El vuelo de las moscas cojoneras

Las miodesopsias o 'moscas volantes' son opacidades que se forman a veces en el vítreo del ojo y tienen carácter permanente. Para quienes las tienen, se perciben como sombras que pululan por el campo visual, a menudo comparadas con puntos, hilos o telarañas. La oftalmología las considera por sí solas un problema menor. Hoy en día, no las trata porque no dispone de un remedio eficaz; no obstante, sostiene que se dejan de percibir con la costumbre. Cuestionada esta afirmación por muchas personas, este blog nace para comprobar su veracidad sobre mi caso particular. Pero no persigue una experiencia científica, sino expresiva.
[Aviso: ÉSTE NO ES UN BLOG DE MEDICINA. Para leer una descripción médica de las miodesopsias, visita este enlace.]

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26/12/07

El sabor de la vejez


Que el oculista me dijese justo hace un año que todo estaba bien me tranquilizó bastante sobre las posibilidades de que cayese el telón. Pero, al final de la mañana, estaba otra vez angustiado. Pues caí en la cuenta de que la situación, enormemente molesta, continuaba sin variar un ápice. El oculista me había dicho que tenía 'un buen fondo de ojo para mi miopía', y que 'las moscas, como las exnovias, olvidarse de ellas'. Pero, una vez reída la gracia y sofocado el gran susto, floreció la evidencia de que lo que tenía en mis ojos, que de por sí ya me suponía un problema, iba a seguir ahí.

Pensé entonces en que la vida para mí había cambiado al probar por primera vez el sabor de la vejez, del deterioro del cuerpo. Al enfrentarme por primera vez con una imposición natural tan poco deseada. Al verme obligado a hacer una renuncia tan dolorosa y tan lejos de mis previsiones un mes antes. Uno a los cuarenta, a los cincuenta, está en guardia. Sabe que la vida no es para siempre, y que no conviene engañarse con la perennidad de nuestro cuerpo. Pero yo, a mi edad, todavía vivía, reconozco, un poco de espaldas a la realidad, un poco en esa extraña fantasía infantil de que duraremos siempre con plenas facultades. Lo que sentí entonces lo escribí aquí.

24/12/07

Posteo y a cenar...


Va a ser una feliz noche ésta. Espero que también para vosotros. Los estados de ánimo son un misterio, pero en general obeceden a una ley general de la 'relatividad', por decirlo así.

El año pasado recuerdo que la cena fue muy triste. Por la tarde había estado paseando con mi nueva gran mosca. Y, sobre el cielo apagado del atardecer, descubrí que empezaba a asomar una gran mancha que prácticamente recorría todo el campo visual. Aún no había visitado al oculista, y estaba aterrorizado. Parecía que de un momento a otro fuese a caer el telón. Y miraba las calles, las luces navideñas, las torres de la catedral, narcotizado por los nervios. Como si fuese una despedida.


Hoy ha sido muy distinto, pese a que las manchas sean mucho mayores. Porque he alcanzado cierto nivel de seguridad. Cuando uno se despeña por un terraplén, no sabe cuando va a parar; pero apenas consigue agarrarse a algo, detenerse en un pequeño repecho, y comprobar que sigue vivo, las heridas ya duelen menos. Así que me voy a cenar, que estoy muy contento, y encima muerto de hambre. A los que estais ahí y seguís de vez en cuando mis cavilaciones, os deseo feliz Navidad.

22/12/07

La primera vez


Hoy hace un año que apareció en mi visión la primera gran mosca. Y me pregunto qué camino he andado, cuáles han sido mis pérdidas y cuáles mis progresos. Pero no sé qué responder. Hasta sólo hace tres semanas, cuando estaba escribiendo sobre mis experiencias hace un año, pensaba que estaba preparado para recapitular y dar por zanjado el asunto de las moscas junto con este blog. Pero hoy ya no estoy seguro de hacer eso.


Los últimos días han puesto de manifiesto un sigiloso y paulatino empeoramiento de las opacidades, que es clamoroso si se compara con la situación del año pasado. Así las cosas, no puedo decir que ya lo tengo todo dicho. Desde luego, si hay al final de toda esta aventura un puerto de estabilidad, de reconciliación con mi vista, no es en absoluto ahora. Hay que seguir esperando. De esto, concluyo un hecho indiscutible, al menos a nivel personal: que los vaticinios médicos son inexactos, erróneos, desacordes con la realidad. Esto es: ‘en unos meses te acostumbras’ es un enunciado definitivamente falso. Naturalmente, la respuesta médica no ofrece fisuras: la culpa es mía, que libremente he escogido la senda del dolor.

La tarde del 22 de diciembre de 2006 yo estaba en clase. Estaba un poco cansado; la cena de navidad el día anterior, con los compañeros, me había dejado una buena resaca. Alguien hizo una pregunta al profesor por detrás de mí, y yo me giré para mirarlo. En ese instante, algo se cruzó en mi vista y se puso justo encima del que hablaba. Perplejo, parpadeé, me volví al frente. Creo que en ese instante no se me pasó nada por la cabeza. Ni bueno ni malo. Tenía muchísimo sueño. Casi como por curiosidad, volví a hacer el mismo gesto de mirar al que hablaba, y de nuevo se cruzó aquella forma gris, enorme, en mi visión. Intenté fijarla en el centro de mi vista, pero ella se movía lentamente, como una gota líquida reptante.

Me asusté. Y no porque no supiese lo que era una mosca volante; había detectado más de una moviéndose en el cielo azul, pero de forma absolutamente infrecuente. Cuando las perdía de vista, era incapaz de volver a encontrarlas. Pero esta mosca era tan grande, que la veía constantemente, allí, meneándose bajo la luz de los neones del aula. Y, en bloque, surgió la ansiedad: de ir al médico, de mirar en internet, de saber si se iba a ir y cuándo se iba a ir… En aquel momento, era incapaz de aceptar que aquella mosca se fuese a quedar para siempre, incapaz de aceptar siquiera que tardase un año en curarse. Pues la sentía berreando allí, como una mujer que no para de toser en la fila de al lado durante una sinfonía.

Pero la mosca se quedó, vaya si se quedó. Y sigue aquí, engordando como un capón, y coreada por cientos de compañeras.

15/12/07

El movimiento ocular


En anteriores entradas, he hablado de
la homogeneidad d
e lo que se mira y de la luminosidad como factores relevantes de las miodesopsias. Por una parte, tenemos que cuanto más homogénea sea una superficie, más se resaltará en ella la cortina de moscas volantes. Por la otra parte, tenemos que, como regla general, la claridad hace más evidente dicha cortina.

Pues hoy quería hablar de un tercer factor que he detectado en mi experiencia personal. Se trata del movimiento de los ojos. En mi opinión, a mayor movimiento, mayor visibilidad de las miodesopsias. No se trata del dinamismo de la imagen percibida, ni de desplazarse en coche a toda velocidad, ni de mover la cabeza bruscamente; me refiero al propio movimiento del globo ocular, del que se encargan los músculos del ojo.

Dicho esto, se pueden hace
r muchas apreciaciones interesantes. Todas ellas redundan en el manido tema de la atención. La causa de que la cortina sea más visible en condiciones de movilidad es que se generan puntos de atención dinámicos dentro del campo visual. Y es que, involuntariamente, el cerebro tiende a sentirse atraído por la irregularidad. Y la irregularidad es, por ejemplo, un pájaro en un cielo azul. Primero, porque es un punto de distinta forma y color, y segundo, porque se mueve.

Justo por eso puede ser que existe alguna web que recomienda expresamente a los que padecen de moscas volantes ‘que no muevan demasiado los ojos’. Irónicamente, en otras se recomienda moverlos de arriba abajo para apartarlas si se ponen delante. Bien, yo no estoy de acuerdo con ninguna de estas recomendaciones, pero el hecho es que mover los ojos bruscamente las pone en evidencia porque las agita, como se pone en evidencia el polvo al sacudir un felpudo que parecía sólo un poco sucio.

Las moscas se desplazan con el ojo con distintos grados d
e movilidad. En algunos casos se mantienen en una posición parecida, y en otros se mueven holgadamente por todo el campo visual. Pero en ambos casos el observador percibe un objeto que se mueve con independencia de los objetos reales. Por el contrario, si se dejan de mover los ojos, las moscas se detienen, integrándose en la imagen recibida y dejando de llamar la atención.

En este sentido, tiene lógica que las miodesopsias se vean menos cuando el campo visual es muy dinámico. Por ejemplo, mirando el oleaje del mar, o en los días de lluvia. La cuestión es que, si el movimiento del mundo (el mar, la lluvia, una calle atestada de gente) supera a la movilidad de las opacidades, la atención caerá inconscientemente sobre el primero.


Resumiendo, y para que se entienda fácil, hay dos situaciones extremas. En la primera vamos en el tren, con la mirada quieta, mientras que el paisaje se mueve a toda velocidad: las moscas se ven poco o nada; el movimiento ahoga el vaivén de la opaca cortina, y podemos explorar. En la segunda, estamos tratando de dibujar sobre un papel blanco, o leyendo, y los ojos se mueven afanosamente, pero el mundo permanece inmóvil: las moscas prevalecen, y su frenesí hace fatigosa toda exploración.

Uno de los principales efectos de unas miodesopsias intensas es que el observador ha de enfrentarse a una visión cinética, con múltiples puntos de atención, al ponerse frente a panoramas que previamente constituían para él una promesa de estabilidad, de quietud (o de felicidad, como diría Stendhal). El gran chasco del observador es que un sistema tradicionalmente en reposo (como el cielo, una biblioteca, la pantalla del ordenador o una galería de arte) se convierte de repente en una estructura dinámica no deseada.

Texto revisado el 12 de enero de 2008.

