La luminosidad
En otra entrada de este blog, hablaba de la importancia del enfoque a la hora de advertir la presencia de las moscas volantes. Resumiendo, decía que podemos enfocar la vista sobre los objetos reales o sobre la cortina de miodesopsias, y en este proceso influye de forma decisiva el grado de homogeneidad de la superficie a la que miramos. Por ejemplo, el cielo despejado o un folio blanco son superficies homogéneas, típicos objetos que remarcan las moscas que tenemos.
Hoy hablaré de otro factor decisivo: la intensidad lumínica. Como regla general, se puede decir que a mayor luz, mayor es la visibilidad de las miodesopsias. En el cielo azul se pueden ver con nitidez, no sólo porque el cielo sea homogéneo, sino también porque su luz es intensa. E, igualmente, un folio blanco remarca las miodesopsias, pero si este folio blanco está iluminado por un sol intenso, la cosa se agrava.
No obstante, este apartado merece una puntualización en cuanto al tema del color: las miodesopsias suelen verse más con los colores claros, aquellos que reflejan mayor cantidad de luz, como por ejemplo el blanco o los azules claros. El negro, bien que esté iluminado, bien que se disponga de forma homogénea, disimula la presencia de las opacidades vítreas, que son del mismo color. Gradualmente éstas se irán haciendo más notables conforme se trate de un color más claro (esto es, conforme aumente la luz reflejada, que según recuerdo es máxima con el blanco y mínima con el negro). No iré más allá, porque empezaría a equivocarme. No soy físico, ni nada que se le parezca, así que lo que hable aquí pretende ser un teoría de andar por casa.
Dicho esto, hablaré un poco de mi experiencia, que por lo que sé no es aplicable en todos los casos. En mi caso, la luz me resulta más molesta cuando es una luz uniforme, de tipo abstracta, que cuando es una luz solar, intensa y dirigida, de las que provocan muchas sombras. Me da la impresión de que la luz, como las superficies, puede ser también más o menos homogénea, y cuando lo es mucho las moscas se me hacen más visibles.
Por ejemplo, un día nublado puede resultarme más incómodo que un día de mucho sol. En el primer caso, tenemos la típica luz de los cuadros de filiación neoclásica, abstracta y uniforme, la típica luz de los platós de televisión, que todo lo ilumina por igual y reduce las sombras al mínimo.
Pietro Perugino, Entrega de las llaves a San Pedro (1481-82). Es un ejemplo de luz abstracta, que lo rellena todo por igual, y no genera sombras agresivas.
En el segundo caso, la luz es directa, digida, y golpea los objetos generando sombras. Es la típica luz del barroco y de su pintura, una luz que ilumina el mundo con grandes contrastes entre partes iluminadas y partes en penumbra.
Joseph Wright, Experimento con un pájaro en una burbuja de aire (1768). Vemos aquí un uso tenebrista de la luz, donde se porponen contrastes radicales entre zonas iluminadas y zonas en penumbra.
Esto conlleva una circunstancia curiosa en mi caso. Y es que el tipo de iluminación que más resalta las opacidades es aquélla de gran intensidad, que lo rellena todo. Es paradójicamente aquélla que se usa para facilitar una experiencia visual más cómoda, por lo que se propone a menudo en museos y bibliotecas. Por contra, la iluminación heterogénea de claroscuros, tenebrista, genera un campo visual lo suficientemente heterogéneo como para mantenerme atento al mundo exterior.
En este sentido, he observado que el sistema que más molesto me resulta es el de las lámparas de tubo fluorescente, especialmente cuando se amplifican con un sistema de espejos. El uso de estos largos tubos de luz sobre las mesas de ciertas bibliotecas acrecienta la visibilidad de las opacidades vítreas. Por contra, los focos de luz puntual, por intensa que sea, ya sea el sol, una lámpara halógena, o una fluorescente compacta, no tienen los mismos efectos negativos.
De izquierda a derecha: lámparas de tubo fluorescente; lámpara fluorescente compacta (de bajo consumo) y lámpara halógena.
Me da la impresión de que la causa es que las lámparas de tubo largo, ya que ofrecen una mayor superficie iluminada, son más propicias a provocar destellos sobre las opacidades, ya sea al mirarlas directamente, o teniéndolas en la visión periférica. Por contra, los otros tipos de lámparas tienen una luz más intensa pero más puntual, algo que en definitiva viene a disimular el paso de las moscas por el campo visual. Supongo que, en parte, se trata de la diferencia que hay entre un punto muy blanco en una pared negra frente a una pared de color gris uniforme. Lógicamente, las moscas se ven más en el segundo caso. La cuestión parece explicarse en términos de cantidad de superficie iluminada.
He aquí otra de las circunstacias que provocan las miodesopsias. Además de sombras en el campo visual, pueden provocar luces. No fotopsias, no me refiero a eso. Me refiero a destellos provocados por una luz que incide en ellas desde el exterior. Cuando estamos en un gran salón lleno de luces de tubo fluorescente, la molestia no viene provocada por sombras flotantes, sino por luces, destellos. Se trata de las miodesopsias, que retienen la luz que llega directamente de las superficies iluminadas.
Naturalmente, la visibilidad de las moscas disminuye de forma decisiva con condiciones de poca luz, como la noche. Pero la presencia de farolas o de neones las hace reaparecer de una forma distinta a como lo hacen por el día. En este caso se trata de halos de luz, destellos, que circulan al compás de los faros que se acercan, y que se van con ellos. Es exactamente lo mismo que una tela de araña: por el día, vista contra el cielo, es como una sombra; de noche, alumbrada con una linterna, se ilumina como un árbol de navidad, y todas sus gotitas chisporrotean.
¿Qué opináis vosotros? ¿Tenéis una experiencia parecida con la luz? ¿O es completamente distinta a la mía?