me parece incluso recomendable. Pero llegado ese punto, el médico debe aceptar una relación simétrica con su interlocutor. El caso es que metafísica no se estudia en medicina, y dar sermones sin arte me parece un gesto arrogante.

Es obvio que el blog de Ocularis no tiene como finalidad, ni primaria ni secundaria, la de aleccionar a sus lectores. Pero yo le preguntaría si es consciente haberlo hecho de manera puntual; porque para mí lo ha hecho. Pero esto no es nada malo. Aunque Ocularis escriba un blog médico, tiene derecho a opinar, como todo el mundo. Tiene todo el derecho a desarrollar, a la par de su discurso sobre oftalmología, otras tramas discursivas en las que, por poner un ejemplo, opine sobre cuestiones de moral. Simplemente se trata de opinar, como opinamos todos. La cuestión está en saber si Ocularis acepta a un interlocutor en condiciones de simetría, es decir, si acepta como un empate que el enunciado “siempre hay gente con una salud peor” reciba como respuesta “siempre hay gente con una salud mejor”.

“Ayer viví una situación que me invitó a la reflexión, y quería compartirlo con vosotros”, dice Ocularis para comenzar su artículo. Objetivamente, no podemos decir que el estilo de Ocularis se arrogue autoridad. Siendo así, lo respeto perfectamente, y me parece una postura honesta. Por lo general, las ideas de Ocularis acerca de las opiniones personales de cada uno impregnan todo su blog, y revelan que no se cree con autoridad de cambiarlas. No obstante, las desdeña porque no las considera pertinentes al objeto de blog. Estas dos actitudes hacia las ideas de los demás son legítimas y respetables, y por tanto es justo que les demos respuesta en idénticos términos. La postura del médico puede resumirse en una de sus frases: “cada uno es libre de opinar que sus moscas son incapacitantes, pero yo no voy a darle la razón”.

En último término, esta afirmación me parece buena. Pero presenta un problema aparente que me gustaría analizar. Resulta que cruza dos planos antagónicos: el de las calientes emociones de un individuo y el de los fríos enunciados que, acerca de muchos individuos, consensúa una disciplina que nos es ajena. Como consecuencia, la paradoja. No podemos evitar sentirnos perplejos cuando nos dicen que algo tan real como nuestra propia tristeza es “relativa”. Debemos estar atentos a la sutileza: es relativa en tanto somos parte del objeto de estudio de la Medicina; pero es absoluta en tanto somos sujetos y no tenemos más sentimiento que el nuestro propio.

Considerados los dos extremos, creo que la postura más inteligente es no enrocarse en ninguno de ellos. La invitación a “relativizar” recoge la vertiente “objetivista”, en la medida en que nos invita a vernos desde fuera, formando parte del mundo, como objeto entre muchos objetos. Nos invita a recordar, en suma, que no somos los únicos en el mundo y, en consecuencia, que la chica que iba a morir o a perder la vista es tan real como nosotros. No obstante, por encima de las tierras y de los tiempos, de la infinidad de calamidades que harían sonrojarse a las nuestras, nosotros no podemos dejar de existir subjetivamente. Mi blog quiere ser humilde demostración de ello.

Artículos relacionados:
El blog de Ocularis (IV): recapitulación
El blog de Ocularis (II) y algunos factores humanos
El blog de Ocularis (I)

21/7/08

La firma


Publico esta entrada para comentaros que
desde ahora firmaré en este blog como 'Juan', y no con el apodo inventado que estaba usando.

Como ya he dicho alguna vez, me parece perjudicial exhibir el tema de las moscas volantes fuera de este blog. Mientras que Internet nos ofrece la posibilidad de ensayar diferentes registros de nuestra personalidad en condiciones de seguridad y de anonimato, en la vida real no conviene ser cargante con las personas que nos importan. En mi caso concreto, salir a la calle diciendo las cosas que digo aquí sería la más nefasta forma de permitir a las moscas conquistar mi vida.

Por este motivo, he decidido usar desde ahora mi verdadero nombre, un nombre lo suficientemente común como para no indentificarme, pero que me identifica mejor que ninguno, por ser el mío. El caso es que me estaba molestando aparecer de primero en Google al teclear el antiguo alias, por el que me identifico en páginas relacionadas con otros asuntos. Lo que quiero es que nadie que me conoce pueda encontrar este blog. Quedo entonces presentado.

