El vuelo de las moscas cojoneras

Las miodesopsias o 'moscas volantes' son opacidades que se forman a veces en el vítreo del ojo y tienen carácter permanente. Para quienes las tienen, se perciben como sombras que pululan por el campo visual, a menudo comparadas con puntos, hilos o telarañas. La oftalmología las considera por sí solas un problema menor. Hoy en día, no las trata porque no dispone de un remedio eficaz; no obstante, sostiene que se dejan de percibir con la costumbre. Cuestionada esta afirmación por muchas personas, este blog nace para comprobar su veracidad sobre mi caso particular. Pero no persigue una experiencia científica, sino expresiva.
[Aviso: ÉSTE NO ES UN BLOG DE MEDICINA. Para leer una descripción médica de las miodesopsias, visita este enlace.]

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26/12/07

El sabor de la vejez


Que el oculista me dijese justo hace un año que todo estaba bien me tranquilizó bastante sobre las posibilidades de que cayese el telón. Pero, al final de la mañana, estaba otra vez angustiado. Pues caí en la cuenta de que la situación, enormemente molesta, continuaba sin variar un ápice. El oculista me había dicho que tenía 'un buen fondo de ojo para mi miopía', y que 'las moscas, como las exnovias, olvidarse de ellas'. Pero, una vez reída la gracia y sofocado el gran susto, floreció la evidencia de que lo que tenía en mis ojos, que de por sí ya me suponía un problema, iba a seguir ahí.

Pensé entonces en que la vida para mí había cambiado al probar por primera vez el sabor de la vejez, del deterioro del cuerpo. Al enfrentarme por primera vez con una imposición natural tan poco deseada. Al verme obligado a hacer una renuncia tan dolorosa y tan lejos de mis previsiones un mes antes. Uno a los cuarenta, a los cincuenta, está en guardia. Sabe que la vida no es para siempre, y que no conviene engañarse con la perennidad de nuestro cuerpo. Pero yo, a mi edad, todavía vivía, reconozco, un poco de espaldas a la realidad, un poco en esa extraña fantasía infantil de que duraremos siempre con plenas facultades. Lo que sentí entonces lo escribí aquí.

24/12/07

Posteo y a cenar...


Va a ser una feliz noche ésta. Espero que también para vosotros. Los estados de ánimo son un misterio, pero en general obeceden a una ley general de la 'relatividad', por decirlo así.

El año pasado recuerdo que la cena fue muy triste. Por la tarde había estado paseando con mi nueva gran mosca. Y, sobre el cielo apagado del atardecer, descubrí que empezaba a asomar una gran mancha que prácticamente recorría todo el campo visual. Aún no había visitado al oculista, y estaba aterrorizado. Parecía que de un momento a otro fuese a caer el telón. Y miraba las calles, las luces navideñas, las torres de la catedral, narcotizado por los nervios. Como si fuese una despedida.


Hoy ha sido muy distinto, pese a que las manchas sean mucho mayores. Porque he alcanzado cierto nivel de seguridad. Cuando uno se despeña por un terraplén, no sabe cuando va a parar; pero apenas consigue agarrarse a algo, detenerse en un pequeño repecho, y comprobar que sigue vivo, las heridas ya duelen menos. Así que me voy a cenar, que estoy muy contento, y encima muerto de hambre. A los que estais ahí y seguís de vez en cuando mis cavilaciones, os deseo feliz Navidad.

22/12/07

La primera vez


Hoy hace un año que apareció en mi visión la primera gran mosca. Y me pregunto qué camino he andado, cuáles han sido mis pérdidas y cuáles mis progresos. Pero no sé qué responder. Hasta sólo hace tres semanas, cuando estaba escribiendo sobre mis experiencias hace un año, pensaba que estaba preparado para recapitular y dar por zanjado el asunto de las moscas junto con este blog. Pero hoy ya no estoy seguro de hacer eso.


Los últimos días han puesto de manifiesto un sigiloso y paulatino empeoramiento de las opacidades, que es clamoroso si se compara con la situación del año pasado. Así las cosas, no puedo decir que ya lo tengo todo dicho. Desde luego, si hay al final de toda esta aventura un puerto de estabilidad, de reconciliación con mi vista, no es en absoluto ahora. Hay que seguir esperando. De esto, concluyo un hecho indiscutible, al menos a nivel personal: que los vaticinios médicos son inexactos, erróneos, desacordes con la realidad. Esto es: ‘en unos meses te acostumbras’ es un enunciado definitivamente falso. Naturalmente, la respuesta médica no ofrece fisuras: la culpa es mía, que libremente he escogido la senda del dolor.

