Vuelta con la burra al trigo
Ya lo he dicho de varias formas. Pero tengo que volver a decirlo. Las moscas volantes suelen cogerme después de comer, para irme asfixiando lentamente mientras reposo en el sofá. Las paredes, el techo de la habitación, se abomban al socaire de los oscuros grumos y, a lo lejos, más allá de la puerta de la sala, la luz que se cuela por la ventana de una habitación inunda de destellos espurios las cosas a mi alrededor.
Nada tiene una entidad real, fiable, en las cosas que me rodean. La solidez del mundo ha devenido en un confuso desparrame de humos y nieblas que hacen de los objetos entidades relativas, condicionadas, que existen por casualidad. La inconsistencia de lo que me rodea me hace a mí mismo inconsistente. Estoy triste; tengo la moral por los suelos, vivo distraído de mí mismo y de mis sentidos. No sé si es justo o excesivo, si es manía o consecuencia lógica, pero el hecho es que es así.
No ha habido un solo día en todo este tiempo en que no pensase en las moscas. No ha habido un solo día, ni una sola hora, en que sintiese la vida como antes la sentía. Hay una sensación que una y otra vez regresa a mí memoria causándome un profundo dolor, la sensación de ser mis ojos, y de poder escapar a través de ellos a cualquier situación.
Constantemente me asomo al balcón, a buscarla de nuevo entre los tejados. Pero no viene. No viene. Los alambres se enredan en mis pasos, y ahogan mi respiración. Y no llego, no alcanzo el verdadero color de aquel azul demacrado, el color del recuerdo.
Decir que los ojos son sólo para ver es tan incierto como decir que el sexo es sólo para tener hijos.
2 comentarios:
"Lasciate ogni speranza" reza una inscripción en las puertas del infierno de Dante. Aviso a navegantes.
Llevo tiempo sentada ante sus portones, intentando curiosear por su cerradura, y no se ve nada.
La esperanza es un arma sutil, puede darte la vida o quitártela. Es caprichosa. Pero si ella lo es, yo también. Ahí seguiré, bajo el umbral de los infiernos con la única certeza de que no seré yo quien gane esta batalla. Será lo que ella decida.
Yo ya dejé toda esperanza, como dice la inscripción. Pero no porque esté desesperado. Sino porque paso de marearme rezando para que venga un as en la próxima carta. En realidad, estoy razonablemente bien, y voy acatando la cuestión. Moralmente, he ido a mejor. Al menos no he ido a peor. Eso sí, la cosa no es 'nada', como dicen, y en este espacio me dedico a recordarlo.
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