12/7/08

El blog de Ocularis (II) y algunos factores humanos


Dicho lo dicho en el artículo anterior, ¿en qué lugar queda El vuelo de las moscas cojoneras? Defender el planteamiento de Ocularis, ¿significa acaso una contradicción con todo lo que en mi blog he dicho? No, en absoluto. Porque éste no es un blog de medicina, y defiende que la reflexión sobre un problema relativo a nuestro cuerpo, sea grave o leve, es libre e íntima, y en ningún modo puede quedar satisfecha totalmente por un punto de vista exclusivamente médico.

La cartesiana malla de la ciencia, de la objetividad, del hecho probado, suele quedarse corta cuando pretende explicar nuestras alegrías y nuestras tristezas en términos de causa-efecto. Y más cuando se ve condicionada por los engranajes burocráticos y por la rutinización profesional.

También Ocularis se refiere a esta libertad nuestra cuando incansablemente alega: “yo digo lo que hay; después, cada uno es libre de pensar lo que quiera”. Justo por esto soy un lector habitual del blog de esta persona, pese a que alguno de los lectores del mío se vea decepcionado. Yo no busco en el blog de Ocularis que sea bueno en alentar las penas del público, o en parchear las lagunas del conocimiento con esotéricas teorías de campos de energía. Espero solamente que sea bueno en traducir a un nivel asequible los conocimientos sobre la facultad de ver; no los propios de Ocularis, sino los aceptados y contrastados por la Medicina. Pues es una ciencia que siempre me ha inspirado el máximo respeto y confianza, no obstante sus lógicas limitaciones.

Pero frente a esto, creo que hay un aspecto que Ocularis no parece contabilizar: la propia ciencia, la Medicina a nivel institucional, también está impregnada por las ideologías, es decir, se ve afectada por el mundo de las opiniones (entre las cuales está todo lo relacionado con la ética). Para cualquier ciencia, la neutralidad es un desideratum, no una realidad de hecho, habida cuenta de que está desempeñada por seres humanos individuales, que no son ajenos a factores culturales y mutables, ni tampoco a las pulsiones emocionales.

Pueden aducirse infinidad de ejemplos históricos: la consideración de la homosexualidad, el desinterés hacia los mecanismos de placer del aparato reproductor femenino, las reservas hacia el aborto, las prácticas médicas durante la Alemania nazi, las distintas posturas hacia la eutanasia o las trabas a la experimentación genética son algunas pruebas de que la historia de la Medicina soporta una lectura cultural. [En consecuencia, no es inverosímil que pudiese aparecer una generación de oftalmólogos, enraizados culturalmente en la sociedad del bienestar, que hiciese una consideración distinta de las miodesopsias; no en vano, la aparición de la medicina estética y de las generaciones de médicos que la apoyan es también consecuencia de un cambio cultural].

Salvando las distancias con tan eminentes cuestiones históricas, es únicamente en este territorio “cultural” donde mi blog pretende ejercer alguna influencia, por leve que sea. Por ejemplo, para hacer aceptables enunciados como éste: “no es ridículo (anómalo, extraño, extravagante) sufrir por moscas volantes” o “algunas personas mentalmente sanas pueden sufrir por tener moscas volantes”, lo que no impide que sigan teniendo validez otros enunciados como “a día de hoy, lo ideal sería acostumbrarse a las moscas volantes”.

Artículos relacionados:

El blog de Ocularis (I)

El blog de Ocularis (III): objetos y sujetos

El blog de Ocularis (IV): recapitulación

5/7/08

El blog de Ocularis (I)


Entre los enlaces a los que apunta este blog, hay uno qu
e se repite con especial frecuencia. Se trata del que remite al blog de Ocularis, un espacio que tiene como objetivo la divulgación de los conocimientos del campo de la oftalmología. Citado la mayoría de las veces como un referente informativo, se ha filtrado aquí en ocasiones como ejemplo de un planteamiento antipático hacia el tema que nos preocupa. Pienso que nuestros intereses particulares han distorsionado un poco el verdadero sentido de esa web. Por eso, llevaba un tiempo pensando en dedicarle este comentario, con la intención de trascender un poco todo lo relativo al tema de las moscas volantes.

Vasto, sintético y asequible, el proyecto Ocularis está en permanente ampliación desde hace casi tres años. Actualmente ofrece ya una amplia colección de artículos especializados, avalados por la cualificación de su único autor, oftalmólogo profesional. Ligero y coloquial en el estilo, ameno en el enfoque, aborda desde los temas más populares a los menos conocidos despertando la curiosidad entre muchos lectores, entre los que me cuento.