La tarde del 22 de diciembre de 2006 yo estaba en clase. Estaba un poco cansado; la cena de navidad el día anterior, con los compañeros, me había dejado una buena resaca. Alguien hizo una pregunta al profesor por detrás de mí, y yo me giré para mirarlo. En ese instante, algo se cruzó en mi vista y se puso justo encima del que hablaba. Perplejo, parpadeé, me volví al frente. Creo que en ese instante no se me pasó nada por la cabeza. Ni bueno ni malo. Tenía muchísimo sueño. Casi como por curiosidad, volví a hacer el mismo gesto de mirar al que hablaba, y de nuevo se cruzó aquella forma gris, enorme, en mi visión. Intenté fijarla en el centro de mi vista, pero ella se movía lentamente, como una gota líquida reptante.

Me asusté. Y no porque no supiese lo que era una mosca volante; había detectado más de una moviéndose en el cielo azul, pero de forma absolutamente infrecuente. Cuando las perdía de vista, era incapaz de volver a encontrarlas. Pero esta mosca era tan grande, que la veía constantemente, allí, meneándose bajo la luz de los neones del aula. Y, en bloque, surgió la ansiedad: de ir al médico, de mirar en internet, de saber si se iba a ir y cuándo se iba a ir… En aquel momento, era incapaz de aceptar que aquella mosca se fuese a quedar para siempre, incapaz de aceptar siquiera que tardase un año en curarse. Pues la sentía berreando allí, como una mujer que no para de toser en la fila de al lado durante una sinfonía.

Pero la mosca se quedó, vaya si se quedó. Y sigue aquí, engordando como un capón, y coreada por cientos de compañeras.

15/12/07

El movimiento ocular


En anteriores entradas, he hablado de
la homogeneidad d
e lo que se mira y de la luminosidad como factores relevantes de las miodesopsias. Por una parte, tenemos que cuanto más homogénea sea una superficie, más se resaltará en ella la cortina de moscas volantes. Por la otra parte, tenemos que, como regla general, la claridad hace más evidente dicha cortina.

Pues hoy quería hablar de un tercer factor que he detectado en mi experiencia personal. Se trata del movimiento de los ojos. En mi opinión, a mayor movimiento, mayor visibilidad de las miodesopsias. No se trata del dinamismo de la imagen percibida, ni de desplazarse en coche a toda velocidad, ni de mover la cabeza bruscamente; me refiero al propio movimiento del globo ocular, del que se encargan los músculos del ojo.

Dicho esto, se pueden hace
r muchas apreciaciones interesantes. Todas ellas redundan en el manido tema de la atención. La causa de que la cortina sea más visible en condiciones de movilidad es que se generan puntos de atención dinámicos dentro del campo visual. Y es que, involuntariamente, el cerebro tiende a sentirse atraído por la irregularidad. Y la irregularidad es, por ejemplo, un pájaro en un cielo azul. Primero, porque es un punto de distinta forma y color, y segundo, porque se mueve.

Justo por eso puede ser que existe alguna web que recomienda expresamente a los que padecen de moscas volantes ‘que no muevan demasiado los ojos’. Irónicamente, en otras se recomienda moverlos de arriba abajo para apartarlas si se ponen delante. Bien, yo no estoy de acuerdo con ninguna de estas recomendaciones, pero el hecho es que mover los ojos bruscamente las pone en evidencia porque las agita, como se pone en evidencia el polvo al sacudir un felpudo que parecía sólo un poco sucio.

Las moscas se desplazan con el ojo con distintos grados d
e movilidad. En algunos casos se mantienen en una posición parecida, y en otros se mueven holgadamente por todo el campo visual. Pero en ambos casos el observador percibe un objeto que se mueve con independencia de los objetos reales. Por el contrario, si se dejan de mover los ojos, las moscas se detienen, integrándose en la imagen recibida y dejando de llamar la atención.

En este sentido, tiene lógica que las miodesopsias se vean menos cuando el campo visual es muy dinámico. Por ejemplo, mirando el oleaje del mar, o en los días de lluvia. La cuestión es que, si el movimiento del mundo (el mar, la lluvia, una calle atestada de gente) supera a la movilidad de las opacidades, la atención caerá inconscientemente sobre el primero.


Resumiendo, y para que se entienda fácil, hay dos situaciones extremas. En la primera vamos en el tren, con la mirada quieta, mientras que el paisaje se mueve a toda velocidad: las moscas se ven poco o nada; el movimiento ahoga el vaivén de la opaca cortina, y podemos explorar. En la segunda, estamos tratando de dibujar sobre un papel blanco, o leyendo, y los ojos se mueven afanosamente, pero el mundo permanece inmóvil: las moscas prevalecen, y su frenesí hace fatigosa toda exploración.

