El vuelo de las moscas cojoneras

Las miodesopsias o 'moscas volantes' son opacidades que se forman a veces en el vítreo del ojo y tienen carácter permanente. Para quienes las tienen, se perciben como sombras que pululan por el campo visual, a menudo comparadas con puntos, hilos o telarañas. La oftalmología las considera por sí solas un problema menor. Hoy en día, no las trata porque no dispone de un remedio eficaz; no obstante, sostiene que se dejan de percibir con la costumbre. Cuestionada esta afirmación por muchas personas, este blog nace para comprobar su veracidad sobre mi caso particular. Pero no persigue una experiencia científica, sino expresiva.
[Aviso: ÉSTE NO ES UN BLOG DE MEDICINA. Para leer una descripción médica de las miodesopsias, visita este enlace.]

·

21/2/08

Los acúfenos y las moscas volantes


A lo largo de este tiempo, leyendo foros y algunos mensajes que me han llegado, he conocido a varias personas que, además de miodesopsias, padecen acúfenos. Me resulta curioso que, siendo dos problemas entre los que no existe ninguna relación causal, se hayan puesto de acuerdo para fastidiarle los días a varias personas que han pasado por aquí.


Los acúfenos o tinnitus son un problema auditivo que consiste en la percepción de un ruido más o menos constante cuyo origen no es externo, es decir, no pertenece al mundo real, sino que se origina en el propio oído y, por tanto, tan sólo puede escucharlo quien lo padece. Las causas de los acúfenos son diversas, como diversos son los tipos de ruidos que pueden producir. La consecuencia de este constante zumbido para quien lo padece es una angustia que puede llevar a la depresión.

El tema de los acúfenos me ha llamado especialmente la atención porque guarda muchas similitudes con las miodesopsias. Brevemente: en ambos casos se trata de un problema sobre un órgano sensorial que provoca una interferencia sobre los estímulos normales que recibe ese órgano. Las percepciones obtenidas en ambos casos acusan, por tanto, una distorsión que consiste en la presencia de un elemento espurio que “despista”, por decirlo así. Es la atención el elemento que se ve comprometido por ambas circunstancias; de hecho, el descenso del flujo de datos sensibles provenientes del mundo real (es decir, una pared blanca, el silencio, etc) intensifica la percepción de las interferencias. Sin embargo, los médicos dicen que en ninguno de los dos casos se pierde sensibilidad, es decir, ni las moscas restan visión ni los acúfenos audición.

Parece que tenemos dos problemas que “sólo” molestan, y cuya incidencia es ante todo psicológica, porque afectan a la atención, a la concentración, no a la sensibilidad propiamente dicha. Hasta aquí, todo es muy similar. Sin embargo, se me ocurre que los acúfenos tienen algo distinto. Tal vez podría decirse que las miodesopsias ejercen un papel “pasivo”, es decir, molestan cuando uno quiere “usar la vista”. Sin embargo, uno puede ausentarse de ellas en muchos momentos del día, administrando los distintos factores que inciden en su visibilidad o, sencillamente, tapándose los ojos hasta quedar totalmente a oscuras. Por el contrario, los acúfenos son una interferencia “activa” que va más allá de la actividad auditiva. No es el sujeto el que se mueve para chocarse con ellos, sino que son ellos quienes le salen al encuentro. Y no pueden cerrarse los oídos para hacer un descanso, ni siquiera para dormir.

Por tanto, honestamente debo reconocer que los acúfenos tienen pintas de ser mucho más molestos. Pero claro, como en todo, hay grados. Tal vez muchas moscas no sean preferibles a un acúfeno que sólo se aparece de pascuas en ramos.

¿Por qué hablo hoy de los acúfenos? Pues porque hace unos días descubrí que existe una asociación española para este problema. Y, leyendo la información que suministraban, encontré que el discurso parecía muy aplicable al tema de las miodesopsias. También por el hecho de que se trata de una iniciativa de unos cuantos profesionales vinculados al tratamiento de la enfermedad, y que parten de la premisa de que el impacto psicológico del problema no está adecuadamente considerado.

Lamento profundamente que en España no haya nacido una iniciativa similar con relación a las moscas volantes. Una iniciativa que, antes que encontrar soluciones propiamente dichas, ayude un poquito a modificar la mentalidad de los médicos hacia el asunto. Puesto que, en mi opinión, una de las trabas para que algún día se solucione este problema es el hecho de que no se considere un problema. Es de sobra sabido que los avances técnicos no son consecuencia exclusiva de una ampliación del conocimiento humano, sino de una voluntad de ampliación, es decir, de una necesidad.