Tipológicamente, es un blog de medicina, entendiéndose ésta en el sentido académico y ortodoxo del término. Su aspiración es, por tanto, rigurosamente científica; no especulativa, ni tampoco piadosa. En consecuencia, la finalidad que el blog se marca es muy clara: compartir con l
a sociedad conocimientos fundados y concretos, avalados por una metodología históricamente consensuada y con eficacia demostrada.

Formalmente, el mensaje viene condicionado por su público objetivo, definido desde el principio entre internautas de nivel cultural medio, y ajenos al gremio de la medicina. No obstante esta intención, dos polos ajenos al planteamiento inicial han determinado la progresión de Ocularis a lo largo de este tiempo. Por una parte, el deseo de elevar el mensaje a secto
res de público profesionales de la disciplina tratada; por la otra, la presión de públicos populares que, movidos antes por un problema individual que por una curiosidad general, demandan un reenfoque en ciertos aspectos del blog.

Vista de la portada del blog de Ocularis (a 5 de julio de 2008).

A este respecto, uno de los temas que más controversia suscitan es precisamente el que me ocupa en mi blog: las moscas volantes. El propio Ocularis ha mencionado en varias ocasiones la abundante marea de visitantes que atraen sus dos artículos (1 y 2) sobre miodesopsias, no en vano son los que más comentarios han recibido. Es en este apartado donde puede verse por donde van los tiros de gran parte de la audiencia que, movida por el terror que le provocan sus propios males, no desea tanto información como consuelo. La consecuencia es que, en la medida en que el blog cede a la polémica, se deturpa su finalidad original y se generan equívocos.

Se distingue en el discurso de muchos comentarios la errónea interpretación del blog como un foro libre de ideas, donde se puede participar equitativamente. Frente a la curiosidad, son el miedo, la desesperación o incluso la rabia los sentimientos motrices. La búsqueda de refrendo para la opinión personal, el reproche o la petición de ayuda, son formas habituales de rebasar el territorio del blog. Muchas veces, se basan en la necesidad de obtener cierta correspondencia sentimental, en una creencia que gobierna muchos de nuestros impulsos como pacientes. Por una extraña razón, algunos de nosotros tenemos la sospecha de que, si nos amase una hermosa oftalmóloga residente de primer año, ella sí estaría dispuesta a sacarnos las moscas de la vista. Nada más lejos de la realidad: entonces, nos daríamos cuenta de que verdaderamente los médicos no nos engañan cuando nos dicen que no se puede hacer nada.

Por su parte, lo que subyace en muchas intervenciones de Ocularis es la idea de que someter la ciencia a refrendo democrático es una temeridad. Y medir en pie de igualdad a la medicina con las opiniones populares constituye un acto estéril, pues toda relación que se establezca entre ambas ha de ser por fuerza asimétrica. En este contexto, se entienden las continuas advertencias de su autor contra las consultas particulares y contra las especulaciones pseudocientíficas, a veces enormemente atrevidas. La moderación de comentarios es la herramienta principal que Ocularis utiliza para la suspensión de toda polémica.

Pero la desesperación tiene la virtud de la perseverancia: a un lado Ocularis, al otro muchos comentaristas, las faltas de entendimiento y los intereses encontrados acompañarán siempre a este blog. Son parte de su naturaleza, en la medida en que se ha atrevido a bajar a la arena, a internet, donde se desvanecen los límites socioculturales de la vida real.

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21/6/08

La desencantada imagen del mundo


En mi caso, las moscas volantes han sido un evento psicológicamente devastador o, cuando menos, revolucionario. Seguro que habrá a quien le parezcan unas palabras fortísimas. Pero yo mentiría si dijese otra cosa, bien que existan males muchos peores para devastarme. Si no fuese así, nunca abriría este blog, no hubiese hablado tanto. Obviamente, esto ya dura demasiado para ser una obra de teatro. Ahora, el lector puede tomar dos caminos: el de creerme o el de atribuirme algún tipo de deficiencia mental.


Entre las diversas consecuencias que han tenido en mí las moscas volantes, hay una que puede sonar a sutileza, pero que ha afectado de forma general a mi idea de la vida. Se trata del desengaño. El desengaño que, como decía, cada persona experimenta por una causa distinta en forma y gravedad. Mi desengaño consiste en la pérdida de la ilusión por lo que está fuera, por la imagen que obtenemos del mundo dentro de nuestros ojos.

