El vuelo de las moscas cojoneras

Las miodesopsias o 'moscas volantes' son opacidades que se forman a veces en el vítreo del ojo y tienen carácter permanente. Para quienes las tienen, se perciben como sombras que pululan por el campo visual, a menudo comparadas con puntos, hilos o telarañas. La oftalmología las considera por sí solas un problema menor. Hoy en día, no las trata porque no dispone de un remedio eficaz; no obstante, sostiene que se dejan de percibir con la costumbre. Cuestionada esta afirmación por muchas personas, este blog nace para comprobar su veracidad sobre mi caso particular. Pero no persigue una experiencia científica, sino expresiva.
[Aviso: ÉSTE NO ES UN BLOG DE MEDICINA. Para leer una descripción médica de las miodesopsias, visita este enlace.]

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14/4/07

Actitudes (II)


Psicológicamente, no es lo mismo nacer sin algo que perderlo después, aunque sea injusto decirlo. Porque, quien pierde algo muy grande, el trabajo de muchos y largos años, tiene que hacer el titánico esfuerzo de dejar de ser el que era, poner el contador a cero y crear un nuevo personaje. Tiene que construirse una casa nueva, lastrado por el recuerdo de la anterior. Sólo que le queda menos tiempo.

Pues parece que hay cierta edad en que las pérdidas se pintan enormes. De joven, uno aspira a cierto nivel de perfección. Uno espera gozar de una salud sin mácula unos quince años. Creerse el sueño de que la vida dura siempre antes de ir paulatinamente cambiando el chip. Pero no estamos muy preparados para hacer renuncias definitivas a los 18 años, aunque sean tan pequeñas como jugar al fútbol, pillarnos una moña, tocar la guitarra o liarnos con la más guapa de clase.

De joven, cualquier cambio se hace más difícil de encajar, cualquier renuncia resulta dramática y cualquier muro nos obliga a desviarnos y abandonar el “curso normal” de quienes nos rodean, perder cosas, perder experiencias. Y entonces descubrimos espantados que sólo tenemos una vida, y que las cosas perdidas jamás se recuperan.

En este momento, relativizar es difícil. Y nuestro problema, por pequeño que sea, es enorme, sencillamente porque es nuestro. Una persona mayor acepta las pequeñas pérdidas como un mal inevitable. Un joven piensa que le han dado el cambiazo, que le han robado la cartera. Para él, una pérdida trunca una vida que ya había imaginado, le priva de infinitas posibilidades, de infinitos placeres, lo saca del camino y lo echa al barranco, le deja en suspenso historias maravillosas que ya tenía enfiladas.

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