El vuelo de las moscas cojoneras

Las miodesopsias o 'moscas volantes' son opacidades que se forman a veces en el vítreo del ojo y tienen carácter permanente. Para quienes las tienen, se perciben como sombras que pululan por el campo visual, a menudo comparadas con puntos, hilos o telarañas. La oftalmología las considera por sí solas un problema menor. Hoy en día, no las trata porque no dispone de un remedio eficaz; no obstante, sostiene que se dejan de percibir con la costumbre. Cuestionada esta afirmación por muchas personas, este blog nace para comprobar su veracidad sobre mi caso particular. Pero no persigue una experiencia científica, sino expresiva.
[Aviso: ÉSTE NO ES UN BLOG DE MEDICINA. Para leer una descripción médica de las miodesopsias, visita este enlace.]

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27/3/08

La atención


Hoy voy a hablar de la Madre del Cordero, la clave de todo este asunto, el principio y el fin. Se trata de la atención. Ya he introducido el tema en varias ocasiones, pero tenía pendiente abordarlo de forma integral y monográfica. Aún quedan cosas que decir. Y una vez dichas, aún hay que repetirlas mucho. Pues la verdad, si se me permite la presunción, suele ser por sí sola olvidadiza, y sólo con perseverancia puede persistir en la mente de la audiencia.

Las moscas volantes que, según los médicos, “sólo molestan” son un problema de atención. Un problema de atención que reside en el sentido de la vista. Luego no son estrictamente un problema de visión. Lo mismo que si tenemos unos zapatos que nos hacen daño, no tenemos un problema de movilidad: podemos caminar igual, pero a costa de un efecto o afecto desagradable que interfiere sobre el acto de desplazarse a pie.

Las miodesopsias, cuando decimos que “sólo molestan”, son un objeto adicional que se dibuja sobre la retina. No se trata de una ausencia de visión, sino de un añadido, a menudo con cierto grado de transparencia, que no tapa el mundo al que miramos, sino que lo matiza. Como dijo un amigo mío, “no vemos menos, vemos distinto”. La imagen obtenida, por tanto, se encuentra salpicada por puntuales distorsiones que no afectan a la visión en su sentido más práctico o supervivencial.


Ahora bien, ¿significa esto que las miodesopsias sean poca cosa? El oftalmólogo nos dice: “no les prestes atención” o “te molestan porque les prestas atención”. Según los oculistas, cuando percibimos las moscas volantes o cuando nos sentimos molestos por ellas, somos los responsables de nuestra desgracia. Esto se debe al siguiente planteamiento subyacente: la atención es el origen, las moscas son su consecuencia.

Esto es verdad a simple vista. Pero, llevada a su extremo, la afirmación se revela como traicionera. En primer lugar, conviene recordar que la atención es un recurso fundamental para la actividad visual.
Nosotros no operamos a pelo con lo que nos entra por los ojos, sino que sometemos a esa primera imagen sensible a una elaboración intelectual. De no ser así, no tendríamos por qué advertir el coche que se acerca de frente cuando pensamos hacer un adelantamiento, pues probablemente éste sólo ocupe una porción muy pequeña de nuestro campo visual.

La atención está detrás de nuestra interpretación del campo visual. Por medio de ella, y de manera espontánea, discriminamos lo que nos interesa y lo que no, y sólo a partir de esta jerarquización podemos interpretar lo que tenemos delante. Se trata de una fina zona de sensibilidad que se encuentra entre los caóticos datos recibidos por la retina y las representaciones primeras que hacemos de los objetos en nuestro cerebro. Es, por tanto, una facultad necesaria.

Las moscas volantes, por sus características, tienen tendencia a concentrar la atención, es decir, a absorberla. Que lo hagan es un indicio de que la atención funciona como debe funcionar. De otro modo, ¿por qué razón se puede ignorar una mosca enorme en el centro de la vista y no un coche al fondo de la carretera?

Por tanto, en mi opinión, el error de la oftalmologí
a está en entender la pérdida de atención como la principal causa de las moscas volantes, y no como su principal y más grave consecuencia. Es decir, el problema no es que empleemos la atención en ver las moscas, sino que las moscas deterioran ésta en tanto su funcionamiento es apropiado y normal. Se produce pues la pérdida, la absorción de la atención del observador a causa de un persistente estímulo improductivo.

No se trata de que se les “preste” atención, sino de que “llaman” la atención. Y siendo la atención un recurso limitado de la actividad visual, su monopolio por parte de las moscas volantes pone de relieve una disfunción de la misma. Tenemos pues un arma de doble filo: el beneficio se constituye en problema. La atención, una herramienta necesaria, se autodestruye en su propia lógica. Para escapar de este círculo vicioso, estamos obligados a hacer una renuncia: la solución pasa por que la atención deje de funcionar como debe, esto es, que desista de su lógica.

Es lo que hace el oculista: cuando nos pide que renunciemos a atender a las moscas, nos pide inevitablemente que renunciemos a atender a otras cosas.

Imagen por Jarrad, en Veritography.com.

15/3/08

La costumbre


Tengo otros problemas, naturalmente. Pero ninguno ha usado tanto de mi tiempo como éste. Antes, siempre me quedaban los ojos para huir. Me iba a dar un paseo. Y miraba. Toda inquietud quedaba entonces aplacada. Ahora, hace tiempo que no hago eso. Me he acostumbrado. Me he acostumbrado a no disfrutar de la vista. Así que ya no estoy deseando asomarme a la ventana cuando hay un atardecer precioso. Lo he derivado inconscientemente hacia otras cosas. Y claro, me he ido resintiendo. Me falta algo que amaba, algo que era como un ser querido, que no está, que se ha muerto. Me quedan otras cosas muy importantes: puedo ver; puedo hacer todas las cosas que cualquier persona hace con los ojos. Pero me falta el sentimiento. Lamentablemente, a los oculistas no les compete tratar el sentimiento. “Si uno no supera las moscas volantes es que tiene un problema psicológico, no ocular”. Mi problema psicológico es que quiero usar la vista para lo que no es. Que por suerte en el pasado pudiese hacerlo, eso es otra cosa. Eso es una excentricidad a la que no pueden atender los oculistas.