De pequeño era ingenuo. Pensaba que lo que veía no era un reflejo de las cosas, sino que eran las cosas en sí. Creía que el cielo que veía era el cielo propiamente dicho, y que la hierba, las flores, estaban realmente ahí donde las veía, exactamente igual que las veía. Por eso me sentía perplejo y escéptico cuando me decían que mi piel estaba hecha de células diminutas, y éstas a su vez de átomos diminutos; que la luna era redonda, pese a estar en cuarto creciente, y que estaba infinitamente lejos; que la lejía no era agua, y no sabía a agua; y que las personas de la tele no estaban dentro de la tele.

Sobreviví a mis creencias aceptando que había cosas para la vista y cosas para el intelecto. De tal forma que acepté que la parte visible era una vertiente autónoma de las cosas, que la imagen de un pájaro era el pájaro en sí visualmente hablando, aunque no se le oyese cantar, ni se le examinasen las vísceras al microscopio. Es decir, creí que el mundo era visualmente objetivo y uno. Y quizá sea fácil pensar así para quienes tienen unos ojos funcionando a pleno rendimiento.

El problema es que, llegadas las mantas volantes a mi mundo visual, este mundo se convirtió en una cosa etérea y escasamente fiable. Una imagen gaseosa, vaporosa y azarosa que destruyó el mundo como forma sólida y objetiva, como cosa real fuera de mí. El mundo dejó de estar ahí para estar aquí dentro, sometido a las fracturas de mi espejo. La vista del cielo dejó de ser la que está ahí para ser la que llega aquí, es decir, la que consigue arribar tras abrise paso a través de las imperfecciones del sistema. En consecuencia, la vista del cielo es la vista del artilugio con que se observa. Con razón dicen que la tecnología que mejor funciona es la que menos se nota.

Sentí que algo que amaba me había abandonado. Amaba salir por la ventana, mirando a un lado y a otro, hasta el punto de pensar que yo no estaba, que sólo estaba el mundo, los tejados, las nubes, y los pájaros columpiándose en las alturas. Ahora puedo mirar, pero es imposible dejar de estar presente.

8/6/08

Ampliación de la encuesta


Acabo de darme cuenta de que Blogger ya permite ampliar el tiempo de las encuestaciones, aunque éstas hayan sido iniciadas o incluso concluidas. Aprovechando esta posibilidad, he reactivado tres meses más la encuesta de la izquierda
('¿Cómo valoras la atención médica recibida en relación con las miodesopsias?'), después de haber permanecido un tiempo bloqueada. Hacerlo no va a provocar ninguna distorsión especial en el resultado final; al contrario, permitirá conocer la opinión de un número mayor de votantes, que hasta ahora no han sido muchos. Así pues, os invito a votar a quienes no lo hayáis hecho. Un saludo.

1/6/08

Relativizando la relativización


[Este artículo correspondía originalmente al primero de dos que hablarían sobre una especie de desamor con la experiencia visual al recibir en ella el impacto de las miodesopsias. Dada la autosuficiencia y la oportunidad del texto, he decidido cambiarle el título, a riesgo de ser tomado por un perfeccionista (es decir, un maniático que tiene todos los boletos para sentirse molesto por las moscas). En unos días, continuaré con 'La imagen del mundo' como artículo independiente. *Nota del 8-VI-2008]


Las moscas volantes son sólo una de las múltiples formas en que uno puede sufrir un desengaño. Los desengaños, como es sabido, no tienen una causa definida y válida universalmente, sino que dependen de la sensibilidad individual de cada persona. No están determinados únicamente por el objeto, sino también por el sujeto, por sus circunstancias y por sus experiencias.

Así, se comprende el recurrido argumento de que
las moscas volantes no eran un problema para los visigodos, pero sí lo son en una sociedad que no se muere de hambre o por una gripe. No en vano, muchos asistimos con perplejidad al hecho de que sea un problema descubrirse una arruga en el espejo, o que algunos crean necesario llevar a su perro al peluquero.

Por desgracia, por muy inteligentes y considerados que seamos,
es muy difícil sustraerse a las circunstancias propias y proceder a relativizar. Es muy difícil, cuando sólo nos han robado el coche, tener la lucidez de acordarnos de todas las pestes del siglo XIV y de todos los mutilados de la batalla de Poitiers. Bien que debamos aspirar a hacerlo, no es ni mucho menos cosa de dicho y hecho. A relativizar también hay que aprender. De hecho, si los médicos aceptan las moscas volantes como poca cosa, es por haber asistido a problemas mucho más gordos.