7/12/07

Vista nueva


7 de diciembre de 2006.
Voy a la óptica y explico el caso. 'Quería revisarme la vista porque no veo bien'. Me responde una chica joven, que parece nueva en la profesión, que como llevo lentillas, mejor que vuelva después del puente de la Constitución. Que tengo que llevar las gafas, porque el ojo tiene que estar descansado para las puebas. Me siento contrariado. Le digo que me he puesto las lentillas hace diez minutos, que si puede revisarme igualmente. Accede.

Me quito las lentillas. No veo un pimiento, voy a tientas por las estancias de Central Óptica. La chica me hace las pruebas frente a los optotipos. Resultado: 1 dioptría más en cada ojo. Le explico el asunto de que ha sido cosa de tres semanas como mucho. Algo repentino. Ella parece escéptica. Se limita a mostrar cierta sorpresa de que pudiese arreglarme con las lentillas que llevaba. Le digo que si es posible que me dé una lentilla para el ojo derecho, mientras que para el izquierdo podré arreglarme con las que llevaba hasta el momento en el derecho. Por suerte, le queda una muestra, que me regala. Con esto podé irme arreglando hasta la visita al médico, que pienso hacer.

Abandono la óptica con cierto alivio; me voy con las lentillas viejas puestas. El problema era de miopía; pero el aumento repentino sigue inquietándome. Es la primera vez que me preocupo por un aumento de miopía. En el camino a casa no dejo de pensar en llegar. Estoy deseando ponerme las lentillas nuevas.

Cuando entro en casa me meto en el baño y me cambio las lentillas. Es un alivio enorme. Todo vuelve a su sitio. Las cosas recobran sus perfiles y los ojos se inundan de luz. Me asomo al balcón; miro la calle. Paseo la mirada muy despacio por las formas. Exploro. Veo a lo lejos las matrículas de los coches parados en el semáforo, formando una hilera larga y dislocada. La textura del asfalto, una lluvia fina posándose en él, bullendo en el viento. Las plantas de los balcones, temblando, con sus hojas y sus flores de distintos colores. Y las nubes grises, moviéndose rápido por encima de los tejados, llenas de luz.

Algún recóndito lugar del fondo de mi cabeza parece calmarse, adormilarse, cuando las formas llegan enfocadas. Es como si la luz llegase más lejos, hasta acariciar una terminación nerviosa que normalmente permanece en sombra, aletargada en su sensibilidad. Pero toda esta larga e intensa contemplación está presidida por un temor que la hace aún más penetrante: el conocimiento de que la facultad de ver no es eterna. Constato que los sentidos son un valioso regalo: la capacidad de sentir el placer de la belleza está condicionada a que los sentidos funcionen.

Despues de esto, hablo un rato por el messenger con una amiga italiana. Le comento el caso, y la experiencia de la ventana. No sé por qué, le digo: 'tengo la impresión de que esto de los ojos aún me tiene reservada alguna sorpresa'. Ella se lo toma a broma. Piensa que soy demasiado pesimista. Para mí, al contrario, es una forma de advertir a la suerte de que estoy en guardia, y de advertirme a mi mismo de que tengo que disfrutar las cosas mientras duren.

2/12/07

Va de miopía...


2 de diciembre de 2006. Al llegar a casa el fin de semana, por fin puedo recoger las lentillas. Me pruebo el juego nuevo. Y nada cambia, veo igual de mal. No entiendo nada. Me asusto muchísimo. No puedo hacer nada de momento. Es fin de semana; no puedo revisarme todavía. Pruebo a poner una lentilla de mi ojo derecho en el izquierdo, que tienen 1 dioptría de diferencia. Ajá, ahora por el izquierdo veo nítidamente. Vale, es un problema de dioptrías, parece evidente. Pero no me consuela. Me entra una congoja extrañísima, casi irracional. Otra vez me ha vuelto a aumentar la miopía… Mi padre me ve todo abatido; se lo explico y me regaña. Dice que no pasa nada, que se cambian las lentillas y ya está. Pero yo soy escéptico. No me importaría aumentar la graduación de las lentillas hasta el infinito, si esa fuese toda la historia. Pero estoy lo suficientemente informado para saber que la miopía propende a otros deterioros visuales. Y esta vez el aumento ha sido galopante, y a mi edad. El lunes voy a una óptica, por lo menos para solucionarme la papeleta hasta la cita con el médico.

24/11/07

Extrañeza


24 de noviembre de 2006.
Aún no he podido pasarme a por las lentillas. Pero mañana iré sin falta. Estoy un poco preocupado. Cada día veo peor el powerpoint. No me lo explico, porque hace tres días no tenía ningún problema. Esto no puede ser un aumento de miopía, han de ser las lentillas que llevo, que deben de estar casi podridas. Llevo varios años sin aumentos, no me va a aumentar tanto en tres días, es inconcebible. Pero sigo asustado igual. Las cosas se están poniendo bastante borrosas, hasta el punto de no leer cosas a escasa distancia. Hago una prueba: me quito las lentillas y me pongo las gafas, objeto que uso bastante poco. Y, en efecto, veo perfectamente. Bueno, un poquito peor por el ojo derecho, pero es que estos cristales ya llevan muchos años sin ser revisados. En todo caso, veo bien. Luego, han de ser las lentillas. Mañana iré a por las nuevas y saldré de dudas.

17/11/07

Mal presagio


17 de noviembre de 2006.
Sigo un poco con la misma sensación de tener la vista espesa y pesada. Qué extraño otoño, y qué extraño aire, que me hace frotar los ojos todo el tiempo para enfocar bien. Más que frotarme los ojos, hago un pequeño truco que conozco desde pequeño, y que me sirve para humedecer los ojos. Los cierro y los entorno un momento, y luego vuelvo a mirar. Todo cobra entonces mayor nitidez. Pero esta sequedad parece más difícil de solventar de lo habitual. Y es que estoy con el último par de lentillas, y encima ya pasan del mes. Ahora mismo llamaré para encargar otro paquete de lentillas. A ver si lo tienen para el lunes.

11/11/07

Un año atrás


Voy a comenzar una crónica sobre cómo llegué a donde ahora me encuentro. La etiquetaré como 'hoy hace un año'. Estos días de otoño me evocan intensamente aquellas impresiones, aquel viento helado, aquella sensación de asfixia. Y quiero rememorar. No para sepultarme, sino para poner bajo el sol radiante esta vieja tumba llena de oscuridad y miedo. Referencia tan siniestra puede parecer, pasado el tiempo, exageración para muchos. Pero al hablar de aquel momento, faltaría a la verdad si negase el miedo que pasé.

11 de noviembre de 2006. Sólo me queda un juego de lentillas. Pronto llamaré a mi oculista y pediré otro pack. La verdad, últimamente no veo muy bien de lejos. Pero en fin. Suele pasarme que tengo la impresión de perder agudeza visual, y luego veo bien los optotipos en la consulta. De todas formas, veo bien los powerpoint en clase. Seguro que es lo de siempre, un poco de cansancio o un día demasiado ventoso.

A veces, me echo un colirio sin conservantes que me dio el oculista. Básicamente lo uso para humedecer los ojos. Pero la verdad es que me sorprende lo mal que funciona. Cada vez que me lo echo, se me forma una pasta en la vista que no se me asienta hasta pasada media hora. En cambio, me da vergüenza reconocerlo, cuando mejor veo es en los días de resaca. Ironías de la cerveza. Apenas me pongo las lentillas y me da la impresión de que a mi alrededor todo tiene una nitided apabullante. Que no se puede ver mejor. Y me encanta.

28/10/07

La luminosidad


En otra entrada de este blog, hablaba de la importancia del enfoque a la hora de advertir la presencia de las moscas volantes. Resumiendo, decía que podemos enfocar la vista sobre los objetos reales o sobre la cortina de miodesopsias, y en este proceso influye de forma decisiva el grado de ho
mogeneidad de la superficie a la que miramos. Por ejemplo, el cielo despejado o un folio blanco son superficies homogéneas, típicos objetos que remarcan las moscas que tenemos.

Hoy hablaré de otro factor decisivo: la intensida
d lumínica. Como regla general, se puede decir que a mayor luz, mayor es la visibilidad de las miodesopsias. En el cielo azul se pueden ver con nitidez, no sólo porque el cielo sea homogéneo, sino también porque su luz es intensa. E, igualmente, un folio blanco remarca las miodesopsias, pero si este folio blanco está iluminado por un sol intenso, la cosa se agrava.

No obstante, este apartado merece una puntualización en cuanto al tema del color: las miodesopsias suelen verse más con los colores claros, aquellos que reflejan mayor cantidad de luz, como por ejemplo el blanco o los azules claros. El negro, bien que esté iluminado, bien que se disponga de forma homogénea, disimula la presencia de las opacidades vítreas, que son del mismo color. Gradualmente éstas se irán haciendo más notables conforme se trate de un color más claro (esto es, conforme aumente la luz reflejada, que según recuerdo es máxima con el blanco y mínima con el negro). No iré más allá, porque empezaría a equivocarme. No soy físico, ni nada que se le parezca, así que lo que hable aquí pretende ser un teoría de andar por casa.

Dicho esto, hablaré un poco de mi experiencia, que por lo que sé no es aplicable en todos los casos. En mi caso, la luz me resulta más molesta cuando es una luz uniforme, de tipo abstracta, que cuando es una luz solar, intensa y dirigida, de las que provocan muchas sombras. Me da la impresión de que la luz, como las superficies, puede ser también más o menos homogénea, y cuando lo es mucho las moscas se me hacen más visibles.

Por ejemplo, un día nublado puede resultarme m
ás incómodo que un día de mucho sol. En el primer caso, tenemos la típica luz de los cuadros de filiación neoclásica, abstracta y uniforme, la típica luz de los platós de televisión, que todo lo ilumina por igual y reduce las sombras al mínimo.

Pietro Perugino, Entrega de las llaves a San Pedro (1481-82). Es un ejemplo de luz abstracta, que lo rellena todo por igual, y no genera sombras agresivas.