La inexistencia de iniciativas sociales relacionadas con las miodesopias frente al problema de los acúfenos también puede ser un indicio de que no sólo se consideran más graves los acúfenos, sino que de hecho lo son. Pero que el problema de moscas volantes sea proporcionalmente menor, no quiere decir que deba olvidarse. Por suerte, y aunque sea sólo de forma muy aislada, sí existen iniciativas en otros países, por ejemplo en Italia. Por lo que sé, miodesopsie.it es una de las asociaciones más activas en este campo. Entre sus actividades se encuentra la promoción de diversos eventos sociales e, incluso, el apoyo a proyectos de investigación relacionados con el vítreo.



Vídeo: spot publicitario de la asociación Cielo Azzurro Onlus.

Artículos relacionados: Más sobre los acúfenos

[Texto revisado el 1 de marzo de 2008]

9/2/08

Alucinaciones


Me he pasado la mañana estudiando. Las opacidades aparecen por todos lados. Historia del cine, de Gubern, se abre con una cita de Goethe: "el órgano con que yo he comprendido el mundo es el ojo". El sol entra con fuerza por la ventana y tengo que bajar la persiana. Pero no del todo; a pesar de las miodesopsias, el sol es bonito, y es mejor que la oscuridad. No obstante, las molestias, la desconcentración, el agobio, me llevan a ponerme las gafas de sol. Estudio así un buen rato, mucho más cómodo, hasta el punto de olvidarme de que las llevo puestas y salir con ellas de la habitación, luciendo pintas de idiota profundo.

Voy a por unas aceitunas a la galería. El sol inunda la superficie de la alacena blanca. Al mirarla, del golpe se hacen presentes todos los cuerpos extraños que navegan dentro de mis ojos. Que parecen miles. Y entrecierro los ojos, porque me perturban, me aturden, me marean, y confundo donde están las cosas, no porque no las vea, sino porque ya no sé a qué debo prestar atención.

Entonces advierto un efecto que hasta entonces no había experimentado: la superficie del blanquísimo armario bulle sin parar, como si fuese gaseosa, como si estuviese atravesada por una humareda. Es un efecto muy parecido al que se produce al mirar bajo el agua el fondo de una piscina, que no se ve de color uniforme, sino tapizado por vibrantes vetas como de mármol, producidas por los efectos de la luz. Me pregunto si son las opacidades vítreas, o si es un efecto de la realidad, como ése que se produce sobre el asfalto los días de calor, o en las cosas que se ven a través del cálido humo en una hoguera de San Juan. Y concluyo que debe de ser un fenómeno subjetivo, provocado por las moscas, pues cuando dejo la vista quieta, a los cinco segundos, el efecto amaina.

En todo caso, que sea realidad o ilusión no importa. Pues en ambos casos hay un hecho dramático para mí: la realidad se ha tornado confusa e incorpórea, porque lo que en ella se aparece requiere a menudo de una doble comprobación. No es un asunto que me lleve horas, ni a confundir unas bragas con un sombrero. Es un proceso muy sutil, pero doloroso en comparación con los hábitos visuales que había adquirido. Mirar no es ya simplemente dirigir la vista al objetivo, sino abrirse paso hasta él, distinguir lo real entre las interferencias. La consecuencia es que hay una amplia variedad de estímulos, como el que acabo de nombrar, que navegan en la extraña región de lo incierto, de lo que ha de mirarse una segunda vez.

De ahí que muchas veces sacuda los ojos cuando se han agolpado demasiadas moscas, para apartarlas y volver a mirar. O justo al revés, que mire con desgana, pasando de puntillas, para evitar la confusión, para no tener que asegurarme de cuán blanca es la camisa, o si ha quedado limpio el mantel. En esta paranoia, llego a tomar por interferencias cosas reales, y por cosas reales lo que son interferencias. La consecuencia es que la actividad visual me fatiga y me provoca desconfianza, y acaba asociada al malestar. Relegada a la función de la supervivencia, la vista ya no me aporta placer. Y esto es una noticia terrible.

8/2/08

Filtros


Hablando con una compañera estudiante de Historia del Arte, me dice que su madre tiene bastante mal la vista, algo que ella no podría soportar, porque "la vista lo es todo, porque ver bien es lo más valioso del mundo". Sin conocer nada respecto a mis condiciones visuales, ella se lamenta de una cosa bien peregrina: de usar lentillas.


Inconsciente, me dice lo siguiente: “es triste no poder ver bien por uno mismo, levantarse de la cama y verlo todo borroso alrededor”. Le respondo: “eso dura sólo un ratito, hasta que te pones las lentillas”. Añade ella: “ya, pero aún con las lentillas, no es lo mismo, porque veo a través de un obstáculo, no veo directamente; es como si mirase a través de una ventana”. Me parece entonces que el suyo es un pensamiento demasiado ambicioso. Ella no es consciente de que, sea como sea, estamos condenados a ver a través de algo.

