El vuelo de las moscas cojoneras

Las miodesopsias o 'moscas volantes' son opacidades que se forman a veces en el vítreo del ojo y tienen carácter permanente. Para quienes las tienen, se perciben como sombras que pululan por el campo visual, a menudo comparadas con puntos, hilos o telarañas. La oftalmología las considera por sí solas un problema menor. Hoy en día, no las trata porque no dispone de un remedio eficaz; no obstante, sostiene que se dejan de percibir con la costumbre. Cuestionada esta afirmación por muchas personas, este blog nace para comprobar su veracidad sobre mi caso particular. Pero no persigue una experiencia científica, sino expresiva.
[Aviso: ÉSTE NO ES UN BLOG DE MEDICINA. Para leer una descripción médica de las miodesopsias, visita este enlace.]

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18/1/08

La cantidad de moscas


Hoy voy a hablar del cuarto y último factor que, a mi juicio, incide en la visibilidad de las miodesopsias: las propias miodesopsias. Sí, parece una perogrullada. A muchos les parece obvio que las moscas volantes se ven porque están ahí y, en consecuencia, no se ven igual tres moscas que trescientas. Pero hay quienes no parecen tenerlo claro. Hay cierta corriente de opinión que tiende
a entender con idénticos parámetros todos los casos de miodesopsias, cuando no acarrean ningún otro problema ocular. En este sentido, es de sobra conocido el caso de los oftalmólogos.

Cuando me refiero a la cantidad de moscas, no me refiero simplemente a su número. No aclara mucho decir si tenemos cinco o veinticin
co miodesopsias volando por nuestro campo de visión. Se trata, más precisamente, del tamaño, de la posición y de la intensidad de la superficie oscurecida. Las moscas pueden ser pocas, pero grandes, oscuras y céntricas, como pueden ser muchísimas, pero pequeñitas, claras y periféricas. Al final, lo que nos interesa a los que padecemos moscas volantes es la zona del espacio visual que ha quedado oscurecida, y cuán oscurecida ha quedado.

Sin embargo, éste es un dato irrelevante para el médico. La razón es la siguiente: las miodesopsias son un problema que no tiene una solución efectiva y que tampoco compromete la visión en sí misma. La rutina médica anula toda apreciación de matiz por la sencilla razón de que no le resulta útil, no es operativa para el trabajo que debe realizar. El oftalmólogo no va a preguntarnos si la mosca es así o asado, porque esa cuestión es indiferente al procedimiento. Y desde ese mismo instante, cualquiera que sea el problema, no le compete al oculista. Como no le compete que tengamos los dientes rotos, o unas orejas enormes, por mucho que eso sea un problema para nosotros.

La oftalmología (y cualquier profesión) aplica un protocolo que ha sido afinado en función de las herramientas disponibles. Y con ello economiza al máximo los resultados. En el blog de Ocularis se recoge que "la forma concreta, el número, tamaño, etc, es irrelevante de cara a la actuación del oftalmólogo" y se indica que “el tratamiento no depende del caso”. Tales afirmaciones no derivan únicamente del problema en sí, sino también de las posibilidades técnicas que hay de resolverlo. Desde que una circunstancia “poco apremiante” rebasa el marco técnico de acción, pasa a quedar fuera de juego. Pero ello no quiere decir que vaya a ser siempre así. Un avance técnico puede cambiar el escenario y convertir un “capricho estúpido” (cambiarse de sexo, arreglarse la nariz) en una reclamación legítima.


El problema es la contaminación del discurso médico a otros entornos. En Internet a menudo se leen recomendaciones en ese tono uniformizador: “a las moscas uno se acostumbra”, “las moscas no son malas, sólo molestan un poco”, “todo el mundo tiene moscas”. Se trata de imitaciones del discurso médico sin ningún criterio ni conocimiento, y de fondo está presente la idea de que todos los casos son iguales. Decir “todo el mundo tiene moscas” lleva implícita esta creencia, pues olímpicamente se mete en el mismo saco a los que tienen un puntito y a los que tienen mil doscientos, y todos revueltos se emplean para elaborar la misma estadística. Siguiendo la misma estúpida lógica, se afirma a continuación que “la mayoría se acostumbran y dejan de verlas”, suponiendo que todos pueden hacerlo en los mismos términos. Alguna vez, he visto a alguien recriminar a quienes se lamentaban que “él también ve una mosca de vez en cuando cuando mira al cielo”. Así está el panorama.

En conclusión, debe quedar claro que la lógica médica no es la única que existe. Un problema de salud no sólo tiene una dimensión técnica, y no se agota en el veredicto de un facultativo. Que seamos muy feos puede ser una chorrada para un médico, una mera imposición natural como tantas otras, pero para nosotros puede ser importante; al fin y al cabo acarrea consecuencias reales. Las condiciones físicas, cualesquiera que sean, pueden afectar a una persona en niveles muy distintos, y son susceptibles de infinidad de valoraciones igualmente convenientes.


He aquí donde radica la razón de ser de este blog. Mi intención no es cuestionar el proceder de los oftalmólogos, que en su contexto tiene plena razón de ser, sino afirmar otra perspectiva del problema, que está injustamente negada. Que un juicio sea adecuado en términos médicos, no siempre es el fin de la historia. Porque las respuestas que aguardamos de la vida nos esperan en muchos sitios, no sólo en la boca de un médico.


Por de pronto hay un hecho, por irrelevante que sea para panaderos, albañiles, ingenieros u oftalmólogos: cuantas más moscas hay, más moscas vemos. Lo sé, sobra decirlo, pero algunos aún tienen dudas. Y no debe haber ninguna.

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