En el segundo caso, la luz es directa, digida, y golpea los objetos generando sombras. Es la típica luz del barroco y de su pintura, una luz que ilumina el mundo con grandes contrastes entre partes iluminadas y partes en penumbra.

Joseph Wright, Experimento con un pájaro en una burbuja de aire (1768). Vemos aquí un uso tenebrista de la luz, donde se porponen contrastes radicales entre zonas iluminadas y zonas en penumbra.

Esto conlleva una circunstancia curiosa en mi caso. Y es que el tipo de iluminación que más resalta las opacidades es aquélla de gran intensidad, que lo rellena todo. Es paradójicamente aquélla que se usa para facilitar una experiencia visual más cómoda, por lo que se propone a menudo en museos y bibliotecas. Por contra, la iluminación heterogénea de claroscuros, tenebrista, genera un campo visual lo suficientemente heterogéneo como para mantenerme atento al mundo exterior.

En este sentido, he observado que el sistema que más molesto me resulta es el de las lámparas de tubo fluorescente, especialmente cuando se amplifican con un sistema de espejos. El uso de estos largos tubos de luz sobre las mesas d
e ciertas bibliotecas acrecienta la visibilidad de las opacidades vítreas. Por contra, los focos de luz puntual, por intensa que sea, ya sea el sol, una lámpara halógena, o una fluorescente compacta, no tienen los mismos efectos negativos.

De izquierda a derecha: lámparas de tubo fluorescente; lámpara fluorescente compacta (de bajo consumo) y lámpara halógena.

Me da la impresión de que la causa es que las lámparas de tubo largo, ya que ofrecen una mayor superficie iluminada, son más propicias a provocar destellos sobre las opacidades, ya sea al mirarlas directamente, o teniéndolas en la visión periférica. Por contra, los otros tipos de lámparas tienen una luz más intensa pero más puntual, algo que en definitiva viene a disimular el paso de las moscas por el campo visual. Supongo que, en parte, se trata de la diferencia que hay entre un punto muy blanco en una pared negra frente a una pared de color gris uniforme. Lógicamente, las moscas se ven más en el segundo caso. La cuestión parece explicarse en términos de cantidad de superficie iluminada.

He aquí otra de las circunstacias que provocan las miodesopsias. Además de sombras en el campo visual,
pueden provocar luces. No fotopsias, no me refiero a eso. Me refiero a destellos provocados por una luz que incide en ellas desde el exterior. Cuando estamos en un gran salón lleno de luces de tubo fluorescente, la molestia no viene provocada por sombras flotantes, sino por luces, destellos. Se trata de las miodesopsias, que retienen la luz que llega directamente de las superficies iluminadas.

Naturalmente,
la visibilidad de las moscas disminuye de forma decisiva con condiciones de poca luz, como la noche. Pero la presencia de farolas o de neones las hace reaparecer de una forma distinta a como lo hacen por el día. En este caso se trata de halos de luz, destellos, que circulan al compás de los faros que se acercan, y que se van con ellos. Es exactamente lo mismo que una tela de araña: por el día, vista contra el cielo, es como una sombra; de noche, alumbrada con una linterna, se ilumina como un árbol de navidad, y todas sus gotitas chisporrotean.

¿Qué opináis vosotros? ¿Tenéis una experiencia parecida con la luz? ¿O es completamente distinta a la mía?

14/10/07

Lentillas nuevas


Acabo de estrenar las lentillas del mes, y me he sentido muy bien. Me he quedado un rato mirando por la galería, y sí, las moscas estaban ahí, pero en un segundísimo plano. He visto el cielo despejado, el sol pegando oblicuo sobre los tejados, y las largas sombras de las chimeneas sobre ellos. Y me he detenido un buen rato en las formas, en los colores, en las luces, con una feliz sensación de reencuentro. Éste ha sido un buen fin de semana, y no por esconderme a oscuras, sino por encontrarme bien con la luz.

No es ésta una entrada muy meditada, ya veis que son sólo unas líneas. Los malos momentos hacen pensar; los buenos, en cambio, se viven. No obstante, hay que recordar que existen, si no este blog acabaría por dar una imagen distorsionada de mi experiencia.

7/10/07

Ver y recordar


Me pregunto qué pasaría si perdiese la memoria. Si me olvidase de que el cielo aparece manchado, de que los museos de arte contemporáneo son lugares desagradables y fastidiosos. Me pregunto cuánto tardaría entonces en advertir la presencia de las negras moscas.

Porque claro, dicen por ahí que quienes se quejan más de las miodesopsias se empeñan en acordarse de ellas, en buscarlas, más o menos conscientemente, en su campo de visión. En vez de olvidarse de ellas, dejarlas bullir a su antojo sin prestarles atención.

Por eso digo, ¿cuánto tardaría en advertirlas en el cielo azul si por un momento me olvidase de que las tengo? No lo sé. Yo creo que son tantas y tan largas que las advertiría en el mismo instante en que abriese los ojos. Que las vería exactamente igual, aunque no tuviese una predisposición a verlas.

Por el contrario, con sólo unos minutitos que me pasasen desapercibidas, tendría que reconocer que muchas veces las veo porque recuerdo que están ahí. Eso sería una noticia estupenda. Significaría que se pueden sacar las moscas de la vista si se sacan primero de la cabeza.

3/10/07

Ni tan grave, ni tan leve


No ha sido muy bueno mi inicio de curso por lo que se refiere a las moscas. Lo cierto es que me parece evidente que me han restado, me han distorsionado la identidad. No tanto de cara a los demás, como de cara a mí mismo. Esto se debe a que han cambiado sustancialmente mi relación con el mundo.

Por desgracia, nada de lo que digo es novedoso para la mayoría de la gente. En ese sentido, este blog peca de ingenuo desde el principio. Muchos lectores constatarán que la queja que se plantea puede ser esgrimida por infinidad de personas, pues perder cosas, envejecer, deteriorarse, son circunstancias propias de la condición humana, y han sido lamentadas desde los antiguos griegos.

Llegado este punto, me doy cuenta de que las miodesopsias, en este blog, son en el fondo una encarnación de un drama más profundo y que no compete en absoluto a la ciencia médica. Un drama más antiguo que andar a pie y que, precisamente por eso, su exposición pública puede causar tanto admiración como risa. Es el drama de perder algo, de la fugacidad de las cosas, de las cosas buenas de la vida.

Y es que el daño de las miodesopsias, repito por nosecuánta vez, es muy sutil. No afecta a la actividad cognitiva, que es la que tienen a su cargo los oftalmólogos, sino a la actividad estética, es decir, aquélla que, llegada a través de los sentidos, nos produce placer o displacer intelectual. Y esta actividad no es un bien exclusivo de unos pocos eruditos en arte; es algo universal y necesario para encontrarse bien. Es algo de lo que no se habla a menudo, pero está ahí, resguardando nuestra salud emocional, y cuando se pierde o se deturpa, nos produce una enorme inquietud.

Perder algo de valor, algo nuestro desde el principio, es algo muy doloroso. Pero es un hecho cotidiano, propio de la condición humana, y que diariamente sufren millones de personas. Naturalmente las miodesopsias no son la única pérdida, lógicamente tampoco la peor. Pero, así como las fuentes del placer o el displacer son enormemente subjetivas, cada persona tiene una vivencia distinta de sus males, y por ello tiene derecho a pensar en ellos, a dolerse. Es ridículo, demencial, pensar que una opinión institucional, médica, contiene en sí misma todas las respuestas que necesitamos, y que estamos desvariando si decimos: 'echo de menos el placer de mirar al cielo'.

Seguro que se puede disfrutar del mundo desde infinidad de puntos de vista, con infinidad de problemas distintos encima. Y debemos aspirar a hacerlo. Pero ello requiere de un largo aprendizaje. A priori, sólo digo que recibir de un día para otro una maraña de sombras en el medio de nuestro mundo tiene muchos ingredientes para causarnos disgusto durante una buena temporada. Y para vivir con ello no me basta con saber 'lo que objetivamente es el problema' para un oftalmólogo, como tampoco me basta la opinión objetiva de un arquitecto sobre 'lo que es un espacio habitable' y sobre cómo debería ser el mío.

Ello no quiere decir que tengamos que olvidar que, hace años, los burgos urbanos eran en general mucho más precarios que los de ahora (espacios mínimos, frío, humedad, insalubridad, hacinamiento, derrumbamientos...), pero tampoco que tengamos que censurar a quienes se quejan hoy de vivir en 15 metros cuadrados. Justo ésta es otra de las ironías de la famosa 'relativización'. Por eso yo siempre soy partidario de que nos quejemos por cualquier cosa, mientras sea de forma razonable, y dejemos claro, si es nuestro caso, que las miodesopsias nos molestan, que es falso que por narices tengan que ser una anécdota visual o una frivolidad.

27/9/07

'Focus on the positive'


Focus on the positive
es la expresión que se usa en el portal eye-floaters.com para recomendar a los afectados que mantengan el optimismo, y que se centren en el 95% de su vista que no está manchada. No obstante, yo quería usarla como punto de partida para una serie de artículos despojados de emociones, más centrados en reflexionar sobre los efectos de las miodesopsias en términos físicos, meramente visuales, que no en términos de devastación moral. Esta serie va a llamarse 'óptica sin dramatismos'. Es una chorrada de título, lo sé. Pero es una forma de decir que vamos a hablar de la experiencia visual con la serena, impasible actitud de un entomólogo que va pinchando mosquitos en su corcho.

Bien, pues 'focus on the positive' me ha recordado una de las particularidades de las miodesopsias, que seguro que os va a sonar. El caso es que
las miodesopsias pueden enfocarse en la retina como un objeto más. Es decir, podemos ponerlas más nítidas si las miramos directamente, o más difusas si miramos en la distancia, a un paisaje real. No las vemos a ellas directamente, pues están entre la retina y la lente, pero vemos su sombra, y esta sombra sí es susceptible de enfocarse.