Nuestra retina no toca directamente con el mundo exterior y, en el mejor de los casos, hay una córnea, un cristalino y un humor vítreo en medio. La ventaja implica la desventaja: estos cuerpos son un filtro necesario sin el cual no podríamos ver. Y una lentilla, bien que sea ajena a nuestra anatomía, ofrece exactamente el mismo beneficio. El problema no es mirar a través del cristal de una ventana. El problema es que el cristal esté sucio, o que haya sido fabricado con imperfecciones que distorsionen el paso de la luz.

1/2/08

Los factores de visibilidad


Con este artículo pretendo hacer una recapitulación de lo expuesto hasta ahora en el apartado 'óptica sin dramatismos'. Cuatro, pues, son a mi juicio los factores físicos que inciden en que se hagan presentes para nosotros las opacidades vítreas. Tres de estos factores se refieren a circunstancias externas, ambientales, que podrían ser controladas. Pero debe quedar claro que no pretendo hacer ningún tipo de recomendación para evitar las miodesopsias. Creo que uno no debe modificar en absoluto su actividad por causa de las moscas volantes; hacerlo supondría un perjuicio añadido. Sin embargo, me parece positivo que conozcamos la mecánica de nuestras molestias.

1) En primer lugar, tenemos la homogeneidad de lo observado. Se trata de una cualidad del objeto, por tanto externa a nosotros. Por ella, las moscas volantes se hacen más visibles mirando una pared blanca que las ramas de un árbol. La irregularidad las hace pasar desapercibidas, mientras que la uniformidad las pone de manifiesto.

2) En segundo lugar, tenemos la luminosidad de lo observado. También es una cualidad del objeto, una condición externa. Se refiere tanto al tipo de luz como a su intensidad. Por regla general, cuanta más luz, más visibles son las moscas. Igualmente, la luz de relleno, uniforme, que no genera sombras (como la de los tubos fluorescentes o la de un día nublado), resalta más las moscas que la luz puntual (como la de una lámpara halógena o el sol directo). El color de los objetos que reflejan la luz es relevante. Por ejemplo, sobre el negro no se ven las moscas, por iluminado que esté, todo lo contrario que sobre el blanco.

3) En tercer lugar, está el dinamismo ocular, que es un factor subjetivo, propio del sujeto. Como regla general, si se mueven poco los ojos, las moscas se ven menos. Por otra parte, tendríamos el dinamismo de lo observado, que es un factor objetivo, y que se relaciona con el primero de los mencionados, es decir, con la homogeneidad de lo observado. En este sentido, puede decirse que las moscas se ven menos un día de lluvia o desde un vehículo en movimiento.

4) Por último, está el factor subjetivo por excelencia, y sin el cual los demás no operarían: son las moscas en sí. El grado de opacidad del humor vítreo es proporcional a la zona que está oscurecida en nuestro campo visual. Como regla general, aquí puede decirse que cuantas más moscas hay, más moscas vemos.

Estos cuatro son todos ellos factores físicos de visibilidad. Y son una conclusión personal, no médica. La visibilidad de las moscas bajo estos parámetros tiene como eje director los mecanismos en que funciona la atención. Y, por tanto, podrían resumirse en el siguiente principio general: las moscas se ven porque llaman la atención, es decir, la concentran. Por tanto, estos cuatro factores, más que indicar cuándo se ven más moscas, indican cuándo llaman más la atención.

No obstante, existen otros factores, según se ha apuntado en muchas ocasiones. Se trata de factores psicológicos: "hay una relación mucho más intensa entre incomodidad de síntomas y tipo de personalidad, que con el grado objetivo de opacidades", se puede leer en el blog de
Ocularis (cfr. comentario 96).

El que existan diversos tipos de personalidades para afrontar este problema no lo dudo. De hecho, lo creo firmemente desde el principio. Pero eso no me parece un argumento en contra de quienes sufren con las moscas. Parece que se insinúe en cierto modo que tras una inadaptación hay una personalidad torcida. Yo no conozco la entidad real del problema al nivel estadístico. Pero que dependa de la personalidad no hace del nuestro un caso anecdótico.

Aparte, cualquier tontería de la vida tiene diferentes niveles de reacción legítimos. Hay gente que se pone furiosa cuando alguien les estropea un libro, mientras que a la gran mayoría les parece una excentricidad. En fin, que mi forma de ser y mis aficiones pueden traerme perjuicios, pero es la base de otros tantos beneficios para mí irrenunciables.

Concluyendo, creo que lo correcto dista mucho de meter en el saco de las enfermedades psiquiátricas cualquier tipo de dificultad adaptativa. Me parece una exageración. No obstante, sería interesante conocer cuáles son esos misteriosos rasgos de personalidad que lo hacen a uno más propenso a ver moscas.

*Texto revisado el 10 de febrero de 2008.