Si me remito a la Historia hoy, es porque he oído muchas veces que "la culpa la tiene la actual sociedad del bienestar" que a todos nos vuelve caprichosos. Pero es que hay otra forma de verlo:
que alguien diga "me duele" o "me molesta" no deja de ser cierto por el mero hecho de que tales impresiones sean un fenómeno relativo. El impacto cuantitativo entre la población de tales "males imaginarios" nos indicará la necesidad que tenemos de hallar una solución. Entretanto, que se nos invite a aguantarnos porque no hay otro remedio me parece muy adecuado. No me lo parece, en cambio, que se especule a la ligera con nuestra salud mental, o que se descalifique el problema por pequeño que sea.

17/5/08

Días decisivos


Perdonadme los que seguís el blog. Como veis, estas últimas semanas ha descendido bastante la frecuencia de actualización. Ello no se debe ha que haya renunciado a todo lo que he dicho hasta ahora sobre las moscas volantes, ni a que haya constatado que efectivamente "es como si no estuviesen". Ojalá llegue el momento en que sea así. Pero, en esta ocasión,
la parada se debe a causas de fuerza mayor.

Estoy en la recta final del curso, con los últimos exámenes de la carrera, así que no debo descuidarme con ellos, ni ocupar el valioso tiempo de estudio teorizando sobre manchitas voladoras. De hacerlo, estaría derrochando la vida exactamente igual que cuando, ante un precioso paisaje, me dedico a perseguir las moscas. Tengo que ponerme serio en estas semanas. Después, podré volver, sin remordimientos y con la cabeza despejada, a escribir tantas cosas que aún querría decir aquí.

Entre los artículos que tengo planeado abordar están los relacionados con:
-Mi última visita al oftalmólogo, y la curiosa conversación que tuve con él.
-Un reseña acerca del blog de Ocularis, nombradamente sobre su artículo sobre miodesopsias, titulado "Las moscas, hilitos y manchas negras", bien conocido por muchos de vosotros.
-La conclusión de la última encuesta, que de nuevo se ha quedado corta de tiempo, y no ha podido acumular un número de votos suficientes (lástima que blogger no permita ampliar el tiempo de una encuesta una vez iniciada).
-La clínica de Murcia, y su supuesta operación para moscas volantes.

Un saludo a todos, y que las cosas vayan bien.

26/4/08

Sale el sol


Me ha parecido ver cierta relación entre el número de visitantes del blog y el tiempo. Quizá sea una tontería, pero en ocasiones he visto elevarse el número de visitantes al socaire de los anticiclones que cruzan la península Ibérica. No en vano, la mayoría de las entradas al blog se realiza desde España.


Yo supongo que el análisis del tráfico de este blog podría servir para entender alguno de los patrones de funcionamiento de las molestias de las moscas. Uno de ellos, hipotético, es el que acabo de decir: el tiempo soleado resulta más angustioso para quienes tienen moscas volantes.

Más evidente es que el tráfico desciende significativamente los fines de semana. Esto podría entenderse como que (suponiendo que la mayoría de los visitantes tenga libres estos días) el descenso del nivel de estrés conlleva un descenso de las molestias de las miodesopsias. No obstante, también es difícil determinarlo, desde el momento en que la caída del tráfico en fin de semana es una constante en muchas webs. Esto se puede relacionar con el hecho de que mucha gente sólo accede a Internet desde su trabajo.

Lo que sí puedo afirmar es que las visitas ahora, siendo poquitas, están en su nivel más alto desde que empecé con el blog. Paradógicamente, es cuando menos estoy escribiendo. Bien se ve: ésta es la segunda entrada de abril, y el mes está a punto de terminar. La cuestión es que estoy en una época particularmente complicada, y no precisamente por las moscas.

Más de una vez he oído que "hay que relativizar las moscas". La relativización, no obstante, no es una cosa que nosotros vayamos a buscar, sino que es ella la que nos encuentra a nosotros. No podemos relativizar las cosas en base a una experiencia que no tenemos. Sólo el tiempo y los acontecimientos nos van persuadiendo de aceptar los hechos.

Mis últimos días han transcurrido de forma sutilmente diferente a los largos meses anteriores. Diversos asuntos, sin ser graves, han mantenido en un relativo segundo plano las moscas. Casi como si me encontrase mirando un árbol lleno de flores meciéndose al viento, me he encontrando más tiempo del habitual olvidándome de enfocar las moscas.