La expresión 'focus on the positive' me sugiere que se
nos invita a enfocar sólo la lejanía o, al menos, los objetos reales, estén cerca o lejos de nosotros, y no las sombras, objetos en negativo, que no se ven de verdad, y son ilusiones que se interponen. Y es que, la mayoría de las veces que nos enfangamos en el remolino sin fin de mirarnos las miodesopsias, lo hacemos ausentándonos de la realidad, ignorando nuestro alrededor en favor de perseguir a estos extraños seres a través de una dimensión ilusoria. El mundo se evapora y quedamos sólo nosotros tratando de cazar gallifantes, intentando centrarlos en nuestra vista, y luego enfocarlos. Queremos verlos de frente; nos reclama una curiosidad fatídica. Y, cuando lo conseguimos, quedamos horrorizados, traspasados por una dolorosa punzada.

Del acto de enfocar depende la nitidez con que vemos las cosas de la realidad, pero también las moscas. El enfoque es fundamental en toda la actividad visual, porque implica directamente a la atención. Al decir enfoque nos referimos a una actividad física que realiza el cristalino que se sitúa en la parte anterior del ojo; esta lente se encarga de fijar la zona nítida en nuestro campo visual. Trabaja como el anillo de enfoque en el objetivo de una cámara réflex, que se ajusta en función de la distancia del motivo. Por contra, 'atención' nos sugiere no una actividad física, sino intelectual. Son dos cosas distintas, pero en concepto hablamos de lo mismo: enfoque y atención se refieren a aquello que nos interesa dentro del campo visual. Y esto que nos interesa pueden ser involuntariamente las moscas.

¿Dónde está la mayor molestia que pueden provocar las miodesopsias? Lo sabemos bien quienes las padecemos: en las vistas de color y textura homogéneas. Por ejemplo, el cielo azul, las paredes claras, los folios y papeles sin escribir, el fondo de los documentos de Word y cualquier otra cosa por el estilo. ¿Por qué? Porque aquí nuestra atención se confunde, y nuestra vista no sabe dónde enfocar.
La uniformidad no facilita al ojo averiguar la mejor distancia focal y, como consecuencia, se ajusta sobre las miodesopsias, que es el único estímulo del que puede echar mano para obtener una imagen enfocada. Me acuerdo perfectamente de la sensación de mirar al cielo azul durante ratos largos cuando mi vista era transparente. La sensación era muy particular, casi me mareaba. Y sabía bien por qué era: porque no había textura y, al no tenerla, el cerebro no era capaz de calcular la distancia a la que estaba. La sensación era curiosa al extremo de poder imaginarme que el cielo era una superficie azul que se encontraba al alcance de mi mano. Distinto era bajar la vista y ver los árboles de enfrente: a estos sí los enfocaba, y entonces sí era capaz de experimentar la profundidad, la distancia hasta ellos. El mar, igualmente, facilita las cosas: su superficie rugosa sí facilita el enfoque.

Así, la clave parece que está en buscarle una buena competencia a las moscas.
Ofrecerle a la vista puntos de atención lo suficientemente heterogéneos y llamativos como para que las moscas no resalten. Es elegir entre quedarnos en esta caverna o regresar al mundo, aunque sea atravesando el pesado cortinaje. Si lo hacemos, las moscas no se van, pero quedan desenfocadas, pierden su poder de atención, como las gotas de agua del parabrisas en un día lluvioso. Si de verdad nos ilusionan o nos conmueven los colores y las formas del mundo, o el rostro de la persona que amamos, ella debe de ser para nosotros el centro máximo de atención, y esa broza infame no debe pasar de ser polvo que bulle en el aire un día de verano (perdón, ya me he puesto dramático).

El enfoque es uno de los principales factores que influyen en la visibilidad de las moscas. Pero hay otros. De ellos, el más popular es
la intensidad lumínica. De ella intentaré hablar en otra ocasión.

[Texto revisado el 16 de febrero de 2009]

24/9/07

Unas cuestiones técnicas


El principal inconveniente que he tenido para atraer público a este blog es Google. Desde que lo abrí, hace casi siete meses, comencé a enviarlo al buscador, para que me lo incluyesen en su índice. Pero
a día de hoy sigue sin aparecer entre las búsquedas. No es que tenga poco 'page rank', es que no está. Y me parece extrañísimo. Pues en otras ocasiones no he tenido ningún problema. Por ejemplo, mi otro blog (un blog literario que nada tiene que ver con moscas volantes) lo incluyeron en una semana, sin siquiera solicitarlo.

He esperado seis meses, por ver si esto tenía que ver con el famoso 'sandbox' de Google. Pero a estas alturas, el asunto sigue igual. Así, he tenido que dedicarme a conseguir algunos enlaces con relativa fuerza. Los que me conocéis, lo habéis hecho a través de ellos. Por todo esto, quienes me seguís sois pocos, como podéis ver en las estadísticas del tracker de la página. Pero algunos hay, y lo valoro enormemente. Saber que hay alguien del otro lado (algunos me los habéis dicho por correo electrónico) es para mí más de lo que esparaba al principio. Gracias.

El segundo tema es que he creado una página con un listado completo de enlaces
sobre el tema de las miodesopsias. Creo que hacía falta. En la columna de la izquierda no hay mucho espacio y además se ven con dificultad (puñeteras telarañas). Ahora el listado incluye muchos otros sitios que antes no estaban, con una breve descripción.

Os informo de que he reiniciado la encuestilla de la columna izquierda. Quería reformular sus enunciados, porque no me parecían adecuados. Por ejemplo, el tercer enunciado era ambiguo, por lo que no era votado. Decía: 'las mocas me molestan regular, paso tantos días buenos como malos'. Sin embargo, pasar tantos días buenos como malos puede ser considerado por algunos una molestia bastante gorda, no una molestia 'mediana'.

Lógicamente, no es posible reformular una encuesta que ya ha sido votada. Así que, muy a mi pesar, he tenido que crear una encuesta nueva y se han perdido los votos. Ahora la he convertido en una simple cuestión de grado, en una escala de 0 a 4. A los que ya habíais votado os invito a volver a hacerlo. Gracias.

18/9/07

Alegato


Como he dicho en varias ocasiones, nunca llevo este tema de las moscas a las conversaciones cotidianas con mis amigos o mi familia. Forma parte del plan para restarles importancia. Al fin y al cabo, de nada serviría hablar de ellas, únicamente para corromper un poco más la normalidad de la vida.

Pero tengo este espacio, del que estoy orgulloso, y de cuya creación no me he arrepentido en ningún momento. Ayer, no obstante, me confié, y le hablé a alguien de confianza sobre su existencia. Su respuesta fue muy negativa. Inmediatamente replicó que hacer un blog sobre las miodesopsias no era la mejor opción para olvidarlas, y que con ello sólo iba a conseguir mantenerlas en la mente.

Bien, es una paradoja en la que ya reparé desde el principio. Hablar de las moscas justamente conlleva tenerlas en la mente. Pero me parece un planteamiento simplón. Este blog no pretende ser un espacio para el lamento, y creo que cualquier lector puede constatarlo. Pretendo hacer una reflexión equilibrada sobre lo que en verdad son las moscas, y sobre el sitio que deben ocupar en la vida. Esto implica dejarse llevar por la pasión, para mal, pero también para bien.

Eso sí, este blog debe quedarse en internet, y no salir de ahí. Puede servirme para llevar a una especie de limbo distante este problema, para compartir en un ámbito seguro mis propias opiniones. Pero toda vez que abandone este ámbito y se desborde sobre mi entorno cotidiano, sobre la 'la vida real', sólo puede causar perjuicios, desfigurar la vida. Así pues, no volveré a cometer este error.

Yo creo en este blog por varias razones. En primer lugar, porque no es un blog para deprimirse, sino para poner las cosas en sus sitio. Aunque poner las cosas en su sitio implique tener algún día de bajón. En segundo lugar, porque creo que es un problema que reúne los requisitos suficientes para deprimir a alguien, no en vano, hay mucha gente en internet que se muestra como tal, y me parece algo cuando menos respetable.

En tercer lugar, porque los oculistas son técnicos, conocen la gravedad objetiva de las cosas, y la aplican con precisión, pero esto no anula la vivencia subjetiva de los pacientes. Tal vivencia subjetiva, cuando cobra cierto peso a nivel social, debe de ser tenida en cuenta. La práctica médica, como la de los periodistas, se basa en rutinas de trabajo que, como toda rutina, genera disfunciones. Tales disfunciones son naturalmente criticables. Yo opino que el abordaje médico del problema de las miodesopsias es flojo e insuficiente. Respeto la opinión institucional, pero estoy seguro de que la opinión institucional no va a ser eterna.

Por último, este blog puede ser una referencia más para los nuevos afiliados a este asunto. Hay muchísima gente que lleva las miodesopsias con toda normalidad. Pero también hay una cantidad razonable que se encuentran muy a disgusto. Y lógicamente estos pueden hablar de ello. La existencia de este blog quiere humildemente reafirmar la existencia de este segundo grupo, y promover una consideración distinta a nivel médico de los pacientes 'miodesópticos'. Esto no significa que piense que hay que inventar una solución por narices. Sólo significa que estoy aquí, y así lo vivo yo.

13/9/07

Coartadas


Vengo de la biblioteca. ¡Qué bonito es el sitio de la ventana! Sólo hay un sitio colocado de esa manera. Tiene mucha luz y, cuando uno quiere relajar la vista, basta con levantarla y mirar a lo lejos, a los árboles del parque, a los tejados que se levantan un poco más allá, sobre ellos. Hoy el sitio estaba libre, y me puse allí.

Pero a los diez minutos tuve que cambiarme.