8/3/08

Un año de blog


El 3 de marzo de 2007 publicaba el manifiesto fundacional de este blog. Hoy lo he leído otra vez, satisfecho por su vigencia. Efectivamente, éste ha sido un largo año de pruebas, de exploraciones, en el que he tratado de averiguar cuánto hay de cierto en la afirmación "a las moscas uno se acostumbra". Y he concluido que es una afirmación engañosa y generalizadora.


Para entender las moscas volantes, llevo un año escribiendo este blog, tomándome el pulso en público. Mi intención es hacer valer mi historia, darle entidad frente a quien la desacredita o la niega. Y, por extensión, dar un soporte, un punto de referencia, a historias similares padecidas por otras personas. Para ello, me he establecido en un punto intermedio entre la postura rigurosa, prudente, responsable, y la voluntad literaria, expresiva.

Mi intención no es despersonalizar mi historia, sino atribuírmela en primer lugar. Con este punto de partida, puedo justificar que este lugar esté tan inspirado de emociones y de subjetividad. Sin embargo, me he impuesto límites. Por ejemplo, la publicidad de 'tratamientos milagro', la especulación pseudocientífica o el linchamiento de la clase médica son terrenos que no me interesan, y que restarían honestidad a este blog.

Desde el principio, he querido construir este espacio con un trasfondo de objetividad y de comedimiento, necesarios para que infunda respeto, para que nadie tenga la tentación de imputárselo a un enano mental. Se trata de evidenciar sin euforias, con toda moderación, que las moscas volantes son un problema objetivo, susceptible de conmocionar la vida de una persona mentalmente sana.

1/3/08

Más sobre los acúfenos


"El tinnitus [o acúfenos] es común y casi todas las personas lo experimentan de una forma leve al oír sonidos por un período de unos cuantos minutos", en MedlinePlus.
"Cuentan que fueron los egipcios los primeros en darle nombre a un problema auditivo [los acúfenos] que ha afectado a la Humanidad desde tiempos muy remotos", en elmundo.es Salud.
"Estadísticamente se calcula que en España lo padecen [los acúfenos] el 12 % de la población, en Italia el 14%, en Suiza el 14,2% ... etc. En Estados Unidos, se ha hecho un estudio en el cual se calcula que 12 millones de personas lo padecen", en AESHA.
"Aunque no hay una unanimidad total en las cifras, se calcula que aproximadamente el 20% de la población ha escuchado en alguna ocasión estos ruidos en el interior de sus oídos, aunque sólo el 6% sufre el problema de forma persistente", en elmundo.es Salud.
"El acúfeno, coinciden los otorrinos, no es una enfermedad propiamente dicha, sino más bien un síntoma que puede alertar de la presencia de diversos problemas en los oídos", en elmundo.es Salud.

He recogido estas citas de internet porque me han llamado mucho la atención. Pese a lo contradictorio de algunos datos, todas ellas vienen a destacar que los acúfenos o tinnitus son una circunstancia común y leve. Son afirmaciones más que conocidas por quienes padecen miodesopsias. De hecho, podría substituirse en ellas la palabra "acúfenos" por "miodesopsias" sin traicionar siquiera a los egipcios.

Pues bien, he de decir que sé perfectamente lo que son los acúfenos, sencillamente porque los he experimentado algunas veces a lo largo de mi vida. En más de una ocasión, alterado por los nervios de un examen, o sofocado por un esfuerzo, he escuchado, en el silencio, como me latía el corazón dentro de los oídos.

El otro día, en plena 8ª sinfonía de Schubert, la orquesta fue suavemente disipándose hasta enmudecer. En el total silencio, ya por la emoción, ya por el cigarro que me fumé antes de entrar, escuché con toda claridad el palpitante acúfeno. Y no me asusté en absoluto, ni sentí que la belleza del silencio hubiese sido corrompida por una interferencia. Únicamente caí en la cuenta de que debía escribir este artículo.

¿Por qué? Porque que yo haya experimentado lo que es un acúfeno alguna vez no me permite considerarme en igualdad de condiciones que quien padece uno intenso y constante desde hace años. No es aceptable que diga: “también pertenezco a ese 20%, y por tanto digo que no es para tanto”.

Con las miodesopsias pasa exactamente lo mismo: que hay grados. Parece una misión imposible hacer que la gente entienda esto. Y sin embargo, es evidente que no es lo mismo tener un par de mosquitas pasajeras que ciento veinte mil durante todo el día. Por mucho que ambos casos sirvan para engrosar la misma estadística, y por mucho que ambos casos procedan de igual proceso de degeneración vítrea natural e inocuo.

Moscas y acúfenos, por tanto, parten ambos de un principio de inocuidad en la mayor parte de los casos. Para el médico, se trata de síntomas de otras circunstancias, es decir, son un indicio, un vestigio de que algo malo puede estar pasando en otra parte. Pero no son el problema propiamente dicho. Y una vez descartados los problemas en la otra parte, son considerados irrelevantes.

Sin embargo, y como ya dije en otra ocasión, ésta es una conclusión médica. Y ello no debe impedirnos estar de acuerdo en que la intensidad de miodesopsias, como de acúfenos, no es ni muchos menos irrelevante para su afectado.

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