La costumbre
Tengo otros problemas, naturalmente. Pero ninguno ha usado tanto de mi tiempo como éste. Antes, siempre me quedaban los ojos para huir. Me iba a dar un paseo. Y miraba. Toda inquietud quedaba entonces aplacada. Ahora, hace tiempo que no hago eso. Me he acostumbrado. Me he acostumbrado a no disfrutar de la vista. Así que ya no estoy deseando asomarme a la ventana cuando hay un atardecer precioso. Lo he derivado inconscientemente hacia otras cosas. Y claro, me he ido resintiendo. Me falta algo que amaba, algo que era como un ser querido, que no está, que se ha muerto. Me quedan otras cosas muy importantes: puedo ver; puedo hacer todas las cosas que cualquier persona hace con los ojos. Pero me falta el sentimiento. Lamentablemente, a los oculistas no les compete tratar el sentimiento. “Si uno no supera las moscas volantes es que tiene un problema psicológico, no ocular”. Mi problema psicológico es que quiero usar la vista para lo que no es. Que por suerte en el pasado pudiese hacerlo, eso es otra cosa. Eso es una excentricidad a la que no pueden atender los oculistas.
2 comentarios:
Juan, eres un fenómeno. Has calcado en este blog todo lo que yo he estado pensando durante toda mi vida respecto a las moscas volantes. Muchas gracias por poder contrastar con alguien esas sensaciones tan difíciles de explicar a alguien que no padece esto. Un fuerte abrazo
Me alegro muchísimo de haber conectado con las emociones de alguien más. Produce una gran alegría descubrir que uno está hecho de una pasta similar a la de otra mucha gente, y puede servir en cierto modo de portavoz de ella. Te agradezco además que llamases mi atención sobre este artículo de La atención, que escribí hace casi un año, pero que tenía olvidado. Es uno de mis últimos artículos de lamento puro y duro, pero quizá es el que mejor y más brevemente resume todo lo que ha pasado por mi cabeza. Un abrazo fuerte, y no dejes de pasarte por aquí.
Publicar un comentario