Para mí que estas perras me han aumentado. O quizá hoy esté demasiado estresado. Sí, debe de ser eso. En realidad las moscas no tienen culpa de nada; soy yo que busco desesperadamente un disculpa para amargarme. Tiene razón; me escudo en que son las moscas, pero si no fuesen ellas, seguro que hoy también estaría aquí lamentándome, escribiendo un blog sobre cualquier otra imbecilidad.

7/9/07

Un respiro


Poco hay que contar. En los ojos todo igual. En el blog, otro tanto. Hoy, una anécdota intrascendente:

Parece que tengo otra buena racha. Hace buen tiempo en Galicia estos días, cambiando un poco la tónica reinante en el mes de agosto. Así que, aprovechando unos días de respiro que tengo entre exámenes, he ido a pasar otra tarde más al río.

Hoy me olvidé las gafas de sol. Cuando me monté en el coche, advertí su ausencia. Pero sentí un poco de vergüenza de volver a subir a casa a por ellas, en especial por mi acompañante, a quien no le conté nada del asunto de las moscas. Al momento, me di cuenta de que durante este verano he creado una nueva y extraña dependencia de este objeto. Una dependencia que nunca antes habría imaginado que llegaría a tener (las gafas de sol nunca me gustaron).

En fin, decidí pasar la tarde sin gafas, aprovechando que estaba de buen humor. Y la verdad, no las he echado mucho en falta. Un gran avance, sin duda. Pero calma; aún quedan dolores de cabeza.

29/8/07

De vuelta


Pues sí, Italia es un país para ver, sobre todo teniendo en cuentas los intereses por los que viajé allí, principalmente artísticos. Y la experiencia fue buena en general. Buena quiere decir que no prefería quedarme en el hostal llorando el que todo estuviese lleno de manchas oscuras.

Bueno, seriamente, tras más de medio año con esto, tengo dos certezas. La primera es que he mejorado emocionalemente. Buena parte de la angustia de los primeros momentos se relaciona con la incertidumbre de no saber hacia dónde va uno, hacia dónde va su vista. Uno se pregunta cómo soportar segundo a segundo que el mundo aparezca desfigurado, tras tantos años disfrutándolo nítido, tras tantos años suponiendo que nuestra forma de ver es nuestra en propiedad, y para siempre.

Ahora, por el contrario, sólo suelo ver las moscas. Me molestan, me tocan los cojones. Pero no me entristecen. No me produce pánico abrir los ojos por la mañana. Están ahí, produciendo exactamente los mismos efectos visuales, pero no los mismos efectos morales, que son los que más duelen. Esto es, por ejemplo: he comprobado en Italia que, en términos objetivos de experiencia sensible, me resulta más placentero fijar mi vista sobre una moqueta gris que sobre una estatua clásica de mármol blanco. Porque lo segundo genera molestas interferencias, infinidad de puntos de distracción no deseados, y lo primero se constituye en una visión descansada, casi estable.

La diferencia está en que antes esta terrible evidencia me destruía día a día. Ahora, en cambio, trato de no pensarlo demasiado. O incluso enfrentarme directamente: cuando estaba en la Academia de Florencia, delante del archipopular David de Miguel Ángel, moví de golpe los ojos y coloqué mi mayor mancha sobre la cabeza de la estatua, tratando de posarla quieta sobre ella como ajusta un piloto de caza la mirilla sobre su inquieto objetivo. Cuando vi que conseguía ocultarle toda la cabeza a este solemne señor, casi me dio la risa.

La segunda certeza que tengo es que es muy digno quejarse. Y que hay que quejarse cuando uno lo considere necesario, pues es algo de enorme dignidad. Quejarse no quiere decir ignorar a quiénes estar peor, o afrentarlos de alguna manera. No quiere decir exigir una solución al problema padecido. No quiere decir arremeter contra los médicos. No quiere decir, tampoco, que uno sea un amargado y que no sepa encajar las frustaciones, o disfrutar de las cosas buenas de la vida. Uno puede ser una persona razonable y quejarse, mientras sus quejas no monopolicen su vida entera. Se puede ser en general más feliz que la media y, respetuosamente, decir: 'no me gusta esta ciudad' o 'me gustaría ser un poco más alto'. E incluso crear un blog hablando de que no le gusta la fuente que han hecho en la plaza de su pueblo. Pero teniendo siempre presente que una fuente fea es muchísimo mejor que morirse en lo mejor de la vida.

En España, por ejemplo, las carreteras se llevan de forma sistemática y repentina la vida de muchos jóvenes, muchos de los cuales no son responsables de ir haciendo el ganso al volante. Otro asunto que ha conmocionado a mucha gente estos días es la muerte del futbolista del Sevilla Antonio Puerta, de 22 años, que sufrió un ataque al corazón durante un partido. A pesar de no tratarse de un problema estructural como lo es el drama de las carreteras, este tipo de muertes súbitas son, por su fuerza mediática, un recordatorio del extremo al que puede llegar la mala suerte.

14/8/07

De viaje


Escribo una entrada rápida. Mañana me voy de viaje a Italia, diez días. Nunca he estado allí, y hace tiempo que es mi viaje más deseado. Italia es un lugar, sobre todo, para ver. Como cualquier lugar, si lo pienso. Quizá podamos identificar cualquier lugar por el oído, incluso por el olfato... pero especialmente lo identificamos por la vista, pues son casi exclusivamente imágenes lo que conocemos de cada país antes de visitarlo.

Estos últimos días, bastante bien con las moscas. Por eso me voy bastante animado y con unas enormes ganas de ver. Dicen que la luz mediterránea es bien distinta de la atlántica. Veremos a ver...

6/8/07

Más playa


Las moscas me han cambiado. Como tantas otras cosas, desde luego. Pero me han cambiado, y no para bien. Es importante hacer hincapié, ante todo, en que tener miodesopsias no es igual que no tenerlas. Es decir, la experiencia sensible entre alguien con el vítreo limpio y alguie
n con el vítreo muy deteriorado (aunque sea en términos benignos) es sustancialmente distinta. Ahora bien, ambos pueden estar contentos con su visión, que es al final lo que cuenta.

En mi caso, aún no estoy contento. No sé si es algo repro
chable, o incluso una gran desfachatez. Sea lo que sea, considero que este episodio no ha acabado, y que aún me quedan sombras sobre las que imponerme. ¿Que es un mal peregrino, que está abocado a digerirse con el tiempo si mayor trascendencia? Lo admito, no voy a cuestionar esta afirmación, sobre todo porque me conviene que sea cierta. Pero no es tolerable que alguien se atreva a juzgar la nostalgia o la tristeza.

Llevo nueve años yendo al mismo lugar de vacaciones. Cuatro días de camping, sólo playa y descanso. Ha sido un nuevo escenario para el cotejo objetivo del antes y el después. El resultado ha sido el siguiente: por primera vez en nueve años he pasado bastante tiempo más o menos deprimido, o furioso, o mareado, o angustiado, o triste. Hipótesis: las moscas han sido únicas responsables. Esto es un hecho, no una invención gratuita, no una pataleta.

¿Por qué? Bien, es una pregunta de difícil respuesta, sobre todo si volvemos a argumentar que ‘seguimos plenamente capacitados para ver y no saltarnos un semáforo en rojo’. Y es que el daño de las miodesopsias es muy sutil, y atañe no a la visión misma, sino a la atención, a la intelectualización de lo visible. Para mí no es una tontería: la atención es una actividad intelectual, no estrictamente visual, pero es condición indispensable para ver algo allá afuera.

¿Pero cómo medir la atención? ¿Cómo objetivar su pérdida?


En mi opinión, unas miodesopsias repentinas y a gran escala pueden fácilmente deturpar unos hábitos visuales formados durante años y años, y para su renuncia hacen falta más que seis meses. No se comprometen funciones vitales, aunque se implica una reformulación de toda actividad visual y por ende de todo disfrute estético. Y por ello no me parece exagerado deprimirse, en especial si uno tiene la suerte de no tener experiencia en problemas de salud.

Muchos lectores encontrarán difícil figurarse daño tan sutil. Yo sólo aspiro a que, aunque encuentren equivocado entristecerse por tener miodesopsias, acepten que no todos funcionamos igual, ni nos duelen las mismas cosas. Creo que es un grave error despachar este tema diciendo: ‘el setenta por ciento de la población tiene miodesopsias tarde o temprano’. Supongo que hay diferentes grados y diferentes personas, aunque tenerlo en cuenta resulte inabordable en este modelo sanitario.

Quiero decir con el texto de hoy que las miodesopsias pueden ser en sí mismas motivo suficiente para la tristeza. Y no, como circula perversamente por ahí, una burda coartada para una mente ya de por sí enferma y depresiva, en la que debería recaer el tratamiento. Yo lo tengo claro: si estoy enfermo de algo, es exclusivamente de miodesopsias.

28/7/07

Playa


Primer día de playa. Ni una nube en todo el cielo, la luz lo inunda todo.

Como dijo Jose en los comentarios,
en la playa las moscas se multiplican. No hay mucho verde alrededor, ni muchas montañas. El cielo es enorme, y la arena blanca y brillante. La negra zarza espinosa, movida por el viento, crece y se enreda entre las olas.

Pues no,
no han sido suficientes estos meses para 'dejar de ver' las moscas volantes, como dicen los médicos. Siguen ahí, con toda claridad. Sirva como indicación a los nuevos afiliados a esta curiosa afección visual. Ahora bien, uno 'se acostumbra'. Se acostumbra a renunciar a algunas cosas, a aceptar como normal cierto nivel de estrés por medio del conocido y afamado método de la relativización.

La relativización: la línea de costa, acuchillada por una corona de grúas de construcción amarillas, salpicada de nuevos edificios de promotoras madrileñas, envilecida, en incipiente proceso de putrefacción comparable al que ya ha dilapidado la franja mediterránea española, resultaba, más allá del alambre de espino, un maravilloso espectáculo de severas líneas clásicas dormitando a la luz del sol, una ensoñación de paz y persistencia.