Uno de los principales efectos de unas miodesopsias intensas es que el observador ha de enfrentarse a una visión cinética, con múltiples puntos de atención, al ponerse frente a panoramas que previamente constituían para él una promesa de estabilidad, de quietud (o de felicidad, como diría Stendhal). El gran chasco del observador es que un sistema tradicionalmente en reposo (como el cielo, una biblioteca, la pantalla del ordenador o una galería de arte) se convierte de repente en una estructura dinámica no deseada.

Texto revisado el 12 de enero de 2008.

7/12/07

Vista nueva


7 de diciembre de 2006.
Voy a la óptica y explico el caso. 'Quería revisarme la vista porque no veo bien'. Me responde una chica joven, que parece nueva en la profesión, que como llevo lentillas, mejor que vuelva después del puente de la Constitución. Que tengo que llevar las gafas, porque el ojo tiene que estar descansado para las puebas. Me siento contrariado. Le digo que me he puesto las lentillas hace diez minutos, que si puede revisarme igualmente. Accede.

Me quito las lentillas. No veo un pimiento, voy a tientas por las estancias de Central Óptica. La chica me hace las pruebas frente a los optotipos. Resultado: 1 dioptría más en cada ojo. Le explico el asunto de que ha sido cosa de tres semanas como mucho. Algo repentino. Ella parece escéptica. Se limita a mostrar cierta sorpresa de que pudiese arreglarme con las lentillas que llevaba. Le digo que si es posible que me dé una lentilla para el ojo derecho, mientras que para el izquierdo podré arreglarme con las que llevaba hasta el momento en el derecho. Por suerte, le queda una muestra, que me regala. Con esto podé irme arreglando hasta la visita al médico, que pienso hacer.

Abandono la óptica con cierto alivio; me voy con las lentillas viejas puestas. El problema era de miopía; pero el aumento repentino sigue inquietándome. Es la primera vez que me preocupo por un aumento de miopía. En el camino a casa no dejo de pensar en llegar. Estoy deseando ponerme las lentillas nuevas.

Cuando entro en casa me meto en el baño y me cambio las lentillas. Es un alivio enorme. Todo vuelve a su sitio. Las cosas recobran sus perfiles y los ojos se inundan de luz. Me asomo al balcón; miro la calle. Paseo la mirada muy despacio por las formas. Exploro. Veo a lo lejos las matrículas de los coches parados en el semáforo, formando una hilera larga y dislocada. La textura del asfalto, una lluvia fina posándose en él, bullendo en el viento. Las plantas de los balcones, temblando, con sus hojas y sus flores de distintos colores. Y las nubes grises, moviéndose rápido por encima de los tejados, llenas de luz.

Algún recóndito lugar del fondo de mi cabeza parece calmarse, adormilarse, cuando las formas llegan enfocadas. Es como si la luz llegase más lejos, hasta acariciar una terminación nerviosa que normalmente permanece en sombra, aletargada en su sensibilidad. Pero toda esta larga e intensa contemplación está presidida por un temor que la hace aún más penetrante: el conocimiento de que la facultad de ver no es eterna. Constato que los sentidos son un valioso regalo: la capacidad de sentir el placer de la belleza está condicionada a que los sentidos funcionen.

Despues de esto, hablo un rato por el messenger con una amiga italiana. Le comento el caso, y la experiencia de la ventana. No sé por qué, le digo: 'tengo la impresión de que esto de los ojos aún me tiene reservada alguna sorpresa'. Ella se lo toma a broma. Piensa que soy demasiado pesimista. Para mí, al contrario, es una forma de advertir a la suerte de que estoy en guardia, y de advertirme a mi mismo de que tengo que disfrutar las cosas mientras duren.

2/12/07

Va de miopía...


2 de diciembre de 2006. Al llegar a casa el fin de semana, por fin puedo recoger las lentillas. Me pruebo el juego nuevo. Y nada cambia, veo igual de mal. No entiendo nada. Me asusto muchísimo. No puedo hacer nada de momento. Es fin de semana; no puedo revisarme todavía. Pruebo a poner una lentilla de mi ojo derecho en el izquierdo, que tienen 1 dioptría de diferencia. Ajá, ahora por el izquierdo veo nítidamente. Vale, es un problema de dioptrías, parece evidente. Pero no me consuela. Me entra una congoja extrañísima, casi irracional. Otra vez me ha vuelto a aumentar la miopía… Mi padre me ve todo abatido; se lo explico y me regaña. Dice que no pasa nada, que se cambian las lentillas y ya está. Pero yo soy escéptico. No me importaría aumentar la graduación de las lentillas hasta el infinito, si esa fuese toda la historia. Pero estoy lo suficientemente informado para saber que la miopía propende a otros deterioros visuales. Y esta vez el aumento ha sido galopante, y a mi edad. El lunes voy a una óptica, por lo menos para solucionarme la papeleta hasta la cita con el médico.