El vuelo de las moscas cojoneras

Las miodesopsias o 'moscas volantes' son opacidades que se forman a veces en el vítreo del ojo y tienen carácter permanente. Para quienes las tienen, se perciben como sombras que pululan por el campo visual, a menudo comparadas con puntos, hilos o telarañas. La oftalmología las considera por sí solas un problema menor. Hoy en día, no las trata porque no dispone de un remedio eficaz; no obstante, sostiene que se dejan de percibir con la costumbre. Cuestionada esta afirmación por muchas personas, este blog nace para comprobar su veracidad sobre mi caso particular. Pero no persigue una experiencia científica, sino expresiva.
[Aviso: ÉSTE NO ES UN BLOG DE MEDICINA. Para leer una descripción médica de las miodesopsias, visita este enlace.]

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1/6/08

Relativizando la relativización


[Este artículo correspondía originalmente al primero de dos que hablarían sobre una especie de desamor con la experiencia visual al recibir en ella el impacto de las miodesopsias. Dada la autosuficiencia y la oportunidad del texto, he decidido cambiarle el título, a riesgo de ser tomado por un perfeccionista (es decir, un maniático que tiene todos los boletos para sentirse molesto por las moscas). En unos días, continuaré con 'La imagen del mundo' como artículo independiente. *Nota del 8-VI-2008]


Las moscas volantes son sólo una de las múltiples formas en que uno puede sufrir un desengaño. Los desengaños, como es sabido, no tienen una causa definida y válida universalmente, sino que dependen de la sensibilidad individual de cada persona. No están determinados únicamente por el objeto, sino también por el sujeto, por sus circunstancias y por sus experiencias.

Así, se comprende el recurrido argumento de que
las moscas volantes no eran un problema para los visigodos, pero sí lo son en una sociedad que no se muere de hambre o por una gripe. No en vano, muchos asistimos con perplejidad al hecho de que sea un problema descubrirse una arruga en el espejo, o que algunos crean necesario llevar a su perro al peluquero.

Por desgracia, por muy inteligentes y considerados que seamos,
es muy difícil sustraerse a las circunstancias propias y proceder a relativizar. Es muy difícil, cuando sólo nos han robado el coche, tener la lucidez de acordarnos de todas las pestes del siglo XIV y de todos los mutilados de la batalla de Poitiers. Bien que debamos aspirar a hacerlo, no es ni mucho menos cosa de dicho y hecho. A relativizar también hay que aprender. De hecho, si los médicos aceptan las moscas volantes como poca cosa, es por haber asistido a problemas mucho más gordos.

Si me remito a la Historia hoy, es porque he oído muchas veces que "la culpa la tiene la actual sociedad del bienestar" que a todos nos vuelve caprichosos. Pero es que hay otra forma de verlo:
que alguien diga "me duele" o "me molesta" no deja de ser cierto por el mero hecho de que tales impresiones sean un fenómeno relativo. El impacto cuantitativo entre la población de tales "males imaginarios" nos indicará la necesidad que tenemos de hallar una solución. Entretanto, que se nos invite a aguantarnos porque no hay otro remedio me parece muy adecuado. No me lo parece, en cambio, que se especule a la ligera con nuestra salud mental, o que se descalifique el problema por pequeño que sea.

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