Tengo que decir que fue un buen día, que lo disfruté, y que en cuanto pueda volveré a la playa.

18/7/07

Otra de arena


Por momentos, la cosa pierde importancia.
Hay que incidir en estos momentos, para que quien se pase por esta página no se lleve una impresión terrible de las miodesopsias (o quizá una imagen terrible de quien las padece).

Ayer hice el último examen de oposición y, por fin, ahora sí puedo decir que estoy de vacaciones. La verdad es que la satisfacción personal de haber hecho un buen curso, doblegando tantos momentos de débil ánimo, me ha dado un enfoque distinto de la cuestión.

La semana pasada constituyó unos días de paréntesis previo al último examen, y me la tomé muy relajadamente, hasta el punto de inaugurar la temporada de baño en el río. Mi experiencia con las moscas en estos días fue notablemente positiva. Esta experiencia positiva global se construyó en base a circunstancias anecdóticas, como no podía ser de otra forma, pues también las miodesopsias son en esencia unas manchitas insignificantes capaces de matizar e impregnar toda experiencia sensible.

Se da la circunstancia de que, allí a donde fui a darme un chapuzón, hay muchos árboles, muchas rocas grises, y el agua se mueve sin parar frente a un dique, antes de bajar a toda velocidad por un raudal. Es un espacio caprichoso, discontinuo, lleno de variedad de formas y colores. Por tanto, si uno tiene la suerte de tener únicamente miodesopsias, la experiencia es bien parecida a no tenerlas.

No sólo esto... una vez alcanzado un nivel alto de reconciliación con mi vista, casi olvidado de estos seis meses pasados, me tumbé boca arriba en una roca con las gafas de sol puestas. Lo hice con inconsciente confianza; no iba en busca de mosca alguna, sólo a mirar el cielo. Y de veras que me pasé un buen rato sin encontrarlas, paseando por el azul intenso, salpicado de nubes enormes, de variadas texturas, unas espumosas como algodón; otras largas y grumosas como una pincelada; otras profundas, abismales, como una enorme llanura arcillosa y resquebrajada.

Hoy he ido a visitar al oculista. Es primera de vez desde hace seis meses, cuando lo de las moscas. En esa ocasión, la miopía me había subido repentinamente 1 dioptría en cada ojo, y ligado a ello, parece evidente, las miodesopsias. Hoy, por suerte, la cosa no ha ido tan mal. Cuando el oculista me pidió que leyese la línea sobre la que me ajusta las lentillas, me di cuenta de que no sólo veía esa, sino dos líneas más por debajo. Me dijo que no era malo, que al contrario, que todo estaba bien; no me reajustó las lentillas. Saber que el aumento de miopía me ha dado un respiro me ha alegrado el día.

Dos experiencias positivas estos días me dan bastante ánimo. La aspiración, aunque siga habiendo días malos, es que porcentualmente haya más días como estos a lo largo del mes. Hasta tengo ganas de ir a la playa, y eso a pesar de algunos comentarios que han salido en el blog. Aún no la he probado este año; espero superar la prueba. Pero, para superarla, supongo que primero hay que evitar pensarlo.

7/7/07

La mirada a la defensiva


Con el paso de los días y los meses, alcanzo cierto nivel de costumbre. Es natural; de no ser así, acabaría por volverme loco. Así que, poco a poco, y porque no queda más remedio, voy cediendo algunos feudos al ejército invasor sin oponer resistencia, tratando de construir una vida placentera en nuevos territorios. Intentando no pensar demasiado en ello, pues al fin y al cabo, por más que piense, las cosas no van a cambiar.


Este nuevo estadio acostumbrado, que aspira a postergar el lamento, que da la espalda al recuerdo, es la ambición más saludable y realista que uno puede tener. Pero mantener ese estado permanentemente es difícil. Sin querer, acabo siempre subiéndose a un peñasco y divisando desde allí los territorios perdidos, invadidos de negros alambres de espino. Entonces, se manifiesta con toda claridad el tamaño de lo perdido, luce perfectamente a la luz del sol la zanja abierta entre mi vida y la que tenía.

Ayer hice el último examen que me faltaba y terminé prácticamente con este intenso y difícil curso, tan lleno de sombras terribles y al tiempo, por suerte, de luces entre ellas. Hacía ya varios días que me preocupaban menos las miodesopsias, quizá principalmente a causa de que estaba tan agobiado de trabajo que no tenía tiempo para pensar en ellas. Tengo que reconocer que muchas veces me sentí fuerte, y albergaba la esperanza de que, al llegar el momento de terminar con las obligaciones, sentiría haber dado un paso de gigante por superar este ridículo asunto de las moscas.

No fue así. Al principio, me invadió una antigua y primaria sensación de libertad, de tener todo el tiempo y el mundo para disfrutar a voluntad. Pero se esfumó cuando me vi en el espejo y vi mis párpados caídos, desmayados, recelosos desde hace un tiempo de abrirse demasiado. Caí en la cuenta, por un instante, subido a ese peñasco desde el que puede avistarse todo el territorio circundante, de que mi mirada está cansada, desencantada, llena de indiferencia. Ya no se lanza a devorar lo que está a su alrededor, palpitando con cada brillo, con cada color, sino que se atrinchera a la defensiva cada vez que sale el sol, temerosa de que le recuerden la tierra que ha perdido.

2/7/07

Explicaciones


Ayer pasé por el típico episodio de contarle a un amigo lo que son las moscas volantes. Yo no suelo hablar con nadie de esto, porque sé bien a lo que conduce, así que
buena parte de las personas que para mí son importantes no saben nada de esto, y a una pequeña proporción se lo he contado puntualmente sin volver a sacar el tema.

Por eso ayer no me lo esperaba. Salió a raíz de que llevaba yo la típica marca en las patillas de haber estado con gafas. "has estado con gafas, ¿no?". "Pues sí", digo yo. "Por cierto, ¿y las moscas qué tal?". "Pues igual", me encojo de hombros. Entonces,
empiezan las preguntas.

Ya he visto en algunas ocasiones lo difícil que es describir el problema éste a quien no lo tiene.
La mayoría tiene una facilidad pasmosa para entenderlo de forma extrema, y pasan de pensar que es una manía, que sólo se ven cuando se buscan obsesivamente, a pensar que podemos dejar de ver un objeto de la realidad si coincide que una mosca se le planta encima.

La cuestión es sencilla, le dije. Cuando alguien va en coche y lleva el parabrisas sucio, ¿conduce con más dificultad? En principio, si se trata de la típica suciedad de parabrisas (no de una capa de estiércol), nadie se siente molesto por conducir así. Se le puede preguntar a un conductor, "¿ves las moscas?" Y naturalmente responderá: "si me fijo, sí". Se le puede preguntar:
"¿es posible que dejes de ver un stop porque una de esas mocas estampadas contra el parabrisas te lo tape?". Y responderá: "hombre, haría falta mucha coincidencia, casi sería necesario pretenderlo aposta; además, tengo dos ojos, y la mosca no es ni tan grande ni tan negra".

La diferencia entre la suciedad del parabrisas y las moscas volantes es que las primeras son mucho menos molestas, porque están fijas, y uno asimila su posición. En el segundo caso, las moscas bullen en el campo de visión, siguiendo una deriva impredecible en la mayoría de los casos. Pero, en el concepto, ambas son experiencias muy parecidas.

Y volvemos a lo mismo:
las moscas son una cuestión de atención, no restan visión en la práctica, sólo molestan. Ahora bien, en mi opinión, la Medicina también debería tener en consideración esta consecuencia, al menos para ayudar a los pacientes a encajar el problema. Supongo que una molestia constante, que nos llega de un día para otro y nos obliga a cambiar nuestra relación con el mundo merece cierto grado de respeto.

Al final, le dije a mi amigo que en internet había un simulador de moscas volantes, por si quería verlo. Se lo tomó como una iniciativa de frikies, y echó una risotada. "Qué es, ¿para concienciar a la población?". En fin, lo de concienciar a la población suena demasiado solemne, si pensamos en los problemas verdaderamente graves que existen. Yo diría simplemente que ese programita es consecuencia de
la necesidad que todos hemos sentido alguna vez de explicar a otros cómo vemos.

El efecto del simulador está bastante conseguido. Así que si alguien tiene curiosidad, lo recomiendo. Una vez iniciado, con
la tecla J se añaden miodesopsias. En mi caso habría que poner un valor de 50.000 apr
oximadamente, para condiciones de luz intensa, porque ya se sabe que al disminuir la luminosidad su visibilidad es menor.

27/5/07

Algo de relativismo


Por compensar algo las últimas entradas, hoy propongo ésta. La escribí a media semana, en un momento de buen humor. Momentos así son posibles. Es importante tenerlos como referencia.

El caso es que "el mal" me entra cuando me empeño en pensar "cómo sería esta pared, cómo sería este cielo, cómo sería este papel, o este prado, si nada de esto hubiese pasado y todo fuese como antes". Es así como destruyo el valor de tales cosas, y no las veo ni como antes, ni las veo ahora. Mi ceguera mayor reside en mi pensamiento.

Tengo alergia a las gramíneas desde pequeño. Esto, evidentemente, ha marcado mi vida. Hay cosas que instintivamente no hago ni haré, cuando en otras circunstancias podrían haberme resultado apetecibles. Pero no me importa.
Constituyen hábitos integrados en mi propia identidad, y no me encadenan en modo alguno. Son tan viejos, que los tengo como algo mío. He construido mi vida sobre esta tara.

He pensado que, si nunca hubiese conocido la alergia, me hubiese gustado esconderme entre el centeno en casa de mis abuelos. O pasar una tarde de primavera tirado en el parque. Pero sé donde no debo arriesgarme. Y, si me arriesgo, sé hasta donde puedo hacerlo.
Y no siento que esté renunciando a nada.

