El vuelo de las moscas cojoneras

Las miodesopsias o 'moscas volantes' son opacidades que se forman a veces en el vítreo del ojo y tienen carácter permanente. Para quienes las tienen, se perciben como sombras que pululan por el campo visual, a menudo comparadas con puntos, hilos o telarañas. La oftalmología las considera por sí solas un problema menor. Hoy en día, no las trata porque no dispone de un remedio eficaz; no obstante, sostiene que se dejan de percibir con la costumbre. Cuestionada esta afirmación por muchas personas, este blog nace para comprobar su veracidad sobre mi caso particular. Pero no persigue una experiencia científica, sino expresiva.
[Aviso: ÉSTE NO ES UN BLOG DE MEDICINA. Para leer una descripción médica de las miodesopsias, visita este enlace.]

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27/9/07

'Focus on the positive'


Focus on the positive
es la expresión que se usa en el portal eye-floaters.com para recomendar a los afectados que mantengan el optimismo, y que se centren en el 95% de su vista que no está manchada. No obstante, yo quería usarla como punto de partida para una serie de artículos despojados de emociones, más centrados en reflexionar sobre los efectos de las miodesopsias en términos físicos, meramente visuales, que no en términos de devastación moral. Esta serie va a llamarse 'óptica sin dramatismos'. Es una chorrada de título, lo sé. Pero es una forma de decir que vamos a hablar de la experiencia visual con la serena, impasible actitud de un entomólogo que va pinchando mosquitos en su corcho.

Bien, pues 'focus on the positive' me ha recordado una de las particularidades de las miodesopsias, que seguro que os va a sonar. El caso es que
las miodesopsias pueden enfocarse en la retina como un objeto más. Es decir, podemos ponerlas más nítidas si las miramos directamente, o más difusas si miramos en la distancia, a un paisaje real. No las vemos a ellas directamente, pues están entre la retina y la lente, pero vemos su sombra, y esta sombra sí es susceptible de enfocarse.

La expresión 'focus on the positive' me sugiere que se
nos invita a enfocar sólo la lejanía o, al menos, los objetos reales, estén cerca o lejos de nosotros, y no las sombras, objetos en negativo, que no se ven de verdad, y son ilusiones que se interponen. Y es que, la mayoría de las veces que nos enfangamos en el remolino sin fin de mirarnos las miodesopsias, lo hacemos ausentándonos de la realidad, ignorando nuestro alrededor en favor de perseguir a estos extraños seres a través de una dimensión ilusoria. El mundo se evapora y quedamos sólo nosotros tratando de cazar gallifantes, intentando centrarlos en nuestra vista, y luego enfocarlos. Queremos verlos de frente; nos reclama una curiosidad fatídica. Y, cuando lo conseguimos, quedamos horrorizados, traspasados por una dolorosa punzada.

Del acto de enfocar depende la nitidez con que vemos las cosas de la realidad, pero también las moscas. El enfoque es fundamental en toda la actividad visual, porque implica directamente a la atención. Al decir enfoque nos referimos a una actividad física que realiza el cristalino que se sitúa en la parte anterior del ojo; esta lente se encarga de fijar la zona nítida en nuestro campo visual. Trabaja como el anillo de enfoque en el objetivo de una cámara réflex, que se ajusta en función de la distancia del motivo. Por contra, 'atención' nos sugiere no una actividad física, sino intelectual. Son dos cosas distintas, pero en concepto hablamos de lo mismo: enfoque y atención se refieren a aquello que nos interesa dentro del campo visual. Y esto que nos interesa pueden ser involuntariamente las moscas.

¿Dónde está la mayor molestia que pueden provocar las miodesopsias? Lo sabemos bien quienes las padecemos: en las vistas de color y textura homogéneas. Por ejemplo, el cielo azul, las paredes claras, los folios y papeles sin escribir, el fondo de los documentos de Word y cualquier otra cosa por el estilo. ¿Por qué? Porque aquí nuestra atención se confunde, y nuestra vista no sabe dónde enfocar.
La uniformidad no facilita al ojo averiguar la mejor distancia focal y, como consecuencia, se ajusta sobre las miodesopsias, que es el único estímulo del que puede echar mano para obtener una imagen enfocada. Me acuerdo perfectamente de la sensación de mirar al cielo azul durante ratos largos cuando mi vista era transparente. La sensación era muy particular, casi me mareaba. Y sabía bien por qué era: porque no había textura y, al no tenerla, el cerebro no era capaz de calcular la distancia a la que estaba. La sensación era curiosa al extremo de poder imaginarme que el cielo era una superficie azul que se encontraba al alcance de mi mano. Distinto era bajar la vista y ver los árboles de enfrente: a estos sí los enfocaba, y entonces sí era capaz de experimentar la profundidad, la distancia hasta ellos. El mar, igualmente, facilita las cosas: su superficie rugosa sí facilita el enfoque.

Así, la clave parece que está en buscarle una buena competencia a las moscas.
Ofrecerle a la vista puntos de atención lo suficientemente heterogéneos y llamativos como para que las moscas no resalten. Es elegir entre quedarnos en esta caverna o regresar al mundo, aunque sea atravesando el pesado cortinaje. Si lo hacemos, las moscas no se van, pero quedan desenfocadas, pierden su poder de atención, como las gotas de agua del parabrisas en un día lluvioso. Si de verdad nos ilusionan o nos conmueven los colores y las formas del mundo, o el rostro de la persona que amamos, ella debe de ser para nosotros el centro máximo de atención, y esa broza infame no debe pasar de ser polvo que bulle en el aire un día de verano (perdón, ya me he puesto dramático).

El enfoque es uno de los principales factores que influyen en la visibilidad de las moscas. Pero hay otros. De ellos, el más popular es
la intensidad lumínica. De ella intentaré hablar en otra ocasión.

[Texto revisado el 16 de febrero de 2009]

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