Esto es una gran noticia, sin duda. Una gran noticia que sin embargo no debe usarse para demostrar ni probar nada. Sino que simplemente debe disfrutarse como se disfruta un golpe de suerte. La solidez de este estado mío se verá con el tiempo. Pero, de mantenerse, en absoluto debe entenderse como un rebatimiento de todo lo que he escrito hasta ahora. La tristeza vivida queda ahí, nada se puede hacer ya con ella.

El dolor, el sufrimiento, son acontecimientos irreflexivos que quedan justificados en sí mismos y que no pueden ser juzgados como "correctos" o "incorrectos". Calificar la tristeza o el dolor de otra persona de emociones impertinentes es muchas veces un gesto arrogante.

12/4/08

El espacio de la arquitectura


La arquitectura contemporánea está dando valor al agua en sus espacios internos. Son muchos los ejemplos donde se demuestra una armoniosa integración del agua con el espacio diseñado. Dos ejemplos me son familiares: el museo de la ciudad donde vivo y una de las bibliotecas de la Universidad. En ambos casos, la función principal que ejerce el agua es la de activar acústicamente el ambiente, dotándolo del sigiloso murmullo de los arroyos y las fuentes.


No es algo del todo nuevo. La antigüedad clásica se ha definido por una notable cultura del agua, que a menudo aparecía como parte de la arquitectura. Roma invocaba la naturaleza nutricia por medio de su vasta red de acueductos que unían la ciudad y el campo. El líquido llegaba a adquirir una dimensión mágica en su vinculación con ritos iniciáticos. Emperadores como Tiberio, con su gruta marina en Sperlonga, o como Adriano, en su villa de Tívoli, ilustran el papel del agua como agente de ocio, más allá de sus funciones vitales, higiénicas o agrícolas.

En este contexto, se comprende que se haya dicho que uno de los remedios más antiguos para los acúfenos lo hayan aportado los romanos, que a menudo gustaban de celebrar sus reuniones junto a corrientes de agua con el fin de que éstas aminorasen el efecto del tinnitus.

¿Qué es lo que hace que las corrientes de agua aminoren los acúfenos? Los acúfenos, que ofrecen puntos en común con las moscas volantes, pierden notoriedad cuando se genera una fuente de atención más potente que ellos. Como he dicho en varias ocasiones, tanto moscas volantes como acúfenos son más perceptibles cuando son el único estímulo. Dicho de otro modo: se hacen más intensos cuando recibimos un bajo caudal de información visual o acústica, como sucede cuando miramos una pared blanca o nos hallamos en un lugar silencioso.

Lo que se consigue al proponer un caudal constante de sonido al oído (como una corriente de agua, o el rumor de una emisora de radio) es en idea lo mismo que se consigue al proponerle al ojo una superficie heterogénea (como un mantel de colores o un árbol lleno de flores): los estímulos procedentes del exterior ganan notoriedad y nos distraen de aquellos otros que nos molestan. Quizá la cultura del jardín, como espacio plagado de estímulos sensoriales heterogéneos, esté relacionada en una pequeña proporción con este placer del prisionero que escapa de su prisión.

Estoy seguro de que más de un arquitecto ha recordado que existe el tinnitus a la hora de colocar una caída de agua en su edificio, y más en una época en la que ya casi nada es gratuito en arquitectura, pues suele proceder de una reflexión concienzuda sobre las necesidades sensoriales humanas (luz, color, temperatura, humedad, sonoridad, olor, tacto...). No obstante, la denodada búsqueda por el confort que sostiene la arquitectura contemporánea se me antoja ridícula cuando me doy cuenta de que, a pesar de todos los cuidados, por la vista me encuentro más a gusto en la calle. Pero claro, el confort no es una cualidad absoluta, sino relativa a las necesidades que cada uno posee.

En cualquier caso, conozco una serie de edificios donde la confortabilidad de mi experiencia acústica guarda una relación inversa con la incomodidad de mi experiencia visual. Casualidad o no, la dimensión sonora parece cuidada con acierto, mientras que la visual resulta fatigosa y desagradable. Los grandes muros lisos, blancos y refulgentes, las tozudas luces de tubo, parecen certificar que las miodesopsias no existen para mucha gente.

Porque claro, son las moscas volantes las responsables de que la iluminación no sea la adecuada; tal vez para quienes no las tienen sea una buena iluminación. Una vez me quejé a un amigo de estos tubos fluorescentes. Él me replicó que no iban a cambiarlos por uno al que le molestasen. ¡Y yo que pensaba que “todo el mundo tiene miodesopsias”…!