El año pasado visité Madrid por estas fechas. Recuerdo que cuando llegué al Retiro con intención de dar un paseo con un amigo, me encontré con un torbellino de centellas amarillas. Creo que nunca vi un panorama semejante. Me parecía ver esporas del tamaño de copos de nieve, que se arremolinaban como en una tormenta. Apenas cinco minutos después todo eran picores de nariz y de ojos. Inmediatamente decidí que lo mejor era poner pies en polvorosa. Y así lo hice. No me resultó nada traumático.

Pero si la alergia me hubiese sobrevenido a los 25 años, quizá estuviese furioso por no poder ir al campo despreocupadamente en ciertas épocas del año. Enloquecería por cada segundo perdido sonándome, lagrimando, cerrando los ojos, evitando un lugar. Diría: "si esto no hubiese pasado, podría haber dado un paseo tranquilamente por el Retiro". Y estaría todo el día pensando en ello.

En resumidas cuentas: las moscas son también un problema de costumbre. Esto es, sencillamente, un conflicto entre quien era y quien soy. Luego, si la alergia es asumible, esto también debe serlo tras un reajuste de identidad, un tiempo de adaptación que aún no sé cuánto durará.

Cada vez me resulta más evidente que las miodesopsias, cuando no llevan aparejado nada más, son únicamente
un problema de atención. Es decir: uno no deja de ver un pájaro en el cielo por tener moscas, pero puede tener dificultades para mantener en él su atención. Esto, lógicamente, puede ser desquiciante, pero atañe únicamente al plano psicológico, y por eso confío en poder asumirlo. Eso sí: un problema psicológico sigue siendo un problema, y la medicina no debería desdeñarlo.

18/5/07

Subjetividades


Estos días me está costando bastante escribir en el blog. Principalmente es porque ando escaso de tiempo. Se acerca el final de curso y, en esta ocasión, tiene pinta de que va a ser movidito.

De todas formas, este blog nació con un condicionante de base, con una contradicción interna: si la mejor cura actualmente para las miodesopsias es olvidarse de ellas, escribir sobre ellas contradice esta norma. Por tanto, si me acostumbro a ellas, el blog fracasará, y si no me acostumbro, también.

No importa. No me planteo nada a largo plazo. Ahora estoy aquí. Sólo me apetece compartir un poco mis días con quienes tienes problemas similares.

De estos últimos días, sólo destaco una pequeña controversia que tuve en la web de Ocularis al respecto de si los médicos están decididos a encontrar una solución para este problema. Bien, creo que es indiscutible que la ciencia médica está interesada en las miodesopsias, y sería una desfachatez cuestionarlo, más aún desde fuera de la medicina.

No obstante, el oftalmólogo que visitó esta página sacó esa conclusión en un vistazo general. A ello colaboró probablemente que es un discurso extendido entre los que padecen midesopsias que la oftalmología lo considera "un problema menor".

Quiero hacer unas observaciones al respecto:
-Por una parte, me reafirmo en lo dicho en este blog, en el sentido de que planteo impresiones subjetivas. Mi experiencia con mi oculista, mire por donde lo mire, me describe el problema como "menor". Desde mi opinión como paciente no cualificado, no puedo decir que mi oftalmólogo me haya ayudado a poner mi problema en su sitio y, como consecuencia de ello, constato un desfase entre la realidad del problema y las acciones emprendidas para mitigarlo. Es decir, de poco vale que un problema sea objetivamente leve, si subjetivamente no me resulta así.
-Pero acepto que mi oculista particular no es "la ciencia médica", ni representa a todos los oculistas. Sabemos por experiencia que hay muchos tipos de médicos, y por consiguiente muchas formas de abordar un mismo problema sin solución. Una diferencia clara la marcan los médicos preocupados por facilitarnos la asimilación psicológica del asunto.
-Sobre la opinión general: es cierto que la verdad no es lo que elige la mayoría. En el hipotético caso de que todos los que tienen miodesopsias dijesen que "no se investiga sobre una solución" no sería forzosamente un enunciado verdadero. Sin embargo, las creencias no son gratuitas. Creo que responden, al menos, a ciertas apariencias que los médicos pueden filtrar inconscientemente a la opinión de los profanos.
-Por último, digo en la entradilla que "la oftalmología considera [las miodesopsias] un problema menor y no ofrece ningún tratamiento". No obstante, no pretendo establecer una relación causa-efecto entre "que se considere un problema menor" y que "no haya tratamiento". Son dos afirmaciones independientes. De hecho, hay muchos problemas menores atendidos por la medicina, y muchos problemas mayores que siguen sin solución.

30/4/07

Ojos cerrados


Menuda mañanita. Permanentemente, el problema de las moscas se manifiesta como un problema de comparativas. Uno se recuerda permanentemente el pasado, y compara las sensaciones experiementadas en él con el momento actual. Recuerdo cuando iba al parque o cuando iba a una galería de arte contemporáneo de éstas que tienen todas las paredes blancas y lisas. Y digo: "joder, estas sensaciones no son las mismas; y no sólo no son las mismas, sino que incluso lo que antes me resultaba placentero, ahora me cansa, y me invita a evitarlo; instintintivamente he dejado de hacer determinadas cosas, sencillamente porque no las disfruto". Esto son hechos objetivos.

Esta mañanita no tuve clase. Tengo el día libre, así que aproveché para ir a matricularme en las oposiciones, que literalmente arrastro como un zombi desde que empezó esta tortura. Aparte, tenía que sacar unas fotos en la catedral de la ciudad, para un trabajo de clase. Lo que hubiese sido una mañana relajada se convirtió en una nueva constatación de mi incapacidad para disfrutar de lo que me rodea. El edificio de la Administración es una de estas arquitecturas contemporáneas que buscan la luz natural con grandes cristaleras. Según entré, me puse en la larga cola. Después de ver las moscas toda la mañana, a esta hora me empezaron a torturar de una formas salvaje. "No hay que fijarse en ellas", es la recomendación médica. Pero es que no me fijo, no es necesario que lo haga para verlas, pasan por delante constantemente inundándolo todo. Hay de sobra, en tamaños y formas, para turnarse sobre la mácula.

La reacción de uno es similar a la de un insecto que quiere atravesar un cristal que no ve, y por ese motivo se da de cabezazos en el durante largas horas. Es decir, uno parpadea, vuelve a parpadear, gira la cabeza, mira a la pared, mira al suelo, mira al cielo por la cristalera, mira a otra gente, busca una salida como un pajarito atrapado, pero siempre, indefectiblemente, las telarañas reaparecen. No una, ni dos, ni, diez, ni veinte, sino incontables, cientos de millones. Más allá, la belleza de infinidad de cosas esperando para ser vistas... pero todas esas bellezas se esconden tras una máscara terriblemente fatigosa. Cierra uno los ojos. Dos segundos, cinco segundos, lo suficiente como para pensar que nada de esto está pasando, lo justo para no llamar la atención entre la gente. Volvemos a empezar.

Liquidamos el asunto de las oposiciones. No sé lo que me queda por estudiar. No sé como lo llevo. Porque antes espero salvar otros obstáculos. No puedo centrarme en una oposición si el 60 por ciento del día se va en mareos y lamentos por mundos perdidos. Llego a la catedral. Entro. La penumbra interior es casi una bendición. Por primera vez en toda la mañana, tengo una especie de respiro. Veo algunas moscas de vez en cuando. Pero por lo demás, el mundo sigue siendo el mismo. Saco las fotografías que necesito. Me olvido de las cosas perdidas, como si cerrase los ojos. Estoy bien. Las moscas me han dotado de una mejor vista de noche que de día, o al menos de una mejor capacidad de disfrutar de ella. Veremos cuantos meses dura. Parece que en mis vítreos se ha desatado un proceso fulminante: lo que no sucedió en 24 años está sucediendo a golpe de dinamita. La retina, bien. No hay fotopsias. Cierro los ojos y veo negro. Gracias. En serio. Pienso constantemente en la posibilidad de sufrir una gran desgracia. Y digo: joer, hay que dar gracias por lo que nos queda...

Salgo de la catedral. Apenas atisbo la tranquilidad de la plaza vacía, la luz del sol derramándose sobre las nubes, cruza el universo una negra sábana raída, deshilachada, que lo desfigura todo. Volvemos a empezar.

25/4/07

Los días no son como antes


Levanto la vista. Si no las veo me alegro, y la vida es buena. Si las veo me derrumbo. Es falso que sea al revés. No es que las vea por estar derrumbado primero. No es que deje de verlas por estar feliz. Luego son ellas las que me echan abajo. Luego, si no estuviesen, estos cien días hubiesen sido buenos, como antes. Esto es así; yo no sé si será para tanto o para menos, pero es así.


Tan trivial, tan leve, tan insignificante, esta mierdecilla ha golpeado la línea de flotación de mi día a día, materializando mis peores miedos, que ahora se demuestran como sobradamente justificados. Desgraciadamente, la manchita que me provocó mi primer gran horror es ridícula comparada con la maraña de filamentos que, cuatro meses después, inunda todo lo que miro.

14/4/07

Actitudes (II)


Psicológicamente, no es lo mismo nacer sin algo que perderlo después, aunque sea injusto decirlo. Porque, quien pierde algo muy grande, el trabajo de muchos y largos años, tiene que hacer el titánico esfuerzo de dejar de ser el que era, poner el contador a cero y crear un nuevo personaje. Tiene que construirse una casa nueva, lastrado por el recuerdo de la anterior. Sólo que le queda menos tiempo.

Pues parece que hay cierta edad en que las pérdidas se pintan enormes. De joven, uno aspira a cierto nivel de perfección. Uno espera gozar de una salud sin mácula unos quince años. Creerse el sueño de que la vida dura siempre antes de ir paulatinamente cambiando el chip. Pero no estamos muy preparados para hacer renuncias definitivas a los 18 años, aunque sean tan pequeñas como jugar al fútbol, pillarnos una moña, tocar la guitarra o liarnos con la más guapa de clase.

