El vuelo de las moscas cojoneras

Las miodesopsias o 'moscas volantes' son opacidades que se forman a veces en el vítreo del ojo y tienen carácter permanente. Para quienes las tienen, se perciben como sombras que pululan por el campo visual, a menudo comparadas con puntos, hilos o telarañas. La oftalmología las considera por sí solas un problema menor. Hoy en día, no las trata porque no dispone de un remedio eficaz; no obstante, sostiene que se dejan de percibir con la costumbre. Cuestionada esta afirmación por muchas personas, este blog nace para comprobar su veracidad sobre mi caso particular. Pero no persigue una experiencia científica, sino expresiva.
[Aviso: ÉSTE NO ES UN BLOG DE MEDICINA. Para leer una descripción médica de las miodesopsias, visita este enlace.]

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15/12/07

El movimiento ocular


En anteriores entradas, he hablado de
la homogeneidad d
e lo que se mira y de la luminosidad como factores relevantes de las miodesopsias. Por una parte, tenemos que cuanto más homogénea sea una superficie, más se resaltará en ella la cortina de moscas volantes. Por la otra parte, tenemos que, como regla general, la claridad hace más evidente dicha cortina.

Pues hoy quería hablar de un tercer factor que he detectado en mi experiencia personal. Se trata del movimiento de los ojos. En mi opinión, a mayor movimiento, mayor visibilidad de las miodesopsias. No se trata del dinamismo de la imagen percibida, ni de desplazarse en coche a toda velocidad, ni de mover la cabeza bruscamente; me refiero al propio movimiento del globo ocular, del que se encargan los músculos del ojo.

Dicho esto, se pueden hace
r muchas apreciaciones interesantes. Todas ellas redundan en el manido tema de la atención. La causa de que la cortina sea más visible en condiciones de movilidad es que se generan puntos de atención dinámicos dentro del campo visual. Y es que, involuntariamente, el cerebro tiende a sentirse atraído por la irregularidad. Y la irregularidad es, por ejemplo, un pájaro en un cielo azul. Primero, porque es un punto de distinta forma y color, y segundo, porque se mueve.

Justo por eso puede ser que existe alguna web que recomienda expresamente a los que padecen de moscas volantes ‘que no muevan demasiado los ojos’. Irónicamente, en otras se recomienda moverlos de arriba abajo para apartarlas si se ponen delante. Bien, yo no estoy de acuerdo con ninguna de estas recomendaciones, pero el hecho es que mover los ojos bruscamente las pone en evidencia porque las agita, como se pone en evidencia el polvo al sacudir un felpudo que parecía sólo un poco sucio.

Las moscas se desplazan con el ojo con distintos grados d
e movilidad. En algunos casos se mantienen en una posición parecida, y en otros se mueven holgadamente por todo el campo visual. Pero en ambos casos el observador percibe un objeto que se mueve con independencia de los objetos reales. Por el contrario, si se dejan de mover los ojos, las moscas se detienen, integrándose en la imagen recibida y dejando de llamar la atención.

En este sentido, tiene lógica que las miodesopsias se vean menos cuando el campo visual es muy dinámico. Por ejemplo, mirando el oleaje del mar, o en los días de lluvia. La cuestión es que, si el movimiento del mundo (el mar, la lluvia, una calle atestada de gente) supera a la movilidad de las opacidades, la atención caerá inconscientemente sobre el primero.


Resumiendo, y para que se entienda fácil, hay dos situaciones extremas. En la primera vamos en el tren, con la mirada quieta, mientras que el paisaje se mueve a toda velocidad: las moscas se ven poco o nada; el movimiento ahoga el vaivén de la opaca cortina, y podemos explorar. En la segunda, estamos tratando de dibujar sobre un papel blanco, o leyendo, y los ojos se mueven afanosamente, pero el mundo permanece inmóvil: las moscas prevalecen, y su frenesí hace fatigosa toda exploración.

Uno de los principales efectos de unas miodesopsias intensas es que el observador ha de enfrentarse a una visión cinética, con múltiples puntos de atención, al ponerse frente a panoramas que previamente constituían para él una promesa de estabilidad, de quietud (o de felicidad, como diría Stendhal). El gran chasco del observador es que un sistema tradicionalmente en reposo (como el cielo, una biblioteca, la pantalla del ordenador o una galería de arte) se convierte de repente en una estructura dinámica no deseada.

Texto revisado el 12 de enero de 2008.

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