De joven, cualquier cambio se hace más difícil de encajar, cualquier renuncia resulta dramática y cualquier muro nos obliga a desviarnos y abandonar el “curso normal” de quienes nos rodean, perder cosas, perder experiencias. Y entonces descubrimos espantados que sólo tenemos una vida, y que las cosas perdidas jamás se recuperan.

En este momento, relativizar es difícil. Y nuestro problema, por pequeño que sea, es enorme, sencillamente porque es nuestro. Una persona mayor acepta las pequeñas pérdidas como un mal inevitable. Un joven piensa que le han dado el cambiazo, que le han robado la cartera. Para él, una pérdida trunca una vida que ya había imaginado, le priva de infinitas posibilidades, de infinitos placeres, lo saca del camino y lo echa al barranco, le deja en suspenso historias maravillosas que ya tenía enfiladas.

9/4/07

Actitudes (I)


Una cosa que me llama la atención en los foros que hay en internet sobre moscas volantes, es que hay mucha gente joven con este problema. Por ejemplo, en los comentarios de este blog, aunque todavía son pocos, hay varias personas que no llegan a los 25 años. Yo mismo los acabo de cumplir.

¿Qué significa esto? No puede ser que el problema tenga tanta incidencia en los jóvenes. No más, al menos, que en los de mediana edad. Por eso, creo que lo que Internet nos da es una impresión engañosa. Internet es un medio complicado para tomar el pulso a la opinión social. Conocemos a quienes participan en él, pero los que no lo hacen, no computan.

Es decir, respecto a las miodesopsias, en Internet vemos cuanta gente hay preocupada por el problema, pero no vemos a quienes lo han superado, aunque su número sea mayor. Porque éstos no buscan foros en la red para comentar su experiencia.

Entre todos los testimonios que he encontrado, no he visto aún a nadie que supere la treintena que se encuentre desesperado o deprimido por tener moscas volantes. Más jóvenes, a decenas. ¿Cuál es la explicación?

Creo que es sencilla. Parece que llega un momento en la vida, apuntando a los 40, en que los problemas físicos se relativizan con facilidad, entendiéndose como parte de un proceso natural que día a día nos recuerda que no somos eternos. Y aunque todos queremos conservarnos jóvenes, ya sea en nuestras facultades o en nuestro aspecto exterior, vamos desarrollando cierto sentido de la aceptación, del desapego por las cosas del mundo. Entonces, aunque algunos se aferren a sus posesiones hasta los 70 años, la mayoría va haciendo concesiones sin mayor drama.

25/3/07

Fin de semana


Con días como hoy, da la impresión de que uno se puede olvidar de las moscas. Se dice desde antiguo que "la felicidad es conocerse a uno mismo". Bueno, yo estoy seguro de que no basta, pero hoy encuentro bastante sentido a la frase.

El caso es que es el tercer fin de semana que me tomo de descanso, sin hacer nada. Y me encuentro tan relajado, que casi tengo olvidadas las moscas. Digo entonces: si aún, por suerte, puedo pasar alegre dos días de cada siete, quizá podría intentar que fuesen tres. El truco parece estar en
conocer los mecanismos del estrés.

Por ejemplo, muchas de las de las veces que acabo desquiciado con las moscas es un día de mitad de semana, después de comer. Me tiro en el sofá un rato, pensando en cómo me organizo y, en vez de ver el techo pintado de blanco, veo lamparones que sigo sin cesar con la mirada. Entonces, se van volando tres cuartos de hora, y pierdo la concentración para el resto de la tarde.

Esto no me ha sucedido ni ayer ni hoy en todo el día. Después de comer, he ido con un par de amigos a dar una vuelta por una carretera secundaria, y nos hemos tomados una cerveza en un bar. Y nada. Ni una mosca. Miraba los prados, los árboles, el cielo nuboso, y casi tenía la impresión de que que poseían una nitidez perfecta. Sí, desde luego hubiese sido fácil verlas si hubiese querido. Pero sencillamente no me apetecía, estaba de buen humor (vítreo, claro). Por tanto, en mi caso,
el estrés parece ser un factor determinante.

Dos tendencias he observado desde que me aperecieron las moscas: por una parte, que objetivamente son más y mayores; por la otra, que en determinados momentos la ausencia de estrés me hace regresar a cuando tenía una o dos.

Pero en fin, con estas cosas
no hay que animarse demasiado ni ponerse eufórico. La alegría suele ser como un pajarito caprichoso, y apenas alza uno un poco la voz, se va volando. Quedan días terribles sin duda. Pero la próxima media hora estaré bien. Es para mí suficiente.

20/3/07

Nubes


Se cumplen tres meses desde que me apareció la primera mosca. Tengo que reconocer que el balance, desde entonces, ha sido bastante negativo. Ahora, la primera es más intensa y a ésta se le han sumado muchas más de tipo filamentoso, que recorren transversalmente todo el campo de visión.

En condiciones de luminosidad y uniformidad cromática del campo de visión, cuento decenas de estas sombras. Por el contrario, cuando miro de forma directa una fuente de luz, el efecto es similar al que causaría una bombilla encendida en un laberinto de espejos.

Pero no cuento las moscas que tengo ahora. Cuento los placeres que he perdido.

Hay un hecho elocuente: antes, siempre recurría a mirar por la ventana como refugio para las pequeñas tensiones cotidianas. Siempre admiré el valor de la vista como fuente de placer, y los paisajes, los cielos y sus nubes como una ventana por la que asomarse para respirar. Ahora, llego a casa tan cansado que sólo deseo sacarme las lentillas y echarme en la cama con los ojos cerrados.

El camino está marcado. Es necesario acostumbrarse. La vista es para sobrevivir; los placeres son un lujo que la medicina no tiene obligación de cubrir. Los placeres son siempre “a mayores”, y son dones de la fortuna, o quizá de una denodada búsqueda personal. Pero no tienen que ver con la medicina. Para la medicina, el cielo no es imprescindible…

16/3/07

Gafas de sol


Rara vez he usado gafas de sol. Me gustaba la luz, y cuando hacía un día de sol disfrutaba de salir a la calle con los ojos bien abiertos, recorrer el horizonte, sentir el calor de la luz y los colores allá en las profundidades del alma. Mirar al sol casi de frente, y ver desintegrarse los contornos, vaporizarse las formas.

Entonces, el otro día reparé en la cantidad de gente que usa gafas oscuras apenas se asoma un poco el sol a finales de invierno. Me pregunté si sería por estética, por necesidad o por gustos visuales. Me respondí que poco importa. Pensé entonces que si tanta gente se pone gafas por gusto, podría empezar a hacerlo también yo.

Pues creo que lo que uno disfruta no es la capacidad de ver en sí. Sino aquello que se ve. Y disfrutar con lo que se ve es sólo cuestión de práctica. Supongo que, de haber nacido con las moscas, hoy tendría gustos visuales parecidos.

El cambio, no obstante, sobre todo si es tan repentino, obliga casi a olvidarlo todo, y aprender a ver otra vez. Volver a encontrar la belleza en otros hábitos. A menudo, renunciar a unos hábitos mantenidos durante años es lo que más lastra el terminar una relación de pareja. Y esto de debe de ser parecido.

Dicen que uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde. Yo estoy orgulloso de no haber seguido esta norma. De haber disfrutado activamente de una visión límpida y transparente en tanto la tuve, y fueron bastantes años, al cabo, donde cada mirada fue intensa. Pero hay un tiempo para todo, un principio y un fin.

Y ahora empieza otra cosa.

4/3/07

Enlaces de interés




Información.
Descripción general del problema y puntos de vista oficiales.

'Miodesopsias', en la Wikipedia española (ESP)
'Eye Floaters', en la Wikipedia inglesa (ING)
'Las moscas, hilitos y manchas negras', artículo en el blog de Ocularis. Blog divulgativo sobre la visión, escrito por un oculista (ESP)
Postura oficial del National Eye Institute de Estados Unidos (ING)



Webs militantes.
Páginas a menudo creadas por afectados, en cuyo discurso se promueve una reconsideración del problema.

Miodesopsie.it. Associazione Cielo Azzurro Onlus, asociación italiana sobre miodesopsias, que destaca por su participación en proyectos de investigación y en multitud de eventos sociales. (ITA)
Mouches-volantes.de, portal alemán sobre miodesopsias (ALE)
Floatershell.com, página personal creada por un afectado. Ofrece una visión general y sintética del problema, y de sus implicaciones psicológicas. Además, ofrece un fiel simulador de moscas volantes. (ING)
Eye-floaters.com, portal muy exhaustivo dedicado a aportar información y opinión sobre las miodesopsias. (ING)
Floater talk, el foro más completo y dinámico que he encontrado en internet sobre el tema de las moscas volantes; gracias a Ramón (ING)
Floatbusters. Who ya gonna call?, blog de un afectado neozelandés que padece miodesopsias desde los catorce años (ING)
Floaters Illustrated, página personal de un francés que padece miodesopsias (ING)
El mal de los flotadores, página en español con algunas simulaciones interesantes (ESP)
Corps Flottant, foro francófono sobre moscas volantes (FRA)
Sklivcové zákalky, visión del problema desde un sitio checo (CHE)
Mushek.net, portal en lengua rusa (RUS)
Cikkek, linkek üvegtesti homály témában, blog húngaro que recopila artículos diversos sobre moscas volantes (ING y HUN)


Otras webs recomendadas. Porque no todo son miodesopsias.

Pour en finir une bonne fois pour toutes avec mon blocage à l'égard de l'anglais es el blog personal de Mauricio, quien por cierto administra el foro en francés sobre miodesopsias http://www.corpsflottant.c.